El lenguaje del amor y la tensión: Tamara Falcó e Íñigo Onieva, bajo análisis psicológico
Tamara Falcó e Íñigo Onieva reaparecieron en público mostrando complicidad y elegancia
La psicóloga Lara Ferreiro señala que su lenguaje corporal refleja armonía externa pero cierta distancia emocional
La pareja vive un momento estable, combinando afecto, imagen mediática y madurez emocional

Tamara Falcó e Íñigo Onieva acapararon todos los focos en la celebración del aniversario de Rioja como Denominación de Origen este lunes. No era una cita más en la agenda social: suponía la primera gran aparición conjunta del matrimonio tras semanas de discreción y rumores sobre su vida personal. Y, como era de esperar, su posado se convirtió en un acontecimiento mediático en el que cada gesto, mirada o sonrisa fue analizado al milímetro.
Tamara Falcó lució un espectacular vestido marrón chocolate de la firma española Carla Ruiz, con escote bardot, mangas largas y un elegante fruncido que realzaba su silueta. Complementó el look con unos salones de Roger Vivier y brazaletes dorados, fiel a su estilo clásico y refinado. A su lado, Íñigo apostó por un traje azul marino impecable y una corbata a juego con el tono del vestido de su mujer, un guiño romántico que, sobre el papel, transmitía complicidad. Sin embargo, como explica en exclusiva a LOOK la psicóloga y terapeuta de pareja Lara Ferreiro, detrás de esa imagen perfecta puede esconderse una historia emocional mucho más compleja. «El lenguaje no verbal representa el 70% de la información en la comunicación. Y aunque se muestran correctos y elegantes, no hay química real entre ellos. Es una pareja que funciona más desde la forma que desde la emoción», señala Ferreiro.

Tamara Falcó e Íñigo Onieva. (Foto: Gtres)
Tamara: luz, carisma y necesidad de conexión
Según la experta, Tamara Falcó se muestra «luminosa, espontánea y naturalmente abierta». Su lenguaje corporal transmite «seguridad, confianza y comodidad frente a las cámaras». Sus gestos son amplios, sus sonrisas auténticas, y su postura -con el pecho y el cuello proyectados hacia delante-, comunica receptividad y energía social. «Tamara tiene una energía social fluida», explica Ferreiro. «Se nota que ha crecido en un entorno mediático donde el saber estar es parte del ADN familiar. Isabel Preysler, la reina de corazones, le ha enseñado perfectamente cómo manejar el foco sin perder naturalidad».
No obstante, bajo esa aparente serenidad también hay señales de tensión leve. La psicóloga detecta en algunos momentos gestos de autoconsuelo, como cuando Tamara ajusta el vestido o se toca el cuello. «Son movimientos inconscientes que reflejan estrés o una necesidad de autorregulación emocional. En este caso, es probable que se deba a la atención mediática o a la tensión interna por mantener una imagen de armonía», añade.




Tamara Falcó en un evento en Madrid. (Foto: Gtres)
Ferreiro apunta además que Tamara podría tener un «apego más ansioso», es decir, una tendencia a buscar estabilidad y reafirmación en la pareja. «Ella necesita coherencia, compromiso y certezas. Idealiza el amor y lo vive como un proyecto vital. En este punto de su vida, su deseo de ser madre también se entrelaza con esa búsqueda de plenitud emocional».
Íñigo: contención, control y el peso del pasado
Muy distinta es la lectura que la psicóloga hace del comportamiento de Íñigo Onieva. En su opinión, su lenguaje corporal revela contención emocional, autocontrol y un cierto grado de incomodidad. «Íñigo se muestra rígido, con los brazos pegados al cuerpo y los hombros ligeramente hacia atrás. Evita el contacto visual directo con Tamara, y su tensión facial -labios apretados, mandíbula firme, microfruncimiento del ceño- sugiere que está en modo autoprotección», explica Ferreiro. La experta lo define como un perfil de «apego evitativo»: alguien que necesita preservar su autonomía y teme mostrarse vulnerable. «Él vive más el momento, se centra en la imagen social, el ocio, la libertad. Y aunque se ha adaptado al mundo de Tamara, no parece compartir su necesidad de expresión emocional constante. Es más institucional, más racional. Tamara busca conexión; Íñigo busca control».
Ferreiro incluso interpreta que podría existir «culpa o vergüenza» en su actitud corporal. «Es posible que el recuerdo de la infidelidad pasada siga pesando, aunque públicamente hayan pasado página. La humillación mediática fue enorme, y ese trauma público deja huella. Aunque se haya producido una reconciliación, cada exposición pública puede reactivar inconscientemente ese malestar».




Tamara Falcó e Íñigo Onieva. (Foto: Gtres)
Entre la armonía visual y la distancia emocional
La psicóloga resume la escena en una frase contundente: «Ella busca, él esquiva». En su análisis, la pareja proyecta una dinámica asimétrica: Tamara se inclina hacia Íñigo, le mira con admiración, le busca con la mirada. Él, en cambio, se mantiene más erguido, con el cuerpo orientado hacia el exterior, hacia el público y las cámaras. «No hay conflicto ni tensión visible, pero tampoco hay pasión. No se perciben señales de deseo, de química o de sincronía corporal. Es como si cada uno estuviera en su propio registro», explica. «Parecen más compañeros de viaje que amantes pasionales».
Aun así, Ferreiro reconoce que ambos han aprendido a convivir con su exposición mediática. «Han encontrado un equilibrio dentro de su propio guion social. Se apoyan mutuamente, comparten intereses, viajan, se ríen… pero la relación tiene más de complicidad funcional que de conexión profunda».
El amor bajo el foco mediático
La aparición de los marqueses llega en un momento dulce para ambos. Tras más de dos años de matrimonio, disfrutan de estabilidad, proyectos compartidos y el apoyo incondicional de Isabel Preysler, que incluso ha llegado a declarar públicamente que quiere a Íñigo «como a un hijo». En redes sociales, Tamara se muestra como el mayor apoyo de su marido en sus retos deportivos, y él, cada vez más integrado en la familia Preysler, se esfuerza por reforzar esa imagen de unidad. Sin embargo, la psicóloga advierte que la presión pública también puede influir en su relación. «Tamara representa poder simbólico, clase, fe, familia. Íñigo, en cambio, encarna juventud, ocio, y un pasado de exposición y controversia. La diferencia de mundos puede generar fricciones si no hay una comunicación emocional fuerte que los una».




Tamara Falcó e Íñigo Onieva. (Foto: Gtres)
Ferreiro concluye con una reflexión sobre el futuro de la pareja: «Ahora mismo están en una fase de madurez emocional. Si logran materializar su deseo de ser padres, eso puede reforzar su vínculo. Pero si esa espera se prolonga, el desgaste podría pasar factura. Su historia se sostiene en el equilibrio entre el corazón de Tamara y la contención de Íñigo. El reto está en sincronizar esos ritmos antes de que la distancia emocional se convierta en rutina».