Una decisión que llega tarde
Tras ocho meses en prisión provisional por el ‘Caso Erial’, el ex ministro Eduardo Zaplana saldrá en libertad una vez consiga el alta hospitalaria por parte del doctor Guillermo Sanz, el especialista en Hematología del Hospital la Fe de Valencia que trata la leucemia del ex dirigente popular y que ha advertido del letal peligro de que regresara a la cárcel. La decisión de la magistrada Isabel Rodríguez es, sin duda, acertada y, por fin, humana y acorde con la dignidad que otorga nuestro Estado de Derecho a todos los ciudadanos. Sin embargo, y a pesar de ser un dictamen judicial loable y justo, llega demasiado tarde por carecer de equidad, sobre todo, teniendo en cuenta que en lo que llevamos de año la Audiencia Nacional ha puesto en libertad al etarra Asier Aginako Etxenagusia atendiendo a su grave estado de salud y a su derecho a obtener los cuidados necesarios con total garantía. Un derecho que se le ha negado a Zaplana hasta en cinco ocasiones.
La salud de Zaplana, encarcelado desde el mes de mayo en la prisión valenciana de Picassent, se ha degradado considerablemente durante este tiempo e, incluso, se ha llegado a temer por su vida si finalmente la juez no hubiera escuchado las continuas peticiones de libertad de sus abogados y también de la mayor parte del arco político español con independencia de su ideología. Rodríguez, que veía respaldada su negativa a la libertad por la Fiscalía Anticorrupción, se negaba en rotundo a poner a Zaplana en libertad al entender que podría haber riesgo de fuga o destrucción de pruebas.
Ahora, tras bloquear 6,3 millones de euros al ex presidente de la Generalitat valenciana, la juez descarta toda probabilidad de huida y Zaplana podrá recuperarse de su gravísima enfermedad rodeado de su familia, a la cual también se le privó de su compañía al estar aislado en el hospital valenciano. El ex ministro, acusado de un presunto delito de blanqueo de capitales y delitos fiscales, tendrá que responder por las acusaciones que pesan sobre él –qué duda cabe–; pero, al menos, tendrá la oportunidad de hacerlo con la misma honorabilidad que la Justicia brinda a los etarras gravemente enfermos y condenados, al contrario que Zaplana, reo sobre el que aún no pesa ninguna condena firme.
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