Echemos al inepto, traidor, chulo, plagiario, guerracivilista y embustero
Pocas veces la opinión publicada recibió tan bien a un presidente del Gobierno. Normalmente, los medios acogen con alborozo a los socialistas y de uñas a los populares cuando osan ganar unas generales. Los que hasta el 1 de junio de 2018 veían un paquete a Pedro Sánchez, de repente, como por arte de birlibirloque, lo asociaban siquiera veladamente con Willy Brandt, François Mitterrand, Olof Palme o Felipe González. Palabras mayores para un tipo liliputiense política, moral e intelectualmente. Su Ejecutivo recibió no menos parabienes: en este caso con algo más de razón porque la presencia de Margarita Robles, Josep Borrell, Fernando Grande-Marlaska o Nadia Calviño garantizaba cierta altura en carteras clave.
Y realmente nunca un presidente acumuló tanto desprestigio en tan poco tiempo. Los suyos ya no se atreven a defenderlo porque saben que estamos ante un tipo más falso que Judas, ante un sujeto que no da la talla, ante el Principio de Peter en estado puro, ante un jeta de tres al cuarto al que le da igual ocho que ochenta, ante un individuo que antepone su ego elefantiásico a España y a los españoles. En resumidas cuentas, ante el peor presidente de la democracia que deja al nefando José Luis Rodríguez Zapatero casi, casi, como un hombre de Estado.
El 28 de abril nos jugamos TODO. No podemos fallar. Lo contrario sería repetir la experiencia con un premier que ha practicado una política de tierra quemada que se resume en cuatro palabras: yo-mí-me-conmigo. Un personaje que llegó al poder tan legal como ilegítimamente con una moción de censura orquestada inicialmente en el tribunal de la Gürtel, con el siniestro De Prada de muñidor del golpe, con el compañero de la ministra Delgado (Baltasar Garzón) de maestro de ceremonias y de la mano de lo peor de cada casa. Si a usted, querido lector, sea socialista, pepero, voxero o ciudadano, le cuentan hace 10, 15 y no digamos ya 20 años que el presidente del Gobierno va a salir elegido gracias a los votos de los independentistas catalanes o los proetarras, hubiera mandado al frenopático más próximo a su interlocutor.
FUERA EL INEPTO. Los números nunca mienten. Y las incontrovertibles estadísticas oficiales señalan que cuando llegó el marido de Begoña Gómez, que eso y no otra cosa es en realidad Pedro Sánchez, nuestra economía crecía al 2,9% y ahora lo hace entre el 2,4% y el 2,5%. En números redondos, unos 5.000 millones de riqueza menos. Las previsiones para este ejercicio no son precisamente halagüeñas. El des-Gobierno de Pedro Sánchez y el Fondo Monetario Internacional coinciden en que no pasaremos del 2,2% mientras organismos privados como Funcas hablan ya de un 2,1% e incluso menos. Vamos, que más Sánchez será sinónimo de más pobreza y, consecuentemente, más paro. Otro dato que pone los pelos de punta: el año pasado se crearon 115.000 empleos juveniles, éste andaremos por la mitad, unos 65.000. Nuestro protagonista va camino de vencer en miseria a un Zapatero que nos legó el mayor marrón económico conocido.
FUERA EL TRAIDOR. Un presidente que es capaz de aceptar los “síes” de la gentuza que acaba de protagonizar un golpe de Estado y de la basura que asesinó a 850 españoles es un presidente indigno. Un felón. Un caballo de Troya. Sus devaneos con los Tejeros del siglo XXI culminaron con la aceptación de varias de las propuestas formuladas por el president de la Generalitat, ese tal Torra que considera que el resto de los españoles somos “bestias”, “víboras”, “hienas” y tenemos “una tara en el ADN”. El “sí” a la figura del relator, que viene a admitir una bilateralidad y un conflicto o una guerra que no existen, ha sido el culmen de la carrera a ninguna parte de un primer ministro que tiene más peajes en la sombra que pagar que trampas una película de chinos.
