Ana Belén: comunista ayer, icono ‘caviar’ hoy
Ana Belén visita esta noche 'El Hormiguero' para repasar su carrera y hablar de sus inquietudes actuales
De símbolo del compromiso comunista, ha pasado a representar la llamada "izquierda caviar"
La evolución política de Ana Belén despierta admiración y críticas a partes iguales


Esta noche, Ana Belén se sienta en El Hormiguero. Y lo hace en un momento en el que, como siempre, su figura genera tanta admiración como controversia. Pablo Motos, conocido por su afición a decir lo que piensa -y preguntar lo que otros callan-, tiene delante a una invitada de altura: una artista integral que ha sido todo en la cultura española. Se espera que hable de su carrera, de sus inquietudes actuales y de su siempre impecable elegancia. Lo que no se sabe es si también abordarán temas más incómodos: la política, la deriva ideológica del país… y de ella misma.
Este 27 de mayo, Ana Belén cumplió 74 años. Y aunque la cifra puede sonar rotunda, pocas artistas pueden presumir de estar tan activas, tan visibles y tan comentadas como ella. María del Pilar Cuesta Acosta, nacida en el castizo barrio madrileño de Lavapiés, empezó desde abajo: hija de una portera y un cocinero, no llegó a la cima por enchufe ni por apellido. Desde los trece años, cuando protagonizó Zampo y yo, no ha soltado el foco. Ni el escenario. Ni el discurso. Ha sido actriz, cantante, icono cultural y, durante décadas, símbolo de una izquierda comprometida. Pero como ocurre tantas veces, los símbolos también se desgastan.
Ana Belén en ‘El Hormiguero’. (Foto: Gtres)
Durante el franquismo y la Transición, Ana Belén y su pareja Víctor Manuel fueron algo más que cantautores: eran activistas. Se afiliaron al Partido Comunista en 1974, asistieron a manifestaciones, firmaron manifiestos, sufrieron vetos y detenciones. Mientras otros cantaban coplas, ellos cantaban minas, represión y libertad. Incomodaban. Y eso, entonces, era subversivo. Era necesario. Era valiente. Pero los tiempos cambian… y las posturas también. Tras la caída del PCE en 1982, Ana y Víctor comenzaron a tomar distancia. El golpe de gracia llegó en 2019, cuando ella misma sentenció en una entrevista: «Ya no me considero comunista». Lo dijo sin despeinarse, con un tono más reflexivo que incendiario. Pero el mensaje fue claro: el símbolo había cambiado de piel.
¿Una traición? ¿Una evolución natural? Ella misma defendía un comunismo más estético que ideológico, «el italiano», decía, «el de Gramsci y vino caro». Con eso no hacía sino confirmar lo que muchos ya señalaban: que Ana Belén, sin querer o queriendo, se había convertido en una de las embajadoras más visibles de la llamada izquierda caviar. La misma que habla de justicia social desde su finca en Torrelodones o su piso en Chamartín. La que pisa moqueta roja vestida por Ulises Mérida mientras canta a la libertad. Este contraste -entre discurso y estilo de vida-, ha sido terreno fértil para la crítica. Porque si bien es cierto que nadie está obligado a quedarse anclado en sus ideas de juventud, también lo es que la incoherencia entre lo que se predica y lo que se practica no suele pasar desapercibida. Ni se perdona fácilmente. Especialmente cuando el compromiso político ha sido parte esencial del relato personal.


Ana Belén en ‘El Hormiguero’. (Foto: Gtres)
En lo privado, Ana Belén siempre ha optado por la discreción. Se casó en Gibraltar en 1972, en plena dictadura, con Víctor Manuel, y han mantenido una relación que ha resistido los embates del tiempo y la fama. Tienen dos hijos, David y Marina, que han seguido sus pasos artísticos con éxito y bajo perfil. David, compositor y productor, ha trabajado con artistas como Rozalén o Vanesa Martín. Marina, actriz, ha destacado en teatro y televisión. Hoy, además, Ana Belén es abuela de dos nietos, Olivia y León.
Así llega esta noche al plató de El Hormiguero: como madre, abuela, icono, diva… y, quizá sin quererlo, como espejo de una izquierda que fue combativa y hoy parece más acomodada. La pregunta es si Pablo Motos se atreverá a rascar bajo la superficie o si, una vez más, nos quedaremos en la anécdota amable. Porque sí: Ana Belén es talento, es elegancia, es carisma. Pero también es historia política viva. Y como tal, merece -y necesita-, ser leída en todas sus contradicciones.