Cuando la realidad desnuda el relato miserable de la izquierda
La persona con problemas de salud mental que envió un sobre con un cuchillo a la ministra de Industria, Reyes Maroto, no era un «fascista», sino un esquizofrénico que afirmó a la Policía sentirse como un «agente secreto», un «miembro de los servicios de información» al que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado consideran «inofensivo». En realidad, el «fascista» vive en soledad en una casa ocupada y se encuentra en un estado de «marginalidad total», sin contacto con su familia. Su perfil no es el de una persona peligrosa: está operado de cáncer de garganta, se expresa con dificultad y su defensa la ejercerá un abogado no de oficio que ya le atendió hace una década y que llevará el caso por pura humanidad. Carece de una reciente evaluación psiquiátrica, por lo que se procederá en breve a realizarle exámenes a fin de determinar su grado de discapacidad. Este era el «fascista» que, según la izquierda, actuaba espoleado por Vox. En suma: un enfermo abandonado que lo que necesita es ayuda.
Todo lo ocurrido a raíz del envío del sobre con el cuchillo es un soberbio ejercicio de manipulación de la realidad. El socialcomunismo trató de aprovechar políticamente la noticia para construir, sin prueba alguna, un relato surrealista que le permitiera cambiar el rumbo de una campaña electoral en la que Isabel Díaz Ayuso sigue imparable. Se trataba de aprovechar la circunstancia para crear un clima de opinión sustentado en la falsa idea de que el sobre enviado a la ministra formaba parte de una estrategia de la «extrema derecha». Al final, el ridículo del socialcomunismo es total. Es lo que tiene traspasar todas las líneas de la dignidad. La realidad ha desnudado a la izquierda, que buscaba desesperadamente algo que le permitiera cambiar el curso de la campaña, aunque fuera retorciendo la verdad. Al final, el peligroso «fascista» era un enfermo mental que vive en un estado total de abandono. «¡No pasarán!», gritó Adriana Lastra al conocer el envío del sobre. Qué bochorno, qué manera de hacer el ridículo.
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