Las monjas rebeldes de Belorado y el obispo ‘fake’: ¿un nuevo Palmar de Troya?
El obispo falso de esta secta fue consagrado por un sacerdote del Palmar de Troya
Se trataría del primer cisma protagonizado por monjas de clausura
En pleno corazón de la riojilla castellana, camino de Santo Domingo de la Calzada y San Millán de la Cogolla, ha resurgido en el mapa Belorado, un pueblo de Burgos, que llevaba siglos sumido en los quehaceres de la vida contemplativa de sus monjas, entre el ir y venir de los peregrinos.
Belorado, ‘Belorao’ para los autóctonos, es un pueblito discreto de no más de 1.500 habitantes, que ha dado la vuelta al mundo, ante la expectación de millones de católicos que no comprenden qué ha pasado dentro de los muros de un convento para que 15 monjas Clarisas hayan decidido romper relaciones con la Santa Sede.
Unas relaciones rotas al declarar que el Papa Francisco, Benedicto XVI, San Juan Pablo II y todos los que siguieron a Pío XII, «no son papas legítimos», por pertenecer a la era posterior al Concilio Vaticano II, considerado, por los algunos tradicionalistas, como un punto de inflexión negativo en el devenir de la Iglesia y que algunas sectas usan de cuña para intentar romper la hegemonía histórica de la Santa Sede.
Y motivo por el cual estas monjas de clausura habrían decidido seguir a un falso obispo andaluz que fundó hace años la Unión Pía de San Pablo Apóstol, considerada por la Iglesia como una secta sedevacantista, que maneja a la perfección la puesta en escena tradicionalista por medio de su estricto protocolo de vestimenta.
Pablo de Rojas: obispo ‘fake’ e inversor
Se trata de Pablo de Rojas Sánchez-Franco, que tiene a un ayudante ex barman, José Ceacero, que se ha vuelto el portavoz de las monjas, también un falso cura. Falsos porque ni a uno ni a otro reconoce la Iglesia haberlos oficiado como tal. De Rojas fue excomulgado como católico por el actual arzobispo de Burgos, D. Mario Iceta, cuando éste era obispo de Bilbao. Y casualidades del destino, uno y otro se han vuelto a encontrar. Ambos han sido cultivados en el seno del Opus Dei, pero aquí se acabarían los puntos en común.
Al parecer, sin el mandato del Papa de Roma, Pablo de Rojas ha sido consagrado obispo hasta en dos ocasiones y por obispos tampoco reconocidos por la Iglesia Católica. La primera, por el antiguo jesuita Derek Schell, quien se consagró obispo en el Palmar de Troya en 1976. La segunda, por el obispo valenciano también cismático Ricardo Subirón, así mismo consagrado obispo por el conocidísimo papa Clemente de la citada secta Palmar de Troya.
Es decir, en el caso de Pablo de Rojas, todos los caminos llevan al Palmar de Troya aunque él se empeñe en desvincularse de ello e insistir en que pertenece a una asociación que defiende que la sede del papado de la Iglesia Católica está vacante. Si bien, en los mentideros próximos a Belorado, se rumorea que es una argucia para tomar popularidad, puesto que sus aspiraciones sí que estarían centradas en convertirse en el próximo papa de la orden palmariana.
En cualquier caso, de Rojas habría sido la persona que estaría detrás del famoso millón de euros que estaba dispuesto a prestar a las Clarisas para comprar el Monasterio de Orduña (Vizcaya), tras la negativa de concederles la venta del monasterio de Derio (Bizkaia). Ni una ni otra operación habría salido adelante, motivo de la inquina que habría despertado entre las Clarisas, por lo que consideran un «boicot» y por el que reclaman a la Iglesia más de un millón y medio de euros de indemnización por las obras acometidas en dicho monasterio de Orduña, así como un 30% por daños y prejuicios.
Por otro lado, según publica la prensa local de Burgos, el monasterio de Derio había sido regentado por estas Clarisas como una hospedería, pero el Ayuntamiento de Derio les obligó a cerrarla porque no tenían licencia de explotación. Este sería el verdadero motivo por el que las Clarisas se fueron a Orduña, y abandonaron el de Derio, así como el detonante de la discordia entre la abadesa y el arzobispo de Burgos.
Un patrimonio, el de Derio, que las monjas de Belorado querrían vender a una posible empresa de restauración, al estilo de lo que ocurrió con Paradores en Santo Domingo de la Calzada, puesto que estos inmuebles están siendo codiciados por inversores inmobiliarios que ven en ellos sabrosas operaciones con las que hacerse con parajes únicos en el mundo, como es el caso de multitud de cenobios erigidos a lo ancho y largo de nuestra península, para convertirlos en hoteles con encanto.
La reacción por las monjas en Belorado
De ahí que la noticia haya sobrecogido a los habitantes de Belorado que llevan siglos comprando en su torno los dulces conventuales y ofreciendo las novias que se casan huevos a las monjas para que no les llueva el día de la boda, y que de un día a otro perciben un sentimiento de pena y extrañeza hacia sus monjas. «La misa la hacían preciosa, estas monjas cantan como los ángeles», nos explica una vecina.
«Ahora bien, lo que ha pasado no me sorprende. Se veían últimamente cosas muy raras. Tienen muchos coches, crían perros de raza, y reclaman a la Iglesia 1,6 millones de euros por haberlo invertido en un convento en el País Vasco, pero… ¿cuánto dinero ganan con los postres? La racha fuerte de vender fuera de la zona no lleva ni 10 años», nos razona otro habitante.
Las monjas: perros de caza, chocolate…
Así es. Las monjas Clarisas de Belorado crían perros de raza, venden chocolates hasta en Japón, tienen una huerta de productos ecológicos…, son, como decimos ahora, unas emprendedoras que se valen de la reforma del derecho canónico del Concilio Vaticano II para moverse de un sitio para otro, y publicitar sus productos hasta en el Madrid Fusion. Un caso de éxito que contrasta con la decadencia y declive que sufren la mayoría de los conventos actualmente.