La Cataluña de Putin y la España de Sánchez
Según va pasando el tiempo se amontonan las informaciones que acreditan que Putin y Sánchez trabajan, con prisa y sin pausa, para construir un modelo de sociedad en el que la disidencia política esté perseguida –con violencia o sin ella, recluida o silenciada– y el caudillo no esté sometido a ningún tipo de control. Si al amable lector le parece que exagero en la comparación, podemos poner algunos ejemplos para ilustrar la semejanza entre la forma de gobernar (es un decir) de ambos autócratas.
Que Putin es un populista de extrema derecha que ha aniquilado (incluso físicamente) a todos sus oponentes es una realidad incontestable, incluso para aquellos que lo justifican y/o comprenden, porque es el socio de los dirigentes de Corea del Norte o de China, enemigos jurados de las democracias liberales.
Que Sánchez persigue y decreta el borrado dentro y fuera de su partido a cualquiera que ose expresar un pensamiento propio (no hace falta que sea crítico, basta con que sea propio) sobre sus actos está ilustrado con nombres y apellidos: Redondo Terreros, Leguina, Page (advertido está)… o Savater.
Que Sánchez ha conseguido mandar en el PSOE y en el Gobierno de España por haber logrado el borrado y la denigración –en su partido y en los medios de comunicación que controla– de todo aquel que se haya atrevido a señalar sus actos cobardes y sus mentiras sólo requiere un ejercicio mínimo de memoria no selectiva.
Que Sánchez sigue siendo presidente gracias al reforzamiento de sus pactos con los partidos populistas y más de extrema derecha que existen y ejercen en España (desde los herederos de Podemos travestidos en comunistas duchados y melena al viento hasta los golpistas y etnicistas catalanes, pasando por los herederos irredentos de ETA) tampoco requiere ningún ejercicio de explicación: basta con seguir los debates del Congreso de los diputados y las ruedas de prensa del Consejo de Ministros (con moderación, tampoco hay que fustigarse, basta con los resúmenes incluso de la prensa concertada) para darse cuenta de la ralea que ostenta el poder político en el Gobierno de la Nación y en el Congreso de los Diputados, instituciones a las que Sánchez ha devaluado –comenzando por esa Presidenta que tanto se parece a él– hasta un desnivel que no superan ni las instituciones de la Rusia de Putin.
La certificación de los acuerdos entre Putin y Puigdemont para convertir a Cataluña en un paraíso fiscal al servicio de Rusia y contra los intereses de la Unión Europea es el corolario de los vasos comunicantes entre la España y la Rusia soñadas respectivamente por Sánchez y Putin.
El viejo refrán «los amigos de mis amigos son mis amigos» tiene un envés: los amigos de mis enemigos son mis enemigos. O sea, son enemigos nuestros los amigos de Putin, (eurodiputadas espía que hacen la campaña electoral con los de Junts; emisarios de Putin que entregan dinero a los de Puigdemont para financiar la campaña del referéndum ilegal que proclamó la independencia y la República catalana; ofertas de pagarés multimillonarios para garantizar el presupuesto de una Cataluña «independiente»; manuscritos entre Puigdemont y los emisarios de Putin estableciendo la fórmula propuesta para financiar el procés con dinero publico ruso; documentos que desvelan cómo financiar «la nueva República catalana» a través de bitcoins para establecer un paraíso fiscal dentro de la UE a la vez que el Kremlin salvaguardaba las finanzas de una Cataluña independiente; miles de soldados rusos para defender la república catalana…).
Pues los amigos de los de Puigdemont, los que harán todo lo posible para borrar todos los delitos cometidos por este prófugo de la justicia y por las hordas que apalearon policías, quemaron e invadieron instalaciones aeroportuarias, asaltaron instituciones, cortaron carreteras y autopistas para impedir el normal desenvolvimiento de las instituciones y de los ciudadanos…, son los socialistas. O sea, los amigos de nuestros enemigos son el PSOE y Pedro Sánchez, que tanto monta, monta tanto. Dicho en más clarito: los enemigos de la España y la Europa democrática son los socialistas españoles que gobiernan en coalición de intereses bastardos con los enemigos per se de las democracias liberales de todo el mundo.
Sí, está claro. Los eternos enemigos de la democracia –ya sea por racistas asesinos (los de ETA) o por racistas independentistas que quieren convertir en extranjeros en su tierra a más de la mitad de sus conciudadanos– no serían más que un incordio si no fuera por la complicidad del PSOE y de Sánchez. El enemigo, pues, no es Puigdemont, u Otegi, u Ortuzar, o Junqueras, o la comunista melena al viento que manosea al papa montonero… El enemigo de la España plural dentro del espacio democrático europeo es el PSOE de Pedro Sánchez, el único que existe. Porque quien destruye la libertad, la convivencia y la igualdad entre españoles, quien quiere construir un muro entre ciudadanos no es adversario sino enemigo, enemigo de la democracia y, por ende, de todos los demócratas.
Si esta anomalía democrática que dirige el Gobierno de España y parasita casi todas las instituciones que tendrían que ejercer su papel constitucional de control del Ejecutivo se mantiene por mucho tiempo en el poder, logrará hacer posible una parte de la ecuación en la que, sin necesidad de hablarse, trabaja con Putin. Vladímir Putin no consiguió que Cataluña fuera un paraíso fiscal al servicio de Rusia dentro de la UE; pero es posible que, si no lo detenemos, Sánchez consiga que España sea un paraíso penal para los amigos de Putin y los suyos. Al fin y al cabo, sabido es que Sánchez defiende la amnistía de todos los grandes delitos cometidos por políticos porque él mismo se sabe carne de banquillo.
Pues eso, este es el sueño húmedo de Sánchez y sus cómplices: Cataluña paraíso fiscal, España paraíso penal. Más nos vale que , como escribe Savater hoy mismo: «…no nos cansemos ni abandonemos lo que los bribones llaman fachosfera, porque de ahí saldrá la patada que vamos a darles». Amén.
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