El pacto de Vilopriu: Puigdemont y Junqueras negociaron en una cita clandestina quiénes se fugaban
Hasta ahora habían existido muchas teorías sobre por qué algunos ex consejeros de la Generalitat se fugaron el pasado 29 de octubre y por qué otros se habían quedado en España para ir a declarar a la Audiencia Nacional, a sabiendas que podían ser encarcelados. Todo se decidió en una reunión semi-clandestina entre miembros del Govern y los partidos que formaban parte de Junts Pel Sí, que se celebró la mañana del sábado previa a la fuga en una casa del municipio de Vilopriu (Gerona).
En ese encuentro estaban convocados el expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, la secretaria general de ERC y portavoz de Junts Pel Sí, Marta Rovira, el coordinador general del PDeCAT, David Bonvehí, y algunos miembros del ejecutivo catalán como el ex consejero Toni Comín. Hablaron cerca de dos horas y media sobre cómo se iban a organizar en las próximas horas para hacer frente a las obligaciones que tenían ante el juez Pablo Llarena, tras la declaración unilateral de independencia en el Parlament.
Los presentes ya tenían información sobre qué quería hacer cada ex consejero, que habían hablado de la cuestión el día anterior, en una reunión del Govern horas después de votar la DUI y mientras en el Senado se aprobaba el 155. Así, el sábado por la mañana sólo se trataba de poner en común qué quería hacer cada uno y organizar la logística de la huida.
Rovira ejerció de portavoz de Oriol Junqueras, Raül Romeva y Carles Mundó, que decidieron quedarse en España e ir a declarar ante Llarena sin esperar que acabarían encarcelados. David Bonvehí trasladó que Josep Rull, Jordi Turull, Lluís Puig y Clara Ponsatí también se quedaban en territorio nacional, aunque estos dos cambiaron de opinión a las pocas horas. Los que se iban (Carles Puigdemont, Toni Comín, Dolors Bassa, Meritxell Borràs, Joaquim Forn y Meritxell Serret) empezaron a organizar el plan de la forma más discreta posible.
El camino que siguieron hasta Bruselas
Los ex consejeros podrían haber despegado desde el aeropuerto de Barcelona sin generar alarma alguna, pero Puigdemont no. El dispositivo de vigilancia sobre él obligaba a tomar medidas excepcionales en su escapada, que pasaron por coches prestados por agentes de los Mossos, salir escondido en el vehículo de su esposa desde el garaje del domicilio familiar y cambiar de vehículo en La Junquera. Todo con la ayuda de unos cuantos agentes de Mossos y su amigo inseparable Josep Maria Matamala, con quien comía pocas horas después de este encuentro en el casco antiguo de Gerona, protagonizando después un paseo por la ciudad a modo de despedida.
Se citaron todos en el aeropuerto de Marsella -los ex consejeros viajaron juntos en una furgoneta- el lunes a primera hora de la mañana, para volar hasta Bruselas. Llegaron con un par de noches de hotel reservadas en el Hotel Chambord, cerca del barrio europeo, y que les había recomendado el eurodiputado Ramon Tremosa. Una vez en el hotel, se filtró su viaje a la capital comunitaria y obligó a los ex miembros del Govern a requerir ayuda de los asistentes de los eurodiputados independentistas y el partido flamenco belga para pasar desapercibidos y organizar una rueda de prensa urgente en la que iban a dar explicaciones, el día siguiente.
Ese día, a primera hora de la mañana aterrizaban en Bruselas procedentes de Barcelona, Lluís Puig y Clara Ponsatí. Después de la rueda de prensa y 24 horas antes de la citación ante la juez de la Audiencia Nacional, Carmen Lamela, se volvieron a reunir los presentes en Bruselas para decidir quién se quedaba y quien volvía para declarar, después de buscar asesoramiento legal sobre exilio con un prestigioso abogado, y ahí fue cuando Dolors Bassa y Joaquim Forn decidieron volver a España, vía Barcelona, donde aterrizaron por la noche. El día siguiente repetía la acción, pero con destino Madrid – Barajas, Meritxell Borràs. Los tres, tras declarar ante Lamela, fueron encarcelados.
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