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‘Élite’ se despide por la puerta de atrás: ¿Por qué la serie ha ido de más a menos?

Un fenómeno social que dice adiós con una de sus peores temporadas

Se ha estrenado la octava y última temporada de Élite (Netflix), una buena oportunidad para analizar el declive de una serie que no era tan mala al principio pero que ahora roza la vergüenza ajena. No se puede negar el fenómeno de esta ficción. Ha servido de cantera de estrellas, se ha visto en todo el mundo y, guste o no, es Marca España. La que comenzó siendo un refrito de los clásicos culebrones adolescentes pero con calidad, con personajes que te importaban y giros coherentes, lleva ya años sin un rumbo definido y desafiando la credibilidad del espectador. Eso sí, es la única ficción de Netflix en conseguir 8 temporadas y eso es un logro del que enorgullecerse. Siempre. ¿El final está a la altura? No si recordamos los inicios. Si se ha llegado hasta aquí, si todavía se es fan, entonces tal vez de disfrute. En estos últimos ocho episodios se vuelve a hablar de poder, de dinero y de prostitución. Hay mucho sexo (como siempre) y muchos giros imposibles.

Mierda de la buena hasta que dejó de serlo

La primera temporada de Élite era como comerse una hamburguesa jugosa y grasienta que sabes que no es muy sana pero qué rica que está y cuánto te sacia