La sombra del centenariazo sobrevoló durante mucho tiempo por el Bernabéu techado. Menos mal que el Real Madrid logró el pase a pesar de perpetrar un partido infame que desesperó a la grada, que despidió al equipo con una pitada al descanso. Igual que en la ida, el Red Bull Leipzig fue mejor que el equipo de Ancelotti, al que nunca una renta tan corta le dio tanto. Vinicius hizo un golazo y Orban empató y metió el miedo en el cuerpo al madridismo. Dani Olmo tuvo el 1-2 en el 92 y se topó con el larguero. El planteamiento táctico del técnico madridista volvió locos a sus jugadores y estuvo a punto de costarle muy caro a su equipo.
Ancelotti nunca defrauda. En las alineaciones, ya me entienden. El italiano sabe de sobra lo que es sentarse en un banquillo y cuando llegan las grandes batallas se fía de muy pocos soldados. En su particular Miércoles Negro le dieron dos ataques: uno por los casi cinco años de cárcel que le pide la Fiscalía y otro de de entrenador. Cogió en once de gala y metió un central (Nacho) por un delantero (Rodrygo) en un partido de Champions… ¡¡¡en el Bernabéu!!!.
Al viejo Carletto le asomó su vena italiana y trató de protegerse de los embates del Leipzig con un batallón de centrocampistas. Sufrió de lo lindo el Real Madrid en Alemania y Ancelotti no quería acabar el día con otro disgusto. Por eso no se fio de los mismos de Mestalla, donde el Real Madrid estuviera por debajo del nivel esperado y exigido y regaló un par de goles en jugadas estúpidas y obscenas.
Se consuma el esperpento: sancionan a Bellingham con dos partidoshttps://t.co/RJevdPoQHG
— okdiario.com (@okdiario) March 6, 2024
Así que ahí teníamos otra vez a Tchouaméni de mediocentro y a Camavinga a su lado, que le da al equipo más piernas que cabeza, pero la de Kroos piensa por todos. También merodeaban por allí Valverde y Bellingham, esos dos tipos que serían titulares en todos los centros del campo del mundo.
Huelga decir que Lunin repetía bajo los palos, igual que Carvajal y Mendy en los laterales, el imponente Rüdiger en el centro al lado de Nacho, cada día más viejo y menos fiable. Arriba estaría Vinicius, pero sin la compañía de Rodrygo al que a poner cara de suplente cada vez y más cuando sale por la tele Mbappé, una estampida de búfalos hecha carne de futbolista.
Enfrente el Red Bull Leipzig, un equipo divertido, descarado y temerario, que llegaba al Bernabéu eliminado con el 0-1 de la ida, así que poco le quedaba por perder. Si ya estaba eliminado, sólo podía clasificarse porque más eliminado ya no iba a estar. Sus cuatro jugadores de ataque –Simmons, Dani Olmo, Openda y Sesko– provocaban cierta inquietud en un Bernabéu que vestía su traje de Champions, ese que le va como un guante.
Resiste el Leipzig
Pero no se arrugaron los alemanes de salida. Plantaron cara al empuje inicial del Real Madrid y le discutieron la pelota. Los de Ancelotti se colocaban con Kroos en el eje escoltado por Tchouaméni y Camavinga y con tres jugadores arriba: Fede Valverde en la derecha, Vinicius en la izquierda y Bellingham como delantero centro. Falso o verdadero ya se vería.
El primer susto lo dieron los visitantes. Sesko tiró un desmarque (aunque salía en fuera de juego) y se plantó solito delante de Lunin. El portero del Real Madrid aguantó el mano a mano y metió una ídem para evitar lo que habría sido un gol (anulado) como una casa. Era el primer aviso de un Red Bull Leipzig que no se arrugaba.
Respondió el Madrid con una jugada que remató con el hombro Vinicius. Pero llegó la segunda del Leipzig, esta vez en los pies de Openda, que la mandó a la M-30 cuando encaraba solito el área blanca. La empanada que había cocinado Ancelotti provocaba que sus jugadores estuvieran descolocados, desorientados, perdidos.
