María Zabay irrumpe de nuevo en el panorama literario con Valentina, una novela que Arturo Pérez-Reverte define como «pícara, desvergonzada», una obra que bebe de la tradición erótica de los autores del siglo XVIII. Pero Valentina no es sólo un juego de seducción y deseo; es una historia de lucha, ambición y supervivencia. Su protagonista, Valentina, encarna la rebeldía de quien se niega a aceptar un destino marcado por las barreras de clase y género, en una Nueva York que representa tanto la promesa como la decepción, el sueño y su gran mentira.
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Hemos hablado con María Zabay sobre la novela, su inspiración y los dilemas que plantea. «Valentina es el resultado de lo que he vivido y de lo que he observado en quienes han peleado y pelean por su lugar en el mundo. La idea de esta novela nació de esa lucha silenciosa, pero feroz, que tantas personas libran cada día», nos cuenta.
La protagonista es el símbolo de esa resistencia: una joven que no acepta un «no» como respuesta, que desafía las estructuras con ingenio y determinación. «Su carácter se nutre de figuras femeninas que admiro, de chicas y mujeres que han desafiado el destino con una pizca de irreverencia. Es un decirle al mundo: ‘No me conformo'».
«Me interesaba explorar cómo el poder (económico, social, emocional) influye en las relaciones»
La relación entre Valentina y Andrew, un hombre que representa un mundo de privilegios y oportunidades, se convierte en el reflejo de un conflicto atemporal: el poder y sus dinámicas invisibles. «Andrew es un símbolo de ese universo donde todo parece fácil, donde las puertas se abren sin necesidad de empujarlas», explica Zabay. Pero en el amor, como en la vida, las jerarquías existen. «Me interesaba explorar cómo el poder (económico, social, emocional) influye en las relaciones sin que nos demos cuenta. Si puede existir el amor sin equilibrio, si la atracción puede vencer las diferencias de clase».
La novela nos lleva de Jamaica (Queens) a Manhattan, dos mundos separados por una línea que no es sólo geográfica, sino social y simbólica. «Nueva York es un personaje en sí mismo», afirma la autora. «Jamaica representa las pocas oportunidades, el partir en negativo, la lucha. Manhattan es la promesa, lo que parece inalcanzable. Son dos caras de la misma moneda». La geografía de la novela es, en realidad, el viaje emocional de Valentina: un salto entre dos universos que apenas se rozan.
«Se nos exige una perfección imposible: ser ambiciosas, pero no demasiado; apasionadas, pero contenidas…»
Pero si hay un tema que atraviesa la historia con especial fuerza, es el deseo. «No sólo en su dimensión romántica, sino como motor de cambio», subraya Zabay. «Nos enseñan a temerlo, a reprimirlo o a justificarlo, pero el deseo es el verdadero motor de las grandes historias, de las grandes decisiones». La sociedad sigue imponiendo límites invisibles a las mujeres en términos de ambición y deseo. «Se nos exige una perfección imposible: ser ambiciosas, pero no demasiado; apasionadas, pero contenidas; fuertes, pero sin desafiar demasiado el orden establecido». Y aquí es donde Valentina se convierte en una respuesta desafiante a esas expectativas. «Es una mujer que no pide permiso, que se equivoca, que desea sin disculparse».
«En Valentina, la protagonista encarna esa lucha. Es juzgada por su forma de vivir el deseo, pero lo paradójico es que su libertad es honesta, mientras que lo ‘socialmente aceptable’ suele estar plagado de hipocresía»
Si Valentina diera el salto a la pantalla, Zabay imagina a una actriz con la fuerza y el carisma de Zendaya, la energía de Jenna Ortega o la profundidad emocional de Ana de Armas. «Pero lo más importante es que sea alguien capaz de transmitir esa intensidad con la que Valentina vive cada instante, esa musicalidad con la que se mueve y la verdad que derrocha», señala María, porque su protagonista no es sólo una mujer con ambiciones, sino el reflejo de una lucha universal: la de quien se atreve a desafiar su destino en un mundo que insiste en encasillarla.
«Valentina no es sólo la historia de una joven con ambiciones, sino el retrato de una batalla universal»
«Siempre me ha obsesionado la lucha del individuo contra las estructuras que lo condicionan, la fina línea que hay entre la libertad y la manipulación, la rebeldía como motor de cambio. En este sentido, Valentina no es sólo la historia de una joven con ambiciones, sino el retrato de una batalla universal»
La autora nos confiesa que espera que Valentina «emocione, que haga pensar y, sobre todo, que remueva las certezas de quienes se atrevan a entrar en su universo», concluye la autora. Valentina es, en definitiva, una historia de deseo, de contradicciones y de libertad. Una novela que desafía y seduce a partes iguales.
