Al Real Madrid se le escapó de las manos uno de los partidos cuya victoria parecía más asegurada, antes de empezar, de los últimos tiempos. El Sheriff Tiraspol sorprendió al conjunto blanco con una efectividad asombrosa y después de que los blancos hicieran lo imposible para tratar de batir la portería del combinado visitante. Carlo Ancelotti, acostumbrado a planteamientos atrevidos desde la dirección de campo, dio una vuelta de tuerca más a sus revoluciones en un experimento que esta vez le salió mal, yéndose de vació del partido.
Con 1-1 en el marcador y nada más empatar Karim Benzema de penalti, Ancelotti optó por un cambio cuádruple que revolucionó por completo un once en el que convivieron muchos titulares habituales de inicio. Así las cosas, Rodrygo, Jovic, Modric y Kroos, todos ellos con implicación ofensiva o de construcción de juego, relevaron a Hazard y a los defensivos Miguel Gutiérrez, Casemiro y Nacho Fernández.
¿Cómo quedarían las cosas? Con una colocación obligada y poco natural de las piezas, con sólo dos defensas en el once y sin Casemiro como ayuda habitual. En defensa, además de Alaba y Militao, Valverde ocupó el carril derecho como hiciera ante el Villarreal y Camavinga, en una faceta hasta el momento desconocida, hizo las veces de improvisado lateral izquierdo.
Además, Modric y Kroos formarían en el doble pivote con Vinicius y Rodrygo como extremos y Benzema y Jovic en la doble punta. Un 4-2-4 rocambolesco y que si bien le dio a Ancelotti el impacto que quiso en ataque, con un volumen de ocasiones muy amplio y, en condiciones normales, suficiente para lograr la victoria, pero no en defensa. La falta de costumbre bastó para dejar un balón suelto en los últimos minutos de tiempo reglamentario y que Thill, con un disparo absolutamente espectacular, confirmara la campanada del Sheriff en el Santiago Bernabéu.