El juez envía a prisión al jubilado de las ‘cartas bomba’ por el riesgo de que siga atentando
Se ha negado a colaborar con la investigación desde el primer momento
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El jubilado de las cartas bomba compró en Amazon el material para fabricar los explosivos
El juez envía a prisión al jubilado de las ‘cartas bomba’ por el riesgo de que siga atentando, se evada de la acción de la justicia o destruya pruebas. El Juzgado de Instrucción Central número 4 de la Audiencia Nacional ha atendido la petición de la Fiscalía y ha enviado a prisión provisional a Pompeyo González, el jubilado comunista, ante el riesgo de que cometa más atentados, por su nula colaboración con la Justicia, y acusado de seis delitos de terrorismo, dos de ellos agravados por tener como objetivo final a dos miembros del Gobierno de España.
El jubilado de 74 años ha continuado exhibiendo un comportamiento altivo y retador, también ante el juez, negándose a declarar ante el magistrado José Luis Calama. Es la misma actitud que ha mantenido desde que el pasado miércoles fuese detenido por miembros de la Brigada de Información de Policía Nacional. Por esa causa el fiscal explicaba en su petición de cárcel que podría haber «ocultación de fuentes de prueba» y «riesgo de comisión de otros hechos delictivos». La Fiscalía también adujo «riesgo de fuga» y lo acusa de «de un delito de fabricación, empleo de artefactos explosivos, inflamables, incendiarios con finalidad terrorista».
A los agentes les recibió con la siguiente frase «nos váis a encontrar nada». Y a pesar del asesoramiento de su letrado de Miranda de Ebro hizo caso omiso y no colaboró con la Policía diciéndoles «no tengo nada que ver» y «aquí estáis perdiendo el tiempo». Tampoco se inmutó cuando los agentes recogieron las limaduras de un torno que guardaba en la terraza para compararlas con las recibidas en Presidencia de Gobierno, embajada de Estados Unidos o el ministerio de Defensa.
En el trastero no había nada de importancia para la investigación, sólo un sofá similar al que tenía en el salón, pero Pompeyo asistió también a ese registro como es preceptivo. La actitud indiferente, calificada incluso de altiva se mantuvo durante las siete horas de registro en la calle Clavel 2 de Miranda de Ebro y de su vehículo, un viejo Peugeot de color gris aparcado en la puerta de su casa.
Tampoco cambió su actitud cuando le leyeron todas las pruebas acumuladas en su contra. Desde las compras por Amazon, hasta las IP coincidentes, el seguimiento de los sobres en el centro de tratamiento automatizado (CTA) de Correos en Valladolid ni la obtención de su ADN en la basura que había depositado días antes.
A pesar de esto Pompeyo, Peyo González, mantuvo la misma actitud retadora con la Policía durante toda la noche en el calabozo de la Comisaría General de Información donde tampoco declaró ni ha mostrado interés en colaborar con los investigadores. Todo lo que habló durante el registro se convirtió en silencio cuando terminó el registro de siete horas y le fue comunicado su traslado a Madrid.
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