De Felipe de Orleans a Ana de Gran Bretaña: Salir del armario en palacio
El Día Internacional del Orgullo es una jornada que cada año se celebra el 28 de junio, en conmemoración de los disturbios de Stonewall de 1969 y con el objetivo de reafirmar el sentimiento de orgullo sobre las orientaciones sexuales e identidades de género que tradicionalmente han estado marginadas y reprimidas, así como para visibilizar su presencia en la sociedad. Una jornada importante en la que se busca defender que ninguna persona debe avergonzarse de lo que es, sea cual sea su orientación sexual o su identidad de género.
Francisco de Asís / Gtres
Esta celebración surge como una respuesta social a los diferentes mecanismos que el sistema utiliza en contra de las personas que se ‘desvían’ de los códigos de conducta tradicionales y que pretende poner en valor la identidad de cada uno, sea cual sea.
A pesar de que en la actualidad se han eliminado muchas conductas discriminatorias, lo cierto es que esto es algo que no siempre ha sido así, especialmente en algunos sectores en los que una conducta homosexual era motivo de rechazo. Un ejemplo claro lo constituye la esfera royal. A lo largo de los años, más allá de ser o no ser homosexual, la realidad es que las emociones, sentimientos o cuestiones personales no era algo de lo que se hiciera alarde.
Salvo casos muy puntuales, los matrimonios no se producían debido al amor o la atracción, sino más bien por una cuestión de Estado, lo que dejaba de lado cualquier posibilidad de apelar al corazón. Esto era algo que estaba socialmente aceptado, de la misma manera que a nadie le resultaba extraño que un Rey fuera infiel a su esposa -en el caso de las mujeres, la situación era distinta en la mayor parte de las circunstancias-.
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Debido a esto, era poco habitual que personas que sintieran atracción por su mismo sexo lo oficializaran, ya que se consideraba algo fuera de lo ‘normal’. Aunque es cierto que en la Antigua Grecia se percibía como más puro el amor entre hombres, con el paso de los años, las relaciones entre personas del mismo sexo han sido duramente criticadas e incluso utilizadas como acusación cuando se ha querido ‘eliminar’ a algunos individuos. Por eso, han sido muchos los que han vivido su sexualidad en secreto y, como consecuencia, de una manera menos natural.
En el caso de las monarquías, a lo largo de los siglos muchas familias reales han querido ocultar la condición sexual de algunos de sus miembros, aunque ello no ha sido óbice para que los rumores y especulaciones se extendieran. Es más, no ha sido hasta hace poco tiempo cuando, por ejemplo, entre los Windsor se empezó a hablar de manera explícita de la orientación de alguno de sus integrantes, como es el caso de Lord Ivar Mountbatten -primo de la Reina Isabel-, que abrió la veda al confesar al tabloide Daily Mail su salida del armario y su posterior boda.
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No obstante, aunque Mountbatten ha sido el primero en hablar de una manera tan explícita, se sabe que el tío de la monarca, Jorge de Kent, también era gay. Nunca salió del armario y estaba casado con Marina de Grecia, pero durante más de dos décadas mantuvo una especial amistad con el actor Nöel Coward. El hecho de que nunca se hiciera pública su orientación tiene mucho que ver con la opinión de Jorge V sobre los homosexuales, a los que criticaba de manera feroz.
En la sombra, ‘a medias’
Al igual que en el resto de la sociedad, también dentro de las familias reales hay varios casos de personas homosexuales, aunque la mayoría han tenido que permanecer en la sombra. La Reina Ana de Gran Bretaña, por ejemplo, era conocida por ser bisexual y mantener una relación con la esposa del duque de Marlborough. También Guillermo, tercer hijo de ‘El Conquistador’, despertó los rumores al no casarse y frecuentar la compañía de jóvenes a quienes, según la rumorología, exigía grandes habilidades y destrezas en la cama. De la misma manera, Ricardo Corazón de León -que no era gay- complació al rey Felipe de Francia en todo lo que este quiso -incluso en cuestiones de cama-, para asegurarse una alianza con él. Todo sea por la diplomacia en este caso.
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En Francia, uno de los casos más destacables es el de Felipe I de Orleans, el hermano pequeño de Luis XIV. El Príncipe nunca ocultó su homosexualidad, es más, se sabe que le gustaba maquillarse y vestirse, algo que contaba con el apoyo de la familia, tanto que su madre incluso lo llamaba “mi pequeña niña” y lo animaba a disfrazarse de mujer. Tuvo muchos amantes a lo largo de los años, pero el más importante fue el Caballero Felipe de Lorena. Pese a ser homosexual, Felipe de Orleans se casó dos veces y tuvo siete hijos que son antepasados de todas las casas reales de Europa. Por este motivo se ganó el apodo de “abuelo de Europa”.
