EDITORIAL

‘La familia de la tele’ muere como nació: con más ego que audiencia y falsas promesas

RTVE ha anunciado la cancelación de 'La familia de la tele'

'La familia de la tele' ha durado apenas seis semanas en la parilla

Por el momento, se desconce qué programa ocupara el lugar de 'La familia de la tele' en TVE

Belén Esteban, Nuria Marín y Alba Carrillo en 'La familia de la tele'. (Foto: RTVE)
Belén Esteban, Nuria Marín y Alba Carrillo en 'La familia de la tele'. (Foto: RTVE)
Marta Menéndez
  • Marta Menéndez
  • Televisión, moda y corazón. Periodista de vocación y comunicadora de formación, me he movido entre estudios de radio, redacciones digitales y bastidores de redes sociales. He narrado la actualidad en la 'Cadena SER', seguido la pista a las nuevas tendencias en 'El Independiente' y escrito sobre lifestyle y empresas en la 'Revista Capital'. En 'Diez Minutos', combiné redacción y estrategia digital como Community Manager. Ahora escribo en LOOK, donde cubro actualidad televisiva, moda, celebrities y realeza.
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Se estrenó hace apenas seis semanas y ya ha llegado a su fin. La familia de la tele, ese programa que RTVE lanzó con grandes aspavientos prometiendo revolucionar las tardes de La 1 y devolvernos una versión «blanqueada» del espíritu Sálvame, más light, más acomodada para la pública, pero con el mismo morbo domesticado, no ha resistido ni un suspiro en pantalla. Cancelado oficialmente por sus pobres audiencias, el formato se despide dejando tras de sí una estela de decepción, críticas y una sensación general de despilfarro de dinero público que nadie puede justificar. Porque sí, esta es la historia de un proyecto que se creyó mucho más de lo que era y que navegó entre la soberbia y el descontrol, algo muy habitual en la televisión pública cuando se le intenta dar un barniz de espectáculo privado sin entender del todo las reglas del juego.

La gran campaña y el dinero que quemaron

Lo primero que llama la atención de este desastre anunciado fue la promoción, una auténtica campaña de relumbrón que se salió de lo habitual en RTVE. Un despliegue publicitario millonario, pagado con dinero público, que incluyó desde spots a todas horas hasta acciones en la calle, como aquel desfile de los protagonistas del programa por las inmediaciones de Prado del Rey, la sede histórica de RTVE en Madrid, una maniobra que pretendía convertir el estreno en un acontecimiento casi de alfombra roja. Con un programa que aún no había demostrado nada, se hizo un acto público con bombo y platillo, sacando a pasear a sus estrellas por el barrio para captar atención y generar ruido mediático.

Entre esas caras promocionadas con entusiasmo estaban nombres como Rocío Carrasco, Isa Pantoja, Cesc Escolà, Marta Verona o Alba Carrillo, si bien muchas de ellas ni estaban ni se las esperaba luego en plató. Carrasco, en concreto, fue presentada como uno de los grandes fichajes, una especie de baza mediática de alto impacto, pero no ha tenido presencia en pantalla, convirtiéndose en otro ejemplo del desajuste entre lo que se prometió con grandilocuencia y lo que finalmente se entregó.

Rocío Carrasco

Rocío Carrasco e Isa Pantoja en el desfile de ‘La Familia de la Tele’. (Foto: Gtres)

La cadena apostó fuerte, y no escatimó en gasto para vendernos que estábamos ante «el cambio definitivo» en las tardes, la alternativa pública que iba a plantar cara sin complejos a los pesos pesados de la televisión privada, con un formato que mezclaba familia, corazón y reality, todo aderezado con la dosis justa de polémica domesticada para no asustar a la audiencia tradicional de La 1. Pero, como suele pasar en estos casos, ni la campaña más cara ni la promoción más estruendosa pueden tapar lo que realmente importa: la conexión con el público. Ese público, fiel a sus hábitos, miró con recelo y distancia a La familia de la tele, y prefirió seguir apostando por opciones más consolidadas y menos artificiosas. El resultado fue un fracaso absoluto en audiencias, con cifras que pocos días alcanzaron los dos dígitos en share y se desplomaron entrega tras entrega. Así, lo que prometía ser un fenómeno se ha convertido ahora en una de las cancelaciones más rápidas y sonadas de la temporada, dejando un sabor amargo y una sensación de despilfarro que pocos en RTVE podrán defender.

