Chuchito Valdés regresó a Palma para dar vida a la ‘Suite Mironiana’
Vuelve a fusionar raíces cubanas con los cánones de la música clásica
Ha actuado acompañado solamente por el mismo trío que le secundó en 2003
La saga de pianistas, los Valdés, ya es conocida por los mallorquines a través de sus directos. El más madrugador fue Bebo, el patriarca, que acudió el año 2003 al ciclo Noches Mediterráneas en el Centro Cultural Costa Nord de Valldemossa, compartiendo escenario con Diego El Cigala y sus Lágrimas negras. Un tiempo después, en octubre de 2008, se produjo el reencuentro de Bebo, con su hijo Chucho, en el celebrado duelo a dos pianos en el Auditorium de Palma, presentado como Juntos para siempre, un reclamo que años después utilizarían Andrés Calamaro y Alejandro Lerner para su álbum de 2019. Aquellas dos citas, en 2003 y 2008, constituyeron auténticos hitos en la escena mallorquina. Pero nos faltaba el menor de la familia, Luis Jesús Chuchito Valdés.
Su primera visita oficial a la isla fue el año 2023, invitado por el Festival Internacional de Deià, que le había preparado seis conciertos en otros tantos escenarios, entre junio y julio, y en el repertorio destacaba la Suite Picassiana acompañado de la Camerata Deià y con el refuerzo de un trío para el desarrollo de sus incursiones en piezas del jazz afrocubano contemporáneo. Formaban el trío Joan Roca al contrabajo, Pep Aspas a la batería y Benji Román Habichuela a la percusión latina. Los conciertos se celebraron en el Palau March, Son Marroig, La Residencia, Bodegas Tianna Negre, el Festival de Sineu y Torre de Canyamel. La idea de Chuchito Valdés con esta suite era crear algo «con una belleza particular, como las pinturas de Picasso».
Ha vuelto a ocurrir en fecha reciente, esta vez para estrenar la Suite Mironiana en la Fundación Miró Mallorca, el 16 de enero. Acompañado solamente por el mismo trío que le secundó en 2003. La idea de esta suite, que participa de su tendencia a componer basándose en la obra del artista, surgió durante su visita a la Fundación Miró Mallorca coincidiendo con sus conciertos de 2023.
Fiel a su capacidad para integrar estilos, como ya ocurriera con su anterior suite, vuelve a fusionar raíces cubanas con los cánones de la música clásica y en esta visita, al no contar con un conjunto de cámara, el trío se mantenía en silencio mientras el piano desarrollaba un prolongado y reiterativo preludio, para acoplarse a las explosiones del teclado, recreándose danzas que venían a idealizar las sensaciones que la obra mironiana provocaba en la mente del músico cubano y de paso recrear más obra propia, de manera que en paralelo fueron sucediéndose ritmos acelerados con Son Montuno, Danzón La niña y Danzón Almendra, con visitas asimismo a Manisero o Bossa para ti. Su febril digitación y su portentosa capacidad de emparejar estilos y de hilvanar narrativas te dejan boquiabierto.
Si Chucho se refería a la influencia de su padre, como encarnar las raíces y él las ramas, en el caso de Chuchito la admiración por su padre parte de las motivaciones que sintió en su infancia mientras escuchaba a Irakere, la banda fundada por Chucho a finales de los años 60.
La novedad era que esta segunda visita no se iba a limitar al concierto de la Fundación Miró, sino que aguardaba otra velada con la particularidad de abrir Son Mir a unas veladas musicales, como complemento de su actividad habitual centrada en eventos varios. Así pues, de suite en suite y entre medias Cancún, su residencia habitual. Su padre, Chucho Valdés, ya tiene fecha para presentarse de nuevo en la sala magna del Auditorium de Palma. Será el 7 de marzo.
A propósito de Son Mir y de ser cierta la voluntad de abrirse a veladas musicales, lo primero que deberían hacer es comprar un piano en condiciones en lugar de echar mano del teclado lacado en blanco útil para eventos varios pero por completo inadecuado para un pianista de altos vuelos. De no haber sido porque Chuchito Valdés es un gran pedazo de humanidad, otro en su lugar se habría negado a tocar en ese juguete. Luis Jesús Valdés, en cambio, apelando a las influencias recibidas por su veneración hacia Oscar Peterson, Bill Evans o Erroll Garner, se empleó en virtuosas saldas en busca de darle voz a sus raíces afrocubanas y vaya si lo consiguió. Desarrollando un vocabulario que para entenderlo adecuadamente conviene tener presentes los contenidos que se esconden en trabajos donde queda patente su trayectoria más íntima, cono Dinastía Valdés (2009), incluso sus introspecciones resumidas en The Other Side of Me (2012).
Firme defensor del directo, supo sacar de aquel piano lacado en blanco un brillo que parecía imposible dadas las circunstancias, llevando su fértil imaginación improvisadora a límites insospechados incluso dibujando con sus manos en el aire de la sala la cabalgadura de sus dedos magníficos. Hasta llegar a la guajira final, toda ella una bendición para el momento vivido.
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