La izquierda y la democracia
Con la izquierda ocurre un curioso fenómeno cada vez que se celebran elecciones, sean del ámbito que sea: general, regional, local o europeo. Ese fenómeno no es otro que proclamarse siempre defensores de la democracia, como si ellos fuesen quienes, desde la superioridad moral que quieren imponernos, pudiesen repartir carnets de demócratas según su criterio.
Ahora bien, esa manera que ellos emplean para defender la democracia es un tanto peculiar, porque interpretan los resultados electorales de manera distinta según si ganan ellos o si gana el centro-derecha, y en ambos casos dicen que su posición es la puramente democrática, pese a plantear posiciones distintas en un caso u otro.
Si ellos ganan, enseguida dicen que los ciudadanos se han expresado mayoritariamente y que su preferencia es que gobierne la izquierda. Eso es lo democrático y así debe aceptarse sin discusión. Sin embargo, si gana el centro-derecha, lo que corren a hacer es anunciar movilizaciones para que no deje de gobernar la izquierda -como la que hubo de apoyo a Carmena-, convocar manifestaciones para reclamar que si el centro-derecha gobierna lo haga sin aplicar su programa y respetando todo lo que haya hecho la izquierda antes -como es el caso de Madrid Central-, o crean “cordones sanitarios” con los que aislar al centroderecha (que se lo apliquen a un partido no esconde su verdadero objetivo, que es apartar a todo el centro derecha de cualquier posibilidad de gobernar).
Igualmente, la izquierda siempre defendió que no tenía que gobernar la lista más votada, sino las coaliciones postelectorales que se formasen, ya que la inmensa mayoría de las veces les beneficiaba: así llegó Tierno a la alcaldía de Madrid en 1979, pese a ganar UCD, o Leguina se mantuvo otros cuatro años en la Comunidad de Madrid, pese a ganar Gallardón en 1991, por poner un par de ejemplos. Ahora, sin embargo, como les perjudica, descubren que lo mejor es que gobierne la lista más votada.
Las reglas han de ser iguales para todos. Siempre hay que respetar lo que voten los ciudadanos, sin intentar torcer ese resultado con manifestaciones, porque eso no es democrático. Y podría ser lo más sensato que gobierne siempre la lista más votada, pero si la izquierda no ha querido nunca cambiar las leyes electorales para consagrarlo, el centroderecha tiene el derecho a poder jugar con las mismas reglas que emplea la izquierda y gobernar en coalición allí donde los partidos de dicho bloque han conseguido mayoría frente a los de izquierdas. Al final, la izquierda siempre se guía por la ley del embudo.
- José María Rotellar, Profesor de la UFV, del CES Cardenal Cisneros y del Trinity College
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