Consulta catalana: el melón está servido
Esta semana, un grupo de artistas e intelectuales catalanes han manifestado públicamente su rechazo al referéndum sobre Cataluña. Nombres como Serrat, Isabel Coixet, Juan Marsé, Joan Botella, Eduardo Mendoza o Francisco Rico, entre otros, han ocupado los titulares para expresar su profundo malestar con la situación que ahora se vive respecto a Cataluña. Para Isabel Coixet, los artistas no tienen la obligación de hablar ni de posicionarse, pero enfatiza que no pueden escurrir el bulto. Si una lee sus argumentos, todos respetables, cada uno selecciona alguno de los puntos por los que considera que la consulta no debería tener lugar. El censo, las cuestiones a plantear, el marco legal, la intención, los promotores. En fin, razones como gustos, y para gustos, los colores.
También han sido noticia las personalidades internacionales que, justo en sentido contrario a los anteriores, han manifestado su apoyo a la consulta en Cataluña. Entre ellos, hay seis premios Nobel, Silvio Rodríguez, Peter Gabriel, Peter Jambrek, Heiner Falssbech, Costas Lapavitsas o Yoko Ono. Defienden el derecho de autodeterminación de los pueblos, y por encima de todo, la democracia, la libertad de expresión. La simple posibilidad de que el pueblo —supuestamente soberano— sea consultado, manifieste su opinión. Usted, querido lector, tendrá también seguramente una idea al respecto de lo que está sucediendo en Cataluña. Yo no pretendo convencerle de una idea ni de la contraria. Pero no me negará que sea lo que sea que usted piense, estaremos de acuerdo en que las cosas se están haciendo mal. Rematadamente mal. Puede que para usted el origen de todo esto se encuentre en el Estatut aprobado en la “era Zapatero”, puede que no, que quizás aquello le parezca un gran paso que, siendo un buen pilar, el Partido Popular se encargó de enfangar, pisotear y destrozar. Es evidente que yo me inclino más por esta segunda idea. Pero no pretendo polemizar.
Lo que me llama la atención es que tengamos una clase política tan débil, tan parca en diálogo y en capacidad de resolución de conflictos. La política, esa que en muchos como yo es vocación, precisamente se centra en resolver problemas. Ahora tengo la impresión de que es todo lo contrario: crear problemas, aumentar los ya existentes y aparentar de alguna manera ofrecer una alternativa, que no viene a ser otra cosa que otro problema más. Cataluña es el mejor exponente de esto que le cuento. Lejos de abrir vías de diálogo, poner sobre la mesa todas las opciones posibles: entenderlas, analizarlas, intentar ajustarlas, lo que se ha hecho ha sido abrir la veda, atrincherarse y escalar en una agresividad que solamente puede conllevar consecuencias dramáticas.
Porque estando como están las cosas, resulta evidente que la consulta va a celebrarse. Y que, sinceramente, no creo que haya sido inteligente demonizarla. Al fin y al cabo son urnas, son votos, es expresión de una idea, de una voluntad. Sin más. La actitud del Partido Popular, apoyado por quienes solamente pretenden sacar rédito de eslóganes fáciles ha enconado mucho más la cuestión, dándole excesiva relevancia a algo que bien pudiera haber pasado por un mero acto de participación ciudadana. Su empecinamiento, sus amenazas desde el Gobierno, su continuo machaque a través del uso de medios de comunicación está generando una tensión incómoda que a cualquier demócrata resulta repugnante. Como decía al principio: en lugar de ayudar a encontrar soluciones, posturas de encuentro, están avivando el fuego, metiendo el dedo en la yaga y generando división y odio entre personas que en el fondo, no tienen posibilidad de hacer otra cosa.
Comprendo la argumentación de los artistas catalanes que están hartos de todo este galimatías. Pero sobre todo entiendo a las personalidades internacionales que, desde fuera, ven todo esto de una manera mucho más relajada. Usted pensará que opinan así porque no tienen ni idea. Y yo le contesto que muy probablemente ni usted ni yo tampoco. Ni tantísimas personas que solamente están dejándose manipular alimentadas por el odio. Abierto este melón, desde mi punto de vista, lo más sano sería sentarse a la mesa y plantear cómo se come. Ya es tarde para intentar que desaparezca.
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