«Si vienen Lewandowski o Harry Kane, me voy, pero no me voy a ir porque venga Jovic». La frase apócrifa, atribuida a Mariano en alguna conversación con gente del Real Madrid el pasado verano, lleva implícita una verdad como un templo: nadie confía en Mariano más que Mariano. Y por eso rechazó hasta a doce equipos que se interesaron por él en invierno. Seis españoles –Sevilla, Valencia, Villarreal, Betis, Espanyol y Leganés–, además de Dortmund, Roma, Benfica, Ajax, Lyon y Oporto.
El delantero de moda en el Real Madrid, Vinicius mediante, no lo ha tenido fácil desde que el club blanco volvió a por él en los tiempos de Lopetegui. Aquella fue una operación oportunista gracias a la gestión previa del Sevilla con el Lyon. Como el club blanco no había podido fichar un reemplazo superstar para Cristiano Ronaldo, apostó por Mariano, un jugador conocido y a un precio irrechazable.
Después de un año plagado de lesiones y sin minutos llegó Zidane, que comunicó a Mariano que sería el último de la fila. Mariano se encogió de hombros y decidió optar por el camino tortuoso: quedarse, trabajar, callar y esperar su oportunidad en una temporada muy larga. Como Benzema empezó con un virus goleador impropio de su carrera y como Jovic había costado un pastizal, esa oportunidad no le llegó hasta el Clásico.
Mariano el cabezón
Ante el Barcelona Mariano debutaba en Liga en la presente temporada y marcaba a los 52 segundos de saltar al campo, un ejercicio de puntería y oportunismo propio de cualquiera de los dos Ronaldos. El Bernabéu lo festejaba porque el Bernabéu siempre celebra a los jugadores que juegan cada minuto con la camiseta del Real Madrid como si se fueran a morir mañana.
Ahora la pelota está en el tejado de Zidane, que no parece muy dispuesto a coger una escalera y subir a por ella. Mariano puede ser un futbolista muy útil para el Real Madrid de aquí a final de temporada, pero para eso su entrenador tiene que darle minutos. Su eficacia, como la del Raid, está probada. Y Mariano no necesita que le agiten antes de usar.