Opinión

Descontando todo esto

“Cumplimos. Los datos de Eurostat confirman que la factura eléctrica de los hogares españoles en 2021 fue similar a la de 2018, descontando la inflación”.

Aunque decir “Pedro Sánchez” y “mentira” resulta redundante, les confieso que cuando el pasado 13 de abril vi este tuit pensé que era un fake. Tuve que ir a la fuente, o sea a El País, para confirmar que la mofa era oficial: “Eurostat certifica que Sánchez cumplió con la promesa…”.

La nueva astracanada de Sánchez provocó la reacción inmediata en las redes: “Descontando que no tengo dos ruedas, soy una bicicleta”; “descontando que han fallecido más de cien mil españoles a causa de la pandemia, en España no ha habido Covid”; “descontando que en España hay más de tres millones de parados y que nuestro país dobla la tasa de paro de los países de la OCDE (12,6% frente al 5,2%), en España hay pleno empleo”.

La desinhibida actitud con la que actúa Pedro Sánchez desborda el marco político, por lo que para protegernos de las consecuencias derivadas de los actos que puede llevar a cabo este hombre es preciso acertar con el diagnóstico porque el juicio político no es suficiente.

Como en ocasiones anteriores en las que las reacciones de Sánchez resultan incomprensibles desde el punto de vista de la lógica, por muy soberbio que sea el personaje, le pedí a un amigo que es catedrático de psicología y psicólogo en ejercicio que me ayudara a analizar desde el punto de vista psicológico lo que se esconde detrás de la misiva dirigida al Rey de Marruecos en la que Sánchez le comunicaba que había decidido entregarle la soberanía del Sahara (que no le pertenece) ejecutando así una decisión tomada sin respetar ni a los saharauis, ni a los representantes de la soberanía nacional, ni a los ciudadanos españoles, ni a su propio Consejo de Ministros y que, además, vulnera las resoluciones de Naciones Unidas. Como se montó un escándalo por las consecuencias políticas de tal arbitrariedad, ha pasado desapercibido el aspecto psicológico que pueden inferirse del escrito. Ya se ha destacado que la carta no cumple con los requisitos formales, estilísticos y lingüísticos más elementales, menos aún para dirigirse de forma oficial a un destinatario de tal categoría y en un tema de tal trascendencia.

El ínfimo nivel del escrito se aprecia en que ni siquiera es capaz de establecer la concordancia entre sujeto y predicado. Pero esto no es solo un ejemplo del “nivel” del sujeto que la firma; tal cúmulo de chapuza nos debe llevar a analizar la cuestión desde el ámbito psicológico, porque la falta absoluta de revisión formal y estilística (si no por el autor de la carta por un revisor medianamente formado) muestra una desgana importante y el absoluto desprecio que siente Sánchez sobre la labor que está realizando. Un rasgo este que evidencia un nivel de impulsividad preocupante.

Siguiendo con el análisis psicológico, es relevante en el texto el uso de la primera persona del singular en el inicio de varios párrafos. De los seis párrafos que contiene, tres empiezan así: tengo, reconozco, espero… lo que unido a la introducción utilizada en el segundo párrafo denota una tendencia narcisista. Obsérvese que el segundo párrafo se introduce con la expresión: “nuestros dos países”. No dice los dos países que gestionamos o gobernamos, sino nuestros dos países, lo que denota un sentido de la propiedad que queda afianzado cuando entremezcla su postura con la de España:

“Reconozco la importancia que tiene la cuestión del Sáhara Occidental para Marruecos y los esfuerzos serios y creíbles de Marruecos, en el marco de Naciones Unidas, para encontrar una solución mutuamente aceptable. En este sentido, España considera que la propuesta marroquí de autonomía…”. Este párrafo recuerda a aquella expresión de Stalin cuando dijo: “Stalin es el poder soviético”. Cualquier psicólogo nos diría que esta es una estrategia de propaganda política dentro del recurso de personalización, consistente en encarnar una idea en la figura de su líder, que en el caso de Sánchez equivale a decir: “Yo soy España”.

El carácter narcisista de Sánchez se aprecia a lo largo de toda la carta, demostrando su egocentrismo y un sentido de su importancia exagerado. Este aspecto se ve también cuando hace valer su punto de vista como el único argumento para validar las ideas que defiende. Por ejemplo: “Reconozco la importancia que tiene la cuestión del Sáhara Occidental para Marruecos…”; u “os aseguro que España siempre cumplirá sus compromisos y su palabra”. Un enfoque que muestra la idea subyacente de que el sujeto, o sea, Sánchez, entiende su mera palabra como argumento de autoridad suficiente.

Por último, es digna de análisis la expresión de despedida: “Le ruego acepte, Majestad, la expresión de mis más distinguidos sentimientos”. Y este aspecto es más que relevante porque muy pocas personas calificarían a los sentimientos de distinguidos. Los sentimientos son por definición la forma en que uno percibe subjetivamente las emociones. Y las emociones no pueden ser distinguidas, porque son el sustrato más elemental del comportamiento humano, son reacciones psicofisiológicas básicas comunes a los individuos ante estímulos semejantes. Cuando Sánchez califica de distinguidos sus sentimientos, evidencia que desconoce las características más elementales de estos, lo que unido a la impulsividad, a la búsqueda de satisfacción de las propias necesidades de poder y control, y a la irresponsabilidad, creo que podemos concluir que estamos ante un claro espécimen de la personalidad descrita en psicología como tríada oscura, soportada en las tres patas: psicopatía, maquiavelismo y narcisismo.

O sea, todo esto era para decirles que descontando su alianza con los enemigos de la España constitucional y democrática, con los golpistas y con los herederos de ETA, Sánchez es un presidente homologable con cualquier otro de la Europa democrática. Y descontando todos los aspectos que definen su personalidad, se puede certificar que Sánchez es un hombre equilibrado y normal.