La flor es Vinicius
La flor es Vinicius. Es una flor gigante y que huele a colonia como el pipí de Guardiola. Vinicius, al que no sacaba Lopetegui y al que no sacó tampoco Solari, salió del banquillo para sacar al Real Madrid del coma futbolístico. El brasileño marcó el primero (vale, de churro), asistió a Benzema en el penalti que provocó el segundo y generó un debate enorme en el Bernabéu que pitó a su capitán porque querían que su nuevo y joven ídolo tirara el penalti del 2-0. No lo hizo pero, desde luego, sin Vinicius el Madrid estaba moribundo y con él resucitó.
Solari se estrenaba en el Bernabéu con mucha labia y pocos cambios. Su sello fue sentar a Isco y elegir a Asensio en su lugar. Al final, el Real Madrid sigue siendo un equipo de once intocables y un suplente que baila. En defensa jugaban los cuatro que le quedan sanos (Odriozola-Nacho-Ramos-Reguilón), en el centro del campo, los mismos que llevan cuatro años de titulares (Casemiro-Kroos-Modric) y arriba la BBA (Bale-Benzema-Asensio), versión empeorada de la BBC no sólo porque falte Cristiano, que es mucho faltar, sino porque ni Asensio da el paso ni Bale y Benzema mejoran con la edad.
Y luego está lo de Vinicius. Hay que tenerlos como el caballo de Espartero –busquen su estatua en Google– para ponerle de titular. Solari no los tuvo. Eligió a Bale, que es lo que harían todos los entrenadores del mundo menos uno. Justo el que debería entrenar al Real Madrid: Jurgen Klopp. Don Jurgen. Bueno, que Vinicius era suplente y en el palco estaban, posiblemente, las dos grandes estrellas del Real Madrid-Valladolid: Florentino y Ronaldo.
Arrancó bien el Real Madrid con una conexión Asensio-Benzema que rozó el tanto a las primeras de cambio, aunque su disparo salió desviado por poco. El arreón inicial se sustentó en un activo Reguilón, que se la puso en la cabeza a Bale en el 11, pero su testarazo lo atrapó bien Masip. Al Valladolid le faltaba descaro como a un novio en casa de los suegros.
El dominio blanco no admitía dudas como tampoco su impotencia desesperante en el área rival. Al Madrid le falta viagra goleadora y esa vale un dineral en el mercado negro. Consumiéronse los primeros 20 minutos en un asedio tranquilo de los blancos, que parecían atacar como el enemigo de Gila: tomándose su tiempo y avisando.
El equipo sin gol
El dominio del Real Madrid se traducía en asedio, pero no en ocasiones claras, porque a los de Solari les falta desborde e imaginación. Algún susto empezaba a dar el Valladolid atacando las espaldas de los laterales blancos. El runrún empezaba a cocerse en un Bernabéu inquieto y un poco asqueado de tanta mediocridad.
El Real Madrid no salía del encefalograma plano. Bale dormitaba en estado comatoso. El Bernabéu se dio cuenta y comenzó a pitar. La situación, pasada la primera media hora de juego, se volvía insostenible. El galés rozó el gol en el 36, pero su estético cabezazo se machó fuera. Le habían desequilibrado en el área pero Gil Manzano no lo vio. Tampoco el VAR.
Pasaron los minutos hasta el descanso con la misma sensación de impotencia en el Real Madrid y con un Valladolid en cuarto creciente. El 0-0 parcial reflejaba la realidad de lo que es hoy el trece veces campeón de Europa: un equipito.
Angustia en el Bernabéu
Nada más comenzar la segunda mitad Solari puso a calentar a Lucas, Asensio y Vinicius. El Bernabéu reaccionó con una dosis de ilusión. Mientras el equipo seguía descosiéndose sobre el césped. Un par de arreones de Reguilón (falló Benzema) y de Casemiro volvieron a enchufar al madridiso en el partido. En el 56 Solari –vive Dios que iba a escribir Lopetegui– cambió a Casemiro por Isco, cambio fácil a la par que necesario. Respondió el Valladolid con un chupinazo de Alcaraz que se envenenó y se estrelló contra el travesaño de Courtois.
Otra tuvo el Valladolid justo antes del 60 pero una mano salvadora de Courtois evitó que el fantasma del 0-1 se hiciera Real en el Bernabéu. Solari, ajedrecista consumado y entrenador temporal, pensaba qué ficha mover. El Valladolid volvió a merecer el 0-1 en otro chutazo de Alcaraz. El travesaño volvió salvar al Real Madrid.
Mientras Vinicius seguía calentando en la banda y sin jugar. En el 70 por fin Solari espabiló y metió a Lucas Vázquez por Bale, despedido con pitada. Un minuto después a Vinicius por un desconocido Asensio. También el mallorquín se llevó un pitadón enorme. Al Madrid (y a Solari) se le agotaban los minutos para una resurrección que se intentaba, pero no se conseguía.
San Vinicius
Un cuarto de hora volvía a separar al Real Madrid del abismo. Un día más y ya van cien mil. La desesperación del Bernabéu se contagiaba al césped y al revés. Los minutos se escapaban del electrónico como a Pedro Sánchez los apoyos para los presupuestos. El Valladolid seguía sacando pecho en el Bernabéu.
Entonces apareció Vinicius. Encaró como no había encarado ningún jugador del Real Madrid. Dribló a dos. Tiró, tocó en Kiko Olivas y marcó un gol. Fue un golazo. Sí, de churro, de chimba, de chiripa, de chorra, pero un golazo. El primero de muchos que marcará en el Real Madrid. Vale que no es para sacar un DVD con el golazo, pero valía temporalmente tres puntos.
El Real Madrid, con el gol de Vinicius, se creció en los últimos minutos. Otra vez Vinicius apareció para asistir a Benzema, que provocó un penalti. El Bernabéu pidió que lo tirara Vinicius, pero lo tiró Sergio Ramos, que lo marcó y cerró el 2-0. Pasaron los minutos finales y el Madrid obtuvo un triunfo angustioso gracias a una flor que tiene nombre brasileño: Vinicius Junior.
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