Iglesias no cabe en esta izquierda
La izquierda política tiene la oportunidad de volver a macar el paso institucional en España si sigue la estela socialdemócrata que en su día hiciera grande a Felipe González. Una relevancia perdida desde que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero no sólo dejó el país al borde de la quiebra en 2012, sino que además rompió el pacto de la Transición con su vuelta al guerracivilismo. La unión entre Pedro Sánchez e Íñigo Errejón podría significar el principio de un proyecto moderno, moderado y ganador. No obstante, ambos tendrían que reciclarse en gran medida. Sánchez, ser el mismo de sus inicios, cuando el rencor aún no condicionaba sus movimientos. Errejón, renegar de sus pretéritas vinculaciones con el chavismo —estuvo en varias manifestaciones a favor del régimen en Caracas— condenar la dictadura de Nicolás Maduro y, por ende, abandonar Podemos.
Por ahora, tanto uno como otro están dando los primeros trazos de lo que podría llegar a ser un esbozo interesante. El secretario general del Partido Socialista ha abandonado las pulsiones neopodemitas que tanto daño le hicieron a él y a su partido en las dos últimas elecciones generales. La semana pasada, además, se puso el traje de hombre de Estado al oponerse de manera frontal al referéndum ilegal en Cataluña. Para completar la metamorfosis, debería unir a la formación de Ferraz 70 en torno a un proyecto que integre las distintas corrientes que convergen en el partido. Una apuesta por la estabilidad sobre la que construir su propia evolución política y personal. Por parte de Errejón, decenas de sus partidarios preparan el trasvase al PSOE, hartos del radicalismo populista y censor de Pablo Iglesias. La gota que ha colmado el vaso ha sido la moción de censura, más destinada a su autopromoción que a plantear una alternativa viable para el bienestar de los españoles.
Ante eso, Errejón —purgado y denigrado por su antiguo amigo— ha de reaccionar con valentía y abrazar la socialdemocracia, un sector donde su potencial de representante congruente casaría mucho mejor. Si lo hiciera, reforzaría la idea de una futura alianza de izquierdas. De hecho, no es la primera vez que Pedro Sánchez declara que no tendría ningún problema para entenderse con él. Si ambos se decantaran por el cambio y asentaran sus nuevos roles en pos del bien general, conformarían un proyecto con futuro donde, desde luego, no tendría cabida Iglesias. Su trayectoria, modos y principios —desde la «cal viva» hasta los insultos proferidos a sus contrincantes— lo inhabilitan para cualquier alternativa que sobrepase su marginalidad ideológica. Iglesias y la moderación —Iglesias y la socialdemocracia— son antítesis. Mezcla de agua y aceite en la política. Sánchez y Errejón tienen la oportunidad de volver por donde triunfó Felipe. Para lograrlo, deberán pensar más en los españoles que en ellos mismos. Moderar sus posturas y dejar atrás cualquier atisbo de extremismo. El contexto les es favorable: los constantes casos de corrupción del Partido Popular penalizan su brillante gestión económica y ahondan en el hastío ciudadano.
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