Del plató al paro (y con chulería)

La soberbia no apareció de la noche a la mañana: venía de serie. Desde que el formato aún se llamaba Ni que fuéramos shhh… en TEN, los colaboradores rescatados del viejo Sálvame ya caminaban con aires de victoria. Habían logrado regresar a la televisión, esta vez pública, y no perdían ocasión de presumir de ello. Se reían de Telecinco, ironizaban sobre sus antiguos directivos y se presentaban como los verdaderos supervivientes del entretenimiento patrio, convencidos de que su retorno en La 1 iba a marcar un antes y un después. «Nos daban por muertos, ahora somos de los grandes», llegaron a decir, dando por hecho que su universo de gritos, confidencias y dramas maquillados podía conquistar la franja vespertina de una cadena que, mal que les pese, juega con otras reglas. Pero la caída ha sido tan rápida como ruidosa. Y como si aún no hubieran aprendido nada, el penúltimo capítulo de este culebrón ha llegado con una última muestra de altivez.

María Patiño, Inés Hernand y Lydia Lozano en 'La familia de la tele'. (Foto: RTVE)
María Patiño, Inés Hernand y Lydia Lozano en ‘La familia de la tele’. (Foto: RTVE)

Este martes, a solo un día de que La familia de la tele se despida para siempre este miércoles 17 de junio, Kiko Matamoros se descolgó en directo con una frase que ya ha pasado a la antología del cinismo televisivo: «Vamos a cobrar el paro, pero con vuestros impuestos». No podía haber epílogo más perfecto. Una declaración lanzada con la habitual sorna, que resume a la perfección el tono con el que muchos en el equipo han afrontado el fracaso: sin una pizca de autocrítica, sin pudor alguno, y con la misma arrogancia con la que desembarcaron en Prado del Rey.

Crisis interna y fuga de talentos

Ya desde dentro se veía venir la debacle. Desde sus primeros días, La familia de la tele dio señales claras de estar navegando sin un rumbo definido. Aunque se presentó como un magacín blanco, con un importante peso en el archivo histórico de RTVE, entrevistas y un humor moderado, el resultado ha sido, en la práctica, un formato deslavazado y confuso. La escaleta, a menudo irregular, carecía de un eje temático sólido y el ritmo era desigual, lo que se traduce en una experiencia para el espectador poco atractiva y desconectada. En este sentido, no es casualidad que Belén Esteban, la gran estrella del formato, quisiera irse cuando apenas el programa comenzaba a hundirse. Según confesiones de María Patiño y otras fuentes internas, el ambiente fue desde el principio complicado, con tensiones crecientes, desencuentros y un equipo que parecía estar en modo supervivencia. «No me gusta el formato. Me quiero ir, estoy amargada aquí. No quiero estar aquí», llegó a decir Belén.

El motín llegó pronto, y cuando la estrella principal pide la puerta, solo queda reconocer que algo no funciona. A eso se sumaron los despidos fulminantes y recortes que sólo empeoraron la situación. El propio equipo describió el proceso como «una tortura» hace escasos días, una agonía laboral que terminó por confirmar que no había manera de salvar el barco.

¿Y ahora qué?

Pues ahora, silencio. RTVE baja el telón de La familia de la tele con más discreción de la que empleó para su estreno, y deja tras de sí un hueco difícil de justificar. Un espacio vacío en la parrilla y otro, más profundo, en la credibilidad de quienes autorizaron una apuesta tan inflada como fallida. De momento, no hay anuncio oficial sobre qué programa ocupará ese lugar en las tardes de La 1. Y mientras tanto, el experimento queda como ejemplo de lo que ocurre cuando se confunde espectáculo con estrategia, y cuando se intenta importar fórmulas del pasado sin entender ni el canal, ni el momento, ni la audiencia. La familia de la tele se va sin haber encontrado nunca su sitio, pero el boquete que deja, económico y mediático y todavía está por resolver, al igual que el rumbo profesional de sus colaboradores.

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