Rusia pone pie en África
Uno de los motivos de la agresión de Rusia a Ucrania, que comenzó en 2014, fue apoderarse de la base naval de Sebastopol, en la península de Crimea. Durante siglos fue el único puerto ruso en aguas cálidas y, después de la disolución de la URSS, Kíev se lo arrendó a Moscú.
Desde el zar Pedro I, que reinó entre 1682 y 1721, la fijación de los gobernantes rusos ha sido disponer de puertos libres de hielos y en mares abiertos. Su primera base naval en el Mediterráneo fue la de Tartús, en Siria, cedida por el régimen de Háfez al-Ásad en 1971 y que todavía se mantiene operativa, a pesar de la huida de su hijo Bashar al-Ásad, en diciembre pasado.
Rusia quiere recuperar parte de la fuerza y los aliados de que dispuso la URSS, para lo que está aprovechando la guerra. En febrero, antes de que Donald Trump y JD Vance abroncaran a Zelenski en la Casa Blanca, en Moscú se reunieron los ministros de Asuntos Exteriores ruso y sudanés para anunciar la inmediata aplicación del convenio suscrito en 2020 por el que el país africano autorizaba al euroasiático a establecer una base naval. El derrocamiento mediante un golpe militar del dictador Omar al-Bashir, la invasión de Ucrania y el estallido de una guerra civil en Sudán lo habían aplazado hasta ahora.
El puerto, cedido por un plazo de 25 años, admitirá buques impulsados por energía nuclear y acogerá hasta a 300 rusos. De esta manera, Rusia irrumpe en una de las zonas más calientes de la Tierra.
La base se situará en frente de las costas de Arabia Saudí y en medio del mar Rojo. Al norte, se hallan el canal de Suez, que pertenece a Egipto, y el golfo de Áqaba, las únicas salidas a este mar de Jordania e Israel; los tres son aliados de Estados Unidos. Al sur, el estrecho de Bab el-Mandeb, escenario de escaramuzas desde diciembre de 2023 entre los hutíes yemeníes, que reciben apoyo (drones y cohetes) de Irán, y varias fuerzas navales que participan en la Operación Guardián de la Prosperidad, dirigida por Estados Unidos.
En la ribera africana de Bab el-Mandeb se encuentra la república de Yibuti, un pequeño país poco mayor que la provincia de Badajoz y que, debido a su situación estratégica en una ruta de navegación fundamental para el mundo, acepta presencia militar de Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, China y Arabia Saudí.
Otro de los países africanos en que a Rusia le gustaría instalar una base naval es Argelia, cuyo régimen fue, desde su independencia en los años 60, un fiel aliado de la vieja URSS. Varias veces ha pedido Moscú a la gerontocracia que gobierna Argelia (su presidente actual, Abdelmajid Tebboune, cumplirá ochenta años en noviembre, y su predecesor, Abdelaziz Buteflika, falleció en el cargo, con noventa y cuatro años, después de veinte de gobierno) para construir una base en la ciudad de Orán, unida con Alicante mediante ferries, o en otros lugares. Los argelinos han rechazado las solicitudes por ahora.
Sin embargo, Argelia, exportador de gas natural a Europa y el país africano más extenso, es también el que tiene el mayor gasto militar del continente. Su principal suministrador de tecnología militar es Rusia. Los últimos productos enviados por Moscú son cazas Sukhoi Su-35, al parecer los mismos que iba a comprar Egipto y que al final rechazó por presiones de Estados Unidos. Este tipo de caza puede enfrentar y, en opinión de algunos expertos, incluso superar al F-35, del que la prensa marroquí ha publicado que su país va a adquirir una veintena de unidades.
Argelia sigue protegiendo a los saharauis en Tinduf. Éstos en 2020 han reanudado una guerra de baja intensidad contra Marruecos, ocupante de su territorio, del que la ONU aún considera a España potencia administradora, ya que está pendiente de descolonizar. En 2021, Argelia y Marruecos rompieron relaciones diplomáticas y cerraron su frontera.
Además, Argel está librando un duelo con París por su negativa a admitir la deportación de sesenta ciudadanos suyos a los que los franceses acusan de delincuentes y terroristas. El Gobierno francés ha amenazado con deshacer el acuerdo de inmigración vigente desde 1968 entre ambos países, pero no ha conseguido su objetivo.
Y a principios de mes, Argelia protestó por las maniobras militares franco-marroquíes programadas para septiembre de 2025, que considera “un acto de provocación”.
La OTAN necesita a Marruecos para vigilar a Argelia en el Mediterráneo y el Sáhara y bloquearle la salida al Atlántico. Por tanto, si el sultán Mohamed exige un precio a costa de España, no dudemos de que Sánchez lo pagará, sea por la amistad que le ata al monarca alauita, sea por presión de nuestros aliados.
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