Delincuencia podemita
He alucinado esta semana con la reaparición en forma de entrevista de Cristina Cifuentes. Por dos motivos. El primero, sumamente gratificante, no es otro que el admirable estado de forma de una Ana Rosa Quintana que, pese a arrasar durante 16 temporadas consecutivas, se ha marcado una exclusiva que hacen a uno morirse de sana envidia. Eso es periodismo y lo demás, tonterías. Está de más apostillar que tampoco salgo de mi asombro con la protagonista de esa hora y diez minutos en Telecinco. Desconozco si es una cínica o no está en sus cabales, esa cuestión la dejo al arbitrio de la Psiquiatría, pero la ex presidenta de Madrid culpó de todos sus males a una conspiración en cuyo epicentro me situó implícitamente. Olvida que yo no metí las cremas que robó en el hipermercado que hay enfrente de la Asamblea de Madrid, que simplemente me limité a publicar el vídeo que lo corroboraba y que fue Rajoy quien la mandó a su casa tras pulsar OKDIARIO aquel 25 de abril de 2018 y quedarse patidifuso.
La tan conspiranoica como histriónica ex presidenta habló, para empezar, del trinque más famoso de la historia reciente de España. Apuntó, sin titubear, con ese rostro pálido que la caracteriza, que las introdujo en su bolso “por error”. Vuelve a olvidar que las cremas habían sido ya desprovistas de la pertinente caja cuando las coló en su talega. No conozco a nadie que vaya al súper y en lugar de depositar los diferentes artículos en el carrito de la compra lo haga en el bolso, en la mariconera o en el bolsillo del pantalón. La muy jeta atribuyó a “las cloacas” tanto la aparición del vídeo, como el descubrimiento de su máster fake. De su imputación en la Audiencia Nacional en Púnica destacó, cómo no, su inocencia más absoluta. Alguna mano negra debe mover los hilos del juez García-Castellón.
Un político que sisa en un súper, en la farmacia de la esquina o al compañero de trabajo duraría en los EEUU lo mismo que un caramelo a la puerta de un colegio. Bueno, en los EEUU, en Japón, en Francia, Alemania, Reino Unido y no digamos ya en esos países nórdicos en los que la ejemplaridad es condición sine qua non para poder estar siquiera un minuto en el servicio público.
El cierre de filas con Cifuentes se queda en nada con la corrupción deontológica de no pocos colegas con las golfadas de Podemos
Que este país está moralmente en los huesos, éticamente podrido hasta los tuétanos, lo certifica alarmantemente la encendida defensa que algunos medios y algunos periodistas han hecho de la indecente ex presidenta madrileña. Este cierre de filas es, sin embargo, un juego de niños con la corrupción deontológica que no pocos colegas practican con las golfadas de Podemos y/o de sus jerarcas. Basta ver la escasa atención que la mayor parte de la profesión dedicó al explotador Echenique, que pagaba en B a su asistente, a los 272.000 dólares que la narcodictadura venezolana abonó a Iglesias en una cuenta offshore en las Islas Granadinas, a la VPO del especulador Espinar, a la financiación iraní del partido o a los más de 7 de millones que el asesino Chávez y su secuaz Maduro regalaron a esta banda.
Con todo, esto es el chocolate del loro en términos morales si trazamos una comparación con otros episodios de barandas morados que directamente entran en la delincuencia pura y dura.
El primero de ellos es sencillamente acongojante. El 29 de octubre de 2015 este periódico publicó, sentencia incluida, que el number 1 de Podemos en Burgos, Pedro de Palacio, fue condenado por abusar sexualmente de una niña de 5 años cuando él tenía 17. No fue a la cárcel porque era menor de edad. El pollo se limitó a precisar que “sólo [sic] fueron unos tocamientos” y que la agredida no tenía 5 años “sino tres”. Íñigo Errejón ordenó su dimisión pero Iglesias forzó su permanencia en el sanctasanctórum podemita, el Consejo Ciudadano. Estuvo al menos dos años viviendo de esta sopa boba. Y el 80% de los medios miró hacia otro lado.
El no va más llegó esta primavera al conocer que su candidata a la Alcaldía de Ávila, Pilar Baeza, no era una ladrona, ni la titular de una cuenta en un paraíso fiscal y tampoco una aprovechategui del dinero público modelo Espinar o una explotadora laboral versión Echenique. No. Pilar Baeza los dejaba reducidos a la condición de aprendices: era una asesina convicta y confesa. La alcaldable participó en el asesinato a tiros de un vecino de Leganés, al que acusaba de haberla violado (eso sí, jamás lo denunció ni la Justicia le condenó). Al saltar a la luz la noticia, dio igual que le hubieran metido 29 años de cárcel, porque todo Podemos saltó como un solo hombre a defender a su candidata. “Tiene todo nuestro apoyo, cumple todos los requisitos legales para presentarse”, replicó el jefe de filas regional, Pedro Fernández, que admitió que conocía los antecedentes de la criminal. Y aquí paz y después, gloria. La amoralidad de la cúpula podemita contrastó con el buen criterio de los abulenses: sólo obtuvo el 1,6% de los votos y, consiguientemente, no salió elegida. A Dios gracias. Tal vez fue la mano invisible de Santa Teresa la que hizo el bien. Nuevamente el 80% de los medios miró hacia otro lado, se limitaron a dar la noticia pero críticas, lo que se dice críticas, muy pocas por no decir ni una.
