Champions: Nápoles - Real Madrid

Bellingham fue Maradona

El inglés dio una asistencia a Vinicius en el primer gol del Real Madrid y marcó el segundo tras protagonizar una jugada maradoniana

El secreto de las medias 'pordioseras' de Bellingham

Vinicius es la mejor medicina

bellingham
El Real Madrid ganó en Nápoles.

Un imponente Bellingham fue Maradona en Nápoles y lideró la remontada del Real Madrid para ganar en uno de los estadios más bulliciosos del mundo. Tras el gol de Ostigard llegó el recital del inglés, que asistió a Vinicius para empatar y dibujó una jugada maradoniana para hacer el 1-2. Igualaron los locales en la segunda parte gracias a un penalti más que discutible de Nacho, pero el equipo de Ancelotti logró la victoria con un golazo de Fede Valverde.

Estaba cantado. Ancelotti insistía en Nápoles en ese invento del demonio que copió a Deschamps y exiliaba a Camavinga al lateral izquierdo. Decisión salomónica que le permite meter a Kroos, siempre fiable y necesario como un mecánico de confianza, para poner cerebro al músculo de Tchouameni y pausa al vértigo de Valverde.

Está claro que en este Real Madrid imperfecto Camavinga es titular hasta de portero si me apuran. Eso es un multiusos y no el Chillit-Bang. Junto al francés escoltaban a Kepa en la defensa Carvajal, Rüdiger y Nacho, que pasará tres partidos a la sombra en la Liga tras su cornada a Portu.

La citada KTV (Kroos-Tchouaméni-Valverde) en el medio para dar colchón al imponente Bellingham, ese cruce de caminos entre el juego y el gol del Real Madrid y el último eslabón para enganchar con Vinicius y Rodrygo. El dúo de brasileños, uno convaleciente y el otro en busca de sí mismo,  mandaban al banquillo a Joselu, que tiene calidad de goleador pero nombre de fontanero y esa falta de glamour para Ancelotti a veces cuenta.

Enfrente el Nápoles, vigente campeón del Scudetto pero huérfano de su creador, Luciano Spalletti, y con Osimhen y el impronunciable Kvaratskhelia como principales amenazas de un equipo sostenido por la leyenda eterna de Maradona y por un estadio que toma el nombre de Dios en vano para convertirse en un infierno para los rivales.

Nos dieron las nueve y empezó el fútbol. El antiguo San Paolo era el rugido de un tiranosaurio. Y el Nápoles, contagiado de su bullicioso público, trataba de encoger al Real Madrid. Sobrevivieron los blancos, vestidos de negro al arranque local. E incluso debieron haberse adelantado en el marcador a las primeras de cambio. Lo impidió la torpeza de Rodrygo, que definió con un tiro blando, centrado y al muñeco una asistencia de Bellingham. Anda negado el brasileño y la portería se le hace de hockey patines.

Resiste el Madrid, canta Kepa

Siguió apretando el Real Madrid ante un Nápoles que era un manojo de nervios atrás. Bellingham primero y Tchouaméni después llevaron el cántaro a la fuente de Meret. Los locales trataron de sacudirse los sustos pero Rüdiger vigilaba con atención al imponente Osimhen. El Madrid, superado el apretón local de inicio, manejaba el partido con la maestría de Kroos desde el medio.

Pero el Real Madrid decidió pegarse un tiro en el pie. La cantada fue de Kepa, que sale tan poco de su portería que cuando sale, canta. Su despeje de puños interruptus provocó una cascada de infortunios. El primer remate golpeó en el larguero y el rechace lo ganó Ostigard, que impuso su corpachón en el salto a Carvajal. El Nápoles se ponía por delante y el Diego Armando Maradona amenazaba con colapsar de felicidad.

Acusó el sopapo el Real Madrid, que se quedó sonado unos minutos. Lo despertó Bellingham, más atento que un revisor de tren. Robó la pelota a un mal pase del Di Lorenzo, asistió a Vinicius, que se internó por el lateral del área, levantó la mirada y la puso tocadita al palo largo de Meret. El equipo de Ancelotti igualaba el duelo antes de que la cosa pasara a mayores.