El caso de Guillermo de Orange (1650-1703) también es llamativo. Hijo de una Estuardo y casado con la hermana del Rey Jaime II Estuardo, aprovechó la llamada «revolución Gloriosa» para proclamarse rey de Inglaterra, por encima de su esposa. Es más, a su muerte, él siguió siendo rey.
Su matrimonio fue de conveniencia y, según algunas fuentes, el verdadero amor de Guillermo III fue Hans Willem Bentinck, un noble holandés un año mayor que él. Aunque llevaron esta relación con discreción, los jacobitas hicieron pública una sátira de la Coronación en la que se presentaba a Bentinck como un berdache (homosexual pasivo).
Jorge de Grecia, segundo hijo de Jorge I de Grecia y la Reina Olga nunca fue un alumno aventajado, por lo que sus padres lo enviaron a Dinamarca, con su tío Valdemar. Un cambio importante para él, que comenzó a destacar en los estudios y en su formación militar, pero que, además, parece que fue el escenario en el que comenzó una relación con su tío, más de diez años mayor. Según los historiadores, mantuvieron una relación que perduró varias décadas y aunque el joven príncipe se casó con María Bonaparte -con quien logró mantener una relación de profunda amistad-, la luna de miel la pasaron en el yate real griego, donde estuvo Valdemar. Una historia de amor que acabó con la muerte de este último.
Enrique VIII / Gtres
Ya más cerca en el tiempo, los Príncipes Doria Pamphilj adoptaron a Jonathan, cuyo nombre original era Archibald. Aunque se crió en un ambiente muy conservador, el Príncipe nunca tuvo reparos en asumir su homosexualidad e incluso contó con la comprensión de su familia. Es más, poco después de que saliera del armario, se marchó con su novio a Venezuela, donde montó un bar con su entonces pareja.
En la actualidad, como jefe de la casa Doria Pamphilj-Landi y heredero de una de las colecciones de arte más importantes del mundo, se ha convertido en todo un de la lucha por los derechos de los homosexuales en Italia. En 2006 se casó con el brasileño Elson Edeno Braga en el Reino Unido, en una celebración que escandalizó a la alta sociedad romana, aunque esto es algo a lo que él restó importancia.
La pareja tiene dos hijos por medio de gestación subrogada: Emily, estadounidense, y Filippo Andrea VII, de madre ucraniana. Además, ha sido el fundador Edge, un grupo de lobby de profesionales gay que recauda fondos para fundaciones de lucha contra el sida y ha trabajado en la apertura de refugios para acoger a homosexuales discriminados.
La muerte de su esposa Mary hizo que los rumores sobre los gustos sexuales de Guillermo III de Inglaterra se convirtieran casi en una cuestión de Estado. De hecho, la calle se llenó de panfletos y sátiras que cuestionaban su legitimidad porque el monarca tenía más ‘amigos’ que amigas.
Españoles en el armario
No han sido muchos los casos de homosexuales en la Corte de nuestro país, pero merece especial atención el caso del marido de la Reina Isabel II, Francisco de Asís. La madre de Alfonso XII era famosa por su carácter ‘apasionado’, tanto que hay quienes aseguran que era casi ninfómana. Sin embargo, fue obligada a contraer matrimonio con su primo hermano Francisco de Asís, de quien se decía que era homosexual. Isabel II tuvo que sacrificar su felicidad por los intereses del Estado y las calles de Madrid se llenaron de chistes y coplas sobre los gustos sexuales del consorte.
El de Francisco de Asís es quizás el caso más conocido, pero no el único. Luis Fernando de Orleans, hijo de la infanta Eulalia, es otro de los grandes protagonistas de la crónica LGTBI+ en nuestro país. El Infante, a quien Alfonso XIII le quitó el tratamiento por su conducta poco apropiada, estuvo implicado en numerosos escándalos en París, donde disfrutaba de una vida de libertinaje y excesos. Además, llegó a hacer que le llamaran el ‘príncipe de los maricas’ y ayudó a muchos gays a librarse de la presión nazi.
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Isabel de Borbón y Parma, nieta de Felipe V, es una de las pocas mujeres que a pesar de los tabúes, no tuvo miedo en dejar constancia de su amor por otra mujer. La joven se enamoró perdidamente de su cuñada y con ella intercambió una serie de misivas en las que se dedicaban palabras cargadas de sentimiento y pasión. A diferencia de la mayoría de mujeres su época, Isabel además escribió una colección de ensayos en el se adelantó a muchas ideas del todavía no nacido movimiento feminista.