Los medios izquierdosos, que son legión, son tan implacables con la honrada Isabel Díaz Ayuso como benévolos con el podemismo. Verbigracia: el candidato de Podemos al Senado por Badajoz, Salvador Salvatierra de Toro, que fue detenido por la Policía en 2017 por posesión de material pedófilo en su ordenador. El malnacido no sólo tenía fotos de menores desnudas sino que las enviaba a terceras personas. Para más inri, propuso a una de sus víctimas mantener relaciones sexuales. El muy sinvergüenza lo achacó todo “a una caza de brujas” La repugnancia que provoca este tipejo no generó los mismos ríos de tinta que se hubieran desencadenado si el delincuente fuera un líder popular, de Ciudadanos o de Vox. Es sencillo de comprobar: ¿recuerda usted, querido lector, el hecho? Si la respuesta es “no” es que el pensamiento único periodístico despachó la noticia a beneficio de inventario.
Más delincuentes podemitas: José Oliver, miembro de la Ejecutiva autonómica balear, tuvo que irse por patas de la política en 2015 al descubrirse que había sido condenado por tráfico de drogas unos meses antes. En concreto, la Policía le intervino 148 gramos de speed. El camello fue excusado por la cúpula del partido con una frase que resume a las mil maravillas la indigencia moral de esta gente: “Nadie es perfecto”. Tampoco debía ser perfecto el senador por Lanzarote José Ramón Galindo, al que la Policía Local detuvo por posesión de 10 envoltorios de cocaína y una tableta de hachís. Tan cierto es que el caso fue archivado a petición de la Fiscalía como que también se libró in extremis de una condena por atentado contra la autoridad. Demasiada casualidad.
La gran mayoría de medios consiente casi todo a los políticos del pensamiento único y no deja pasar ni una a los de la derecha
Por tener, tienen hasta etarras en sus filas. El entonces senador podemita Josetxo Arrieta reconoció que lo había sido en la Transición cuando hace tres años largos OKDIARIO le pilló con el carrito del helado y le llamó para contrastar la noticia. No es de extrañar su presencia en una organización cuyo führer daba mítines con proetarras y cuya mano derecha, Juan Carlos Monedero, aseguró hace cinco años que “había empezado a entender la violencia de ETA”. Una violencia que relativizaba “por la ejercida por el Estado”. Las números 2 y 3 de Podemos Valdemoro fueron condenadas a tres años de cárcel y a una multa de 500.000 euros por un delito de insolvencia punible en 2015 siendo concejalas en ejercicio. Para variar, Ganemos Valdemoro les expresó su “firme apoyo”. Algo similar aconteció cuando se conoció que el ahora secretario de Organización podemita, el por otra parte siempre amable Alberto Rodríguez, más conocido como “el de las rastas”, había sido procesado por pegar a unos policías. El Supremo finalmente archivó el proceso abierto contra él.
Los vínculos entre dirigentes podemitas y la delincuencia van camino del infinito y más allá. La riojana Nazaret Martín anunció a finales de agosto que renunciaba a ser consejera autonómica “por razones personales”. Horas después, nuestros periodistas Raquel Tejero y Alejandro Entrambasaguas explicaron cuáles eran las personalísimas razones que la habían inducido a renunciar a la gloria a cinco metros de la meta. ¿A que no las imaginan? ¿El delito tal vez? La individua cometió un hurto en un centro comercial y fue condenada por conducir sin seguro. Una joyita. Otra lo es su pareja, el ex secretario general de Podemos en la región, Francisco Garrido, que se quedó con 36.000 euros de ayudas públicas.
Qué triste panorama. El político y ese mediático que, por complejo o afinidad ideológica, consiente casi todo a los políticos del pensamiento único y no deja pasar ni una a los de la derecha, se llamen PP, se denominen Ciudadanos o se agrupen bajo las siglas de Vox. Que una asesina, el agresor sexual de una niña de tres años, un pederasta, una ladrona, un etarra o un matón campen a sus anchas en la vida pública es para echarse a temblar. Un asesino o un pederasta no pueden ni deben tener hueco en la política por mucho que se hayan rehabilitado y hayan purgado legalmente todas sus penas. Simple y triste reflejo de una España que hace tiempo abandonó el estadio de la moral para refugiarse en el del relativismo, la conveniencia, el embuste y el cinismo. Una España en la que da igual ocho que ochenta. Una España en la que vale todo. Una España que inevitablemente irá a peor porque si los de arriba no dan ejemplo los de abajo se sentirán con licencia para perpetrar cualquier barbaridad. Se supone que la gran virtud de un político, además obviamente de la eficacia en la gestión, es la ejemplaridad. Así empezaron los peores regímenes de la historia, integrando en sus filas a lo peor de cada casa. Y así terminaron. Cuidadín.
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