En el 15 llegó el tercer aviso del Leipzig, pero otra vez Openda la echó fuera dentro del área. Tres avisos pero al Real Madrid no le devolvían al corral. De momento. Sólo la falta de puntería de los delanteros visitantes permitía a los blancos seguir por delante en la eliminatoria. En los blancos sólo Vinicius parecía sentirse cómodo, quizá porque era de los pocos que se mantenían en su sitio.
Pasaron los minutos y el Bernabéu comenzó a enfadarse con el juego, feo, indolente y cansino, de su equipo. Sonaron los primeros pitos que retumbaban en el techo. Otra vez la tuvo Openda por dos ocasiones. El Bernabéu ya fumaba en pipa y pitaba sin rubor. Eran pitos de miedo y de advertencia a su equipo, que estaba a punto de liarla parda.
Era un Madrid fraudulento que transmitía una apatía intolerable. Y lo peor es que desde el banquillo sólo se escuchaba el crujir de la mandíbula de Carletto, un hombre a un chicle pegado. La pitada al descanso fue unánime y merecidísima por el penoso primer tiempo que había perpetrado el equipo blanco.
Desastre total
Ancelotti reaccionó al descanso con un cambio. Quitó a Camavinga, que estaba apercibido para los cuartos, y metió a Rodrygo. Con eso bastaba para poner a cada uno en su sitio. Tchouaméni y Kroos de pivotes, una línea de tres con Fede Valverde, Bellingham y Vinicius, con Rodrygo como delantero centro. Pero la cosa no cambió.
En el 47 llegó el enésimo susto de Openda, que dribló a Lunin en su salida a destiempo en la banda y que luego pudo corregir el ucraniano. No espabilaba el Real Madrid y el cántaro se había comprado una parcela en su fuente. En el 48 una falta peligrosa de Fede Valverde sobre Simmons.
El Real Madrid se había ido del partido y se la estaba jugando. Como se la jugó Vinicius al empujar sin balón a un rival. El árbitro le mostró amarilla pero en realidad le perdonó la expulsión. El brasileño desquició a sus compañeros y al público, que se temía lo peor. Ancelotti no sabía si quitarle o entrar al campo a pegarle una colleja.
En el 62 se asomó Rodrygo para disparar al muñeco. La sacó a córner el meta Gulácsi. Parecía que el Real Madrid estaba dispuesto a espabilar después de haber regalado una hora de partido. Dos minutos después del aviso de Rodrygo llegó el gol. Fue un robo de Kroos, que se la dio a Bellingham. Galopó el inglés varios latifundios sin nadie que le saliera al paso, vio el desmarque de Vinicius y se la puso en ventaja para que el brasileño marcara al primer toque.
El gol espoleó al Real Madrid y encendió al Bernabéu. Luego Rüdiger sacó dos goles bajo palos y lo celebró como un hat-trick. A la siguiente no perdonó el Red Bull Leipzig, que logró el tempranero y merecido empate merced a un buen cabezazo de Orban, que le robó la cartera a un superadísimo Nacho.
Otra vez el fantasma del centenariazo sobrevolaba el Bernabéu. Ancelotti tardó un siglo en meter a Modric por un fundido Kroos. El alemán llevaba diez minutos largos pidiendo a gritos el cambio pero el técnico madridista nunca ha tenido mucha cintura.
El equipo siguió siendo un verdadero despropósito. El Leipzig seguía asomándose al área de Lunin y acumulaba méritos para hacer el segundo y pegar el bombazo en el Bernabéu. Estábamos en el 80 y el Real Madrid seguía tonteando y haciendo deméritos para ser eliminado. La tuvo Poulsen en boca de gol y después Orban en otro cabezazo. El partido del equipo blanco era dramático.
En el 83 Ancelotti quitó a Bellingham para meter a Joselu y recolocar en el campo a Modric. Los últimos minutos fueron un sufrimiento, una tortura, un suplicio. Se mascó la tragedia con una volea venenosa de Dani Olmo que repelió el larguero en el 92. Fue la última ocasión de un Red Bull Leipzig que se mereció ganar en el Bernabéu igual que se había merecido ganar en la ida. Pero los partidos, igual que las eliminatorias de Champions, no se merecen, se pasan y esta, aunque sea con más deméritos que otra cosa, la pasó el Real Madrid.