Pasan los años, los jugadores y las eliminatorias, pero el Real Madrid de Pablo Laso prevalece. Los blancos se clasificaron para su octava final de Copa del Rey consecutiva y buscarán el título por séptima vez en la era del técnico vitoriano. Superaron a un Lenovo Tenerife que no vendió barata su piel, pese a que no pudo con el gran acierto de Deck y Causeur –ambos con 18 tantos– y eso que Marcelinho Huertas, de 37 años, se metió en una máquina del tiempo convirtiéndose en el máximo anotador del choque con 22 puntos.
Los blancos vieron cerca el abismo –como hizo el Barça en los cuartos de final ante Unicaja– perdiendo por 18 puntos en el segundo periodo. El equipo, sin embargo, reaccionó a tiempo sosteniéndose en el carácter de un Llull que no fue el mejor en las estadísticas, pero cuyo decisión sirvió para cambiar el destino de las semifinales de la Copa del Rey.
El Madrid sabía que tenía por delante un rival que es regular y que obliga a los blancos a jugar a un nivel de 8 sobre 10 si quiere ganarles. Los pupilos de Laso percutieron desde el primer momento en la idea que les dio la victoria ante el Valencia. Buscaron en el juego interior a Deck castigando a los aleros del Tenerife, pero había ayudas y no era todo lo suficientemente reluciente. Los insulares, sin embargo, tenían clara que su guerra no estaba en detener al argentino, si no en ir desactivando el juego ofensivo madridista con una correa que apenas les permitiese correr.
El Lenovo Tenerife, mientras ejecutaba a la perfección su plan defensivo, iba encontrando en Bruno Fitipaldo a su hombre orquesta en ataque. El uruguayo, una rara avis en el mundo del basket, demostró a todos que puede ser un digno sucesor del ya veterano Marcelinho Huertas firmando 13 puntos al descanso con unas penetraciones a canasta que casi rompen el partido.
Y es que a mitad del segundo cuarto, el Madrid estaba encallado completamente, mientras que su rival veía la autopista para sumar puntos y más puntos estableciéndose en el marcador el 22-40. Fue entonces cuando Laso decidió meter a un Llull que puede estar mal físicamente, pero que a carácter y ganas de competir nadie le gana.
Llull lidera la reacción
En un abrir y cerrar de ojos, el menorquín rompió el muro defensivo de los tinerfeños corriendo cada vez que tenía la ocasión logrando seis puntos y dos asistencias en apenas cinco minutos. De ese marcador se pasó adverso se pasó a un asumible como el 40-46 al descanso con los blancos con la sensación de haber salvado el primer match-ball de la Copa.
Laso intuía que había que bajar al barro, sudar tinta y meter experiencia. Por eso apostó de inicio en el tercer cuarto por un Llull que dio al equipo el carácter necesario para ejecutar un parcial de 13-0 a mitad del periodo para conseguir cambiar los procedimientos y los tiempos del partido definitivamente. El Tenerife, hasta ese momento, había luchado con uñas y dientes, pero se encontró con unos blancos que jugaron de manera excelente en defensa con un Tavares que intimidaba cualquier acometida y con Causeur disfrazado de Taylor atrás y del mejor Rudy adelante.
El Madrid entró con un colchón de tres puntos en el periodo final y como equipo curtido en mil batallas supo mantenerlo siempre impidiendo que el Tenerife retomase la cabeza en ningún momento. Los blancos fueron capaces de neutralizar la enésima gran noche de Marcelinho con un juego coral donde Deck anotaba de todas las formas posibles.
Los blancos mostraron una tremenda solidez en esos minutos finales en los que Tenerife no tuvo manera de aproximarse para quedarse a una posesión de darle la vuelta. El Madrid durmió el partido y conservó hasta llegar a una nueva final con Laso. El equipo ha perdido este año a dos estrellas como Campazzo y Randolph, pero no por ello ha dejado de competir ni de creer.