Se debe velar por el interés nacional
En estos momentos que atravesamos, donde ha sido necesario proclamar el estado de alarma para poder recuperar el tiempo perdido y los recursos distraídos en otras cuestiones por el propio Gobierno, no es tiempo de realizar el análisis de lo mal que ha hecho las cosas el Ejecutivo, cuando podría haber contenido mejor, escalonadamente, la propagación del virus con una actuación temprana y con mejor información, dando una señal de firmeza, con un plan trazado, que transmitiese confianza y tranquilidad, a la vez que incentivase la prudencia de todos. Eso no ha pasado y momento habrá de analizarlo. Ahora, todos debemos poner de nuestra parte para que esta situación pase lo antes posible de la mejor manera que sea factible.
Para eso, hace falta un Gobierno que vele por el interés nacional. Sin embargo, con el esperpento de Consejo de Ministros del sábado aparecen muchas dudas de que una parte del mismo lo haga: la parte podemita. Una cosa es que el estado de alarma le confiera al Gobierno la coordinación y utilización temporal de todos los recursos, públicos y privados, que precise, y otra el intento de los comunistas, según las informaciones periodísticas publicadas, de nacionalizar las eléctricas y los medios de comunicación. El estado de alarma es un instrumento para que el Gobierno pueda coordinar y utilizar todos los recursos mientras dure dicho estado de alarma, no para nacionalizar nada.
Por otra parte, también según las mismas informaciones periodísticas parece que los podemitas querían que Cataluña y País Vasco no quedasen bajo la coordinación del Gobierno de la nación, porque era atentar contra su autonomía. Es irritante que esa parte del Gobierno no pueda dejar, ni por un instante, su obsesión política. Una enfermedad, máxime si se considera pandemia, afecta a todos por igual, sin distinguir fronteras, acentos o colores políticos. Por ello, lo mejor que puede hacerse es una acción coordinada que persiga eficiencias en el empleo de los recursos y permita, así, avanzar más en la superación de esta complicada circunstancia. Eso es lo que permite el estado de alarma.
Estas dos cuestiones que, según los medios de comunicación, se dieron en el consejo de ministros del sábado, ponen de manifiesto, por si quedaba alguna duda, que Podemos no es una organización política que esté a la altura de la responsabilidad de sentarse en el banco azul. Sánchez debería aparcar, al menos por este duro período, su dogmatismo, destituir a todos los ministros de Podemos, romper con dicho partido y para siempre con los independentistas -que también se ocupaban de reclamar el domingo que el Gobierno no los coordinase en lugar de ocuparse en lo que debería ser su preocupación, salvar enfermos y minimizar el impacto en la economía, por este orden- y formar un Gobierno de unidad nacional con los partidos constitucionalistas o, al menos, con el principal partido de la oposición, pero si puede ser con todos los constitucionalistas, todavía mejor.
No es admisible que por el problema generado por Podemos se aplazase la adopción de medidas económicas de cortísimo plazo para evitar la asfixia de las pymes y autónomos, ni que se diese esa imagen de descoordinación en lugar de transmitir una señal de seguridad, firmeza y dominio de la situación, que emanasen confianza, que es la parte estructural necesaria para que se destruya lo menos posible el tejido productivo y sirvan de algo las medidas de cortísimo plazo. El Gobierno debe velar por el interés nacional, y si una parte de sus miembros se preocupa de otras cosas antes que de esos intereses nacionales, debe ser destituido.
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