Estos animales no pueden estar sueltos
Políticos, jueces y fuerzas de seguridad no pueden permitir que a los abertzales les salga gratis convertir un momento cualquiera en un escenario de terror. Hasta que las leyes del Código Penal no se apliquen de un modo riguroso, estos aprendices de terroristas, auspiciados por la cobarde superioridad numérica y una amplia connivencia social, machacarán sin piedad la integridad física y psicológica de cualquier ciudadano, hombre o mujer, que no profese sus violentos postulados. Resulta indignante, a la vez que incomprensible, que tres días después del ataque de 60 proetarras contra dos guardias civiles y sus respectivas parejas en Alsasua, tan sólo dos de ellos hayan rendido cuentas de sus abyectas acciones ante un juez, saliendo a la postre en libertad con cargos.
Ambos han abandonado la sede judicial con la cara tapada y jaleados por un grupo de partidarios que, con total impunidad, exhibían dos pancartas donde se podía leer ‘No a los montajes policiales’ y ‘ Dejaz en paz Alsasua’. Un intento ruin de convertir a las víctimas en verdugos además de una amenaza velada contra dos empleados públicos cuyo único crimen es trabajar por los intereses y la seguridad del Estado. En todo este caso, las acciones de los representantes políticos son fundamentales para erradicar la violencia en las calles. Desgraciadamente, y aunque no cabía esperar otra cosa, la abstención de EH Bildu a la hora de rechazar el suceso denota el nulo sentido democrático de una formación creada a imagen y semejanza de Arnaldo Otegi.
Hasta tal punto llega el desprecio de este partido por la paz social que su portavoz en el Parlamento navarro, Adolfo Araiz, ha calificado este atentado civil de «pelea de madrugada». Lamentable definición para la brutal paliza que 60 radicales propinaron a cuatro personas. Ataques que mandaron directamente al hospital a uno de los agentes, víctima de una fractura en el tobillo, y que provocaron policontusiones y numerosas magulladuras al otro hombre y a las dos mujeres. Además, claro está, de las secuelas psicológicas por sentirse acosados y agredidos en el entorno social donde intentan desarrollar una vida normal. Si la presidenta del Gobierno foral, Uxue Barkos, quiere demostrar que la democracia es la forma real de gobierno que rige Navarra, debe romper su pacto político con aquéllos que son incapaces de condenar un acto de odio visceral como el del pasado sábado.
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