Recuperó la pelota el Madrid y con el balón las ocasiones. Volvió a tenerla Vinicius al filo de la media hora, pero su disparo esta vez se fue al cielo de Nápoles. Entonces volvió a aparecer Bellingham, esta vez para travestirse de Maradona y de Zidane al mismo tiempo. Recogió la pelota en el centro del campo, ahí en tierra de nadie, y con la pelota pegada a la diestra como si tuviera un chicle y una zancada de pura sangre, recorrió latifundios de césped, se plantó dentro del área y clavó el 1-2. Un golazo que silenció el bullicioso estadio del Nápoles.

El Madrid de Bellingham

No se rindieron los locales, que volvieron a rondar el gol en un cabezazo de Osimhen en el 38 que sacó Kepa en su hábitat natural: debajo de los palos. Pero el Real Madrid volvía a tener el partido bajo control gobernado por un inspiradísimo Kroos. El descanso fue la mejor noticia para un Nápoles que llegaba tocado, casi hundido, al intermedio.

Del que regresamos con los celestes en busca de una remontada imposible. Volvió a dormir el partido el Real Madrid, que trataba de defenderse con la pelota de las acometidas del Nápoles. Las capitaneaba el voluntarioso Osimhen, más peligroso con la cabeza que con los pies pero siempre dispuesto a dejarse ver. Lo hizo en una jugada en el 50 que abortó Nacho en el área. El VAR revisó una posible mano del central madridista y mandó al colegiado al monitor.

La pelota le había rebotado en el pie y le dio en la mano, así que el colegiado, con la expectación de todo el estadio mediante, pitó un penalti que cuando menos era discutible. La pena máxima la ejecutó Zielinski y marcó tras tocar en el palo. Pues nada, al Real Madrid le tocaba volver a remar. Apretó el Nápoles comandado por Kvaratskhelia, desaparecido hasta entonces, pero que se echó a su equipo a la espalda.

Reaccionó Ancelotti con dos cambios de golpe: Mendy por el amonestado Camavinga y Modric por Kroos. El Real Madrid necesitaba volver a crecer en torno a la pelota para recuperar el mando del partido. Vinicius hacía la guerra por su cuenta y Rodrygo y Valverde pasaban inadvertidos. A los blancos se les escapaba el partido aunque aún quedaba tiempo por delante. Carletto puso a calentar a Joselu para jugar con 4-2-3-1 y tratar de explotar la velocidad de Vinicius por la izquierda.

Zapatazo de Valverde

En el 73 la tuvo Bellingham en su cabeza, pero el inglés echó fuera un remate fácil tras el rechace de Meret a un disparo de Vinicius. Fue justo entonces cuando entró Joselu. Volvía a apretar el Real Madrid ante un Nápoles que replegaba tratando de cuidar el punto como si fuera el arca perdida.

No contaban los locales con que Fede Valverde enganchara un misil desde casi 30 metros que se envenenó tras tocar en Olivera e impactó primero en el travesaño y después en la espalda de Meret. El final del gol afeó lo que fue un disparo tremendo. Lo marcara Valverde o el portero del Nápoles el 2-3 a favor del Real Madrid subió al marcador del Diego Armando Maradona.

Con el partido a favor Ancelotti se hartó de Vinicius, que no le hizo caso en ninguna instrucción del segundo tiempo, y metió a Ceballos. Al Real Madrid le tocó sufrir lo suyo en las postrimerías del duelo, pero Rüdiger sostuvo a su equipo cuando arreciaban los arreones del Nápoles. El alemán, aunque excéntrico, se crece en estos partidos. Igual que el catorce veces campeón de Europa, que se llevó de Nápoles tres puntos tan sufridos como valiosos que ponen cuesta abajo su clasificación para octavos de su competición, la Champions.

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