Esto se ha terminado, Tony (Pedrito Sánchez Castejón)
Un verso antiguo decía: “Esto se termina, Tony/ pronto dejarás la pista/ que la gente ya no ríe/como antaño se reía”. Bien muy bien a propósito del resultado que ha obtenido Pedro (Antonio) Sánchez en estas elecciones regionales. Tan importante es la clamorosa victoria de Juanma Moreno como la estrepitosa derrota del tipo que aún es presidente del Gobierno español. El ciclo de desvergüenza que se inauguró con una moción de censura falaz e irregular se ha clausurado. El PP se ha llevado los muebles, los votos a su casa, y el dúo agónico Sánchez-Espadas, los ha perdido. Hace sólo unos días, un bodoque socialista, interventor en un mitin de su partido, hacía una gracieta suburbial. Se pavoneaba el sujeto de esta forma: “Vamos a echar a los okupantes de San Telmo”. O sea, a los gobernantes del PP que en tres años, en coalición con Ciudadanos y aún contando con las trampas constantes de Vox, han cambiado profundamente una región sometida durante cuarenta años a la autocracia corrupta del PSOE.
Naturalmente que la glosa de hoy pertenece con justeza a Moreno y a su versión ciertamente decolorada de su partido, que poco ha aparecido en los carteles anunciantes del candidato. Es así y ahora en el refugio del PP, tan maltratado en estos años, lo primero que se está haciendo es relanzar la influencia que van a tener estos resultados en el porvenir político de nuestro país. El propio domingo, la folclórica ministra de Hacienda, la doctora Montero, reñía a los periodistas por su intención de trascender estos comicios a los generales de dentro de año y medio. A este respecto, un recuerdo persistente: desde la primera cita electoral en mayo de 1982, los socialistas con González, Guerra y Escuredo al frente, insistieron en que lo ocurrido entonces en Andalucía no era otra cosa que el embrión de lo que sucedería más tarde en España entera. Y así fue. Entonces y después en todas las convocatorias posibles. Sánchez se ha escondido tras el tsunami andaluz y en los próximos días se refugiará en la próxima reunión de la Alianza Atlántica en Madrid para disimular su hecatombe en las ocho provincias sureñas. De modo que la argucia de bachiller del PSOE ya no se la traga nadie.
Para Moreno la iniciativa está clara: gobernar según han volcado las urnas. Su rival por la derecha, por la ultraderecha más propiamente, Vox, no es que se pueda lanzar a las calles para festejar su pírrico logro. Hace pocas fechas, en el último debate de Televisión Española, una Macarena Olona claramente fuera de tiesto, increpaba de esta forma al estoico Moreno Bonilla. “Diga usted si se compromete con solemnidad para gobernar conmigo como mi vicepresidente”. La invectiva sonó entre patética y ridícula y ya se sabe que, según dejó dicho Tarradellas: “Lo peor que se puede hacer en política es el ridículo”. Si alguna vez creyó Abascal que, tras este domingo electoral, Vox le iba a comer la merienda al Partido Popular, pasarle en números, la realidad le ha devuelto a tierra. Vox a partir de ahora tiene ante sí un dilema: o ser, como hasta ahora, un compañero insoportable en el Parlamento regional, el que ha provocado en definitiva el adelanto electoral, o ayudar en buena lid a que el partido hegemónico pueda dedicarse a transformar la región, un proyecto apenas ensayado en estos últimos tiempos de gobernación sinuosa y complicada de Moreno Bonilla.
De la izquierda poco que hablar, pero sí autentificar algo: la llamada plataforma de la todavía vicepresidenta Yolanda Díaz, se ha quedado en nada. Nada con sifón y nada que ofrecer a este país desde una izquierda rota por el enorme destrozo de su jefe en apariencia, Pedro Sánchez. Ella y su grupo de féminas enrabietadas se han quedado en las raspas o aún peor: componen ahora mismo una madeja en la que todos sus hilos, con la valenciana Oltra más enredada, están corrompidos en trance de irse más pronto que tarde a las prisiones más cercanas a su domicilio personal. De modo, que la izquierda se ha pegado un batacazo de no te menees este domingo. Ocultarlo o disfrazarlo es una martingala que no le durará más que un minuto a toda esta pléyade de políticos reunidos durante estos cuatro años para volar España.
Esto se termina, Antonio (Pedro), y por más que vuelva a ir de chulo por la vida, la verdad es absolutamente terca: se ha ido a hacer puñetas y España, casi entera, lo celebra. Le ha ganado un partido sensato con un líder que se confunde con la ciudadanía y que ha inaugurado definitivamente un ciclo de cambio tremendamente difícil para lo que se viene encima. Hasta los peores socios del tremendismo independentista le saludan así: “Agur, Kepa”: nos ha sido muy útil como compinche. Esto, de verdad, se ha terminado Tony. Descomunal victoria de Moreno, Feijóo y el PP entero y derrota hecatómbica del infortunado Espadas, ¡pobre víctima del tipejo! que le tiene que llevar directamente a Sánchez al hule. ¡Gran día para Andalucía y desde luego para España!
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