FUERA EL CHULO. No lo digo yo, lo apunta genialmente Alfonso Guerra. “Jamás he conocido a nadie con unas ansias más grandes de dormir en Moncloa”, apunta el ex vicepresidente, “¡ni en los presidentes del Partido Popular!”. “Ese afán de protagonismo”, prosigue, “esa afectación por su imagen, ese estudio de sus gestos y sus poses, ese terrible vacío en todo cuanto dice, la insignificancia de su mensaje, las ansias porque no lo saquen de allí ni con agua hirviendo, aunque para ello tenga que asociarse con lo peor de cada casa… Hemos fracasado en ese partido que hoy tenemos. Y nada hace prever que las cosas puedan mejorar”. Su matonil “¡os vais a enterar!” a la bancada de Ciudadanos, más propio de un afterhours que de la sede de la soberanía popular, es el epítome de cuanto digo. El único delito de Albert Rivera fue requerirle su tesis. Anécdotas como ésta hay para dar y tomar.
FUERA EL PLAGIARIO. Si esto fuera Alemania, el debate “Sánchez sí-Sánchez no” haría ya cuatro meses que no existiría porque estaría en casita disfrutando de las prebendas propias de los ex. La diputada socialdemócrata Petra Hinz fue forzada a coger los bártulos e irse por donde había venido al demostrarse que había falsificado su currículum. No era abogada, menos aún doctora en Derecho, sus estudios se limitaban a la Formación Profesional. El ministro de Defensa de Angela Merkel, Karl-Theodor zu Gutenberg, renunció en 2016 al descubrirse que había fusilado 70 de las 470 páginas de su tesis doctoral en Derecho. Menos que un Pedro Sánchez que plagió o cometió errores que le incapacitan como doctorado en el 52% de su fakesísimo trabajo. Con otra ministra de Merkel, en este caso de Educación, Annette Schavan, ocurrió tres cuartos de lo mismo al comprobarse que era una jeta académica. Aquí, los medios de izquierdas, que son legión, se pusieron a taparle las vergüenzas y lo consiguieron… de momento.
FUERA EL GUERRACIVILISTA. Un presidente cuya gran propuesta a la sociedad española no es la creación de empleo y de riqueza, el freno a la inmigración ilegal o arreglar el cristo territorial sino la exhumación de una momia no merece siquiera tal denominación. El Pacto de la Transición, bendito culpable de estos 40 años de prosperidad, paz y estabilidad, fue primero demonizado por Zapatero y ahora definitivamente dinamitado por Sánchez. Su obsesión electoralista (Franco le importa un pimiento) por sacar los restos del Valle de los Caídos demuestran el nivel del personaje y que, con tal de mantener el Falcon, los edecanes y los mil y un pelotas, es capaz de devolvernos al 36. Eso sí: de retirar las calles, las placas, los monumentos y los estadios a asesinos como Carrillo, Pasionaria, Largo Caballero o Companys, ni hablamos. Su perfil psiquiátrico queda tanto más claro cuando comprobamos que quiere sacar a Franco del Valle de los Caídos antes del 28-A y convertir el traslado de los restos en el ¡¡¡gran acto de la campaña electoral!!! No es broma.
FUERA EL EMBUSTERO. Un personaje que llega a la Presidencia del Gobierno pudiendo prometer y prometiendo que convocará elecciones “cuanto antes” y tarda ocho meses en hacerlo es un mentiroso de marca mayor. Si no llega a ser porque sus socios bolivarianos y golpistas le han dejado tirado, el “cuanto antes” habrían sido dos años. Las mil y una trolas que nos ha soltado el cuate desde junio las dejamos para otro día porque necesitaría 100.000 palabras y no 1.400 para enumerarlas adecuadamente.
El 28-A nos jugamos algo más, muchísimo más, que quién gobierna o deja de gobernar. El último domingo de abril el debate será mucho más dramático: España sí-España no; crecimiento económico sí-crecimiento no; empleo sí-empleo no; golpismo sí-golpismo no; bolivarianismo sí-bolivarianismo no; guerracivilismo sí-guerracivilismo no; inmigración ilegal sí-inmigración ilegal no; buenismo sí-buenismo no; corrección política sí-corrección política no; en definitiva, pensamiento único sí-pensamiento único no. Hay que ir a votar en masa como si no hubiera un mañana. Cada voto será crucial en unas elecciones en las que el resultado estará bastante más ajustado de lo que esperamos quienes ansiamos un Ejecutivo liberal que continúe las reformas necesarias para hacer de España la gran nación que fue y que debe volver a ser. Quedarse en casa tumbado a la bartola, confiarse o irse a la playa puede ser letal. Si la mayoría natural de este país acude como un solo hombre a las urnas evitaremos que el peor presidente de la historia acabe con España. Es la única manera de echar a Sánchez.
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