Opinión

Balón de oro y raqueta de platino

Unos llegan y otros se van. Así es la vida, una carretera que, como todas, comienza en el kilómetro cero y termina en otro de distancia variable, aunque definida.

El reciente «alón de Oro», que tanto ha escocido en el Real Madrid, Rodri se siente rodeado de un entorno «semejante el de Rafa Nadal», cuya importancia redunda, según señala, en el rendimiento de cualquier deportista. «Que te digan cosas aunque algunas no te guste escucharlas» o que «te sigan y te acompañen siempre vayas donde vayas» se enmarca dentro del ambiente «familiar» que el cerebro del City y de la Selección Española contempla en su actividad como una de las bases del éxito.

Mientras el futbolista continúa su brillante travesía, el aludido tenista mallorquín la abandona. Este tramo, que inició en temprana edad, finaliza con resultados mayores de los que cabía, sino exigir, esperar. Y ciertamente, en los palcos de las pistas que visitó, siempre estuvieron su padre, su madre, su esposa, su hermana, sus tíos y, últimamente, su hijo. En ocasiones todos juntos y otras por turnos no rigurosos.

Su tío Toni, que se atribuye y a quien atribuyen los parámetros de su formación en el esfuerzo sin denuedo, el sacrificio en el trabajo, la resignación frente al dolor, la humildad en la victoria y la deportividad en la derrota, no deja de dar conferencias aquí, allá y en todas partes, cual catedrático de clases particulares. Efectos colaterales.

Sin embargo, no todo buen vasallo procede de buen señor. De ser así yo mismo hubiera sido un buen estudiante de matemáticas y, pese a mis profesores y su bondad, fui un desastre total. La materia prima, igual que la gris, juega su papel y no siempre se transforma sin que el interesado acepte la metamorfosis, sea el que se va o quien viene. Eso vale para aquellos que aún vendrán, que los habrá por mucho que otros en camino estén a punto de naufragar con maestro o sin él.