«No he dicho ambiente caliente, he dicho ambiente potente», matizaba Xabi Alonso en la previa del derbi madrileño que enfrentará a Atlético y Real Madrid en el Metropolitano. La realidad es que lo que se vivirá el sábado en el barrio de San Blas será una tarde de alto voltaje, como siempre que se enfrentan los dos máximos rivales capitalinos. El donostiarra mostraba la emoción de la primera vez ante los periodistas, ya que se estrenará como entrenador en un partido de esta categoría, pero dentro del club blanco el ambiente es muy diferente. El derbi madrileño se ha convertido en una china en el zapato: lejos de disfrutar de lo deportivo, los madridistas saben que se enfrentan a un sinfín de episodios extradeportivos.
«Será una batalla. ¡Qué pereza de partido!», destacaban desde Valdebebas en los días previos al derbi. Se puede decir que, para la casa blanca, da más pereza recorrer los 7,7 kilómetros que separan la ciudad deportiva madridista del Metropolitano que montarse el domingo en un avión para cubrir los más de 6.000 kilómetros que separan la capital de España de Almaty, donde el martes los de Xabi Alonso jugarán la segunda jornada de la fase de grupos de la Champions.
En la directiva madridista este encuentro se afronta con resignación. No queda otra. Pero saben perfectamente que este partido se juega durante y, sobre todo, después. Dependiendo de lo que suceda, la resaca de los derbis suele ser larga, especialmente por las quejas que llegan desde el bando rojiblanco. El doble toque de Julián Álvarez en la tanda de penaltis de la temporada pasada, a pesar de ser una acción bien arbitrada en ese momento, todavía colea.
El blanqueamiento a los violentos
No obstante, la gota que colmó el vaso de este enfrentamiento en el Metropolitano llegó la pasada temporada, cuando el duelo se tuvo que detener más de 20 minutos por el lanzamiento de mecheros desde el fondo del estadio del Atlético de Madrid contra Courtois. Un bochorno mundial que solo manchó nuestro fútbol y nuestro país.
Casi un año después de este lamentable y triste episodio, en el Real Madrid siguen sin comprender la actitud de los jugadores del Atlético de Madrid y de su entrenador, Diego Pablo Simeone. Los capitanes y el técnico no dudaron en pedir calma a los violentos para, posteriormente, celebrar junto a ellos el empate que logró Correa en el tiempo de descuento. Esta actitud enfadó mucho a las altas esferas madridistas, que abandonaron el Metropolitano indignados con lo visto. Tampoco gustó ver cómo el entrenador argentino y Koke, lejos de condenar lo ocurrido en rueda de prensa, apuntaron a Courtois, que fue la víctima.
Por todo esto, a lo que hay que unir los ataques, en muchos casos racistas, a Vinicius o la mala relación entre Miguel Ángel Gil Marín, consejero delegado del Atlético de Madrid, y Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, la visita al Metropolitano, lejos de verse con buenos ojos, se afronta con mucha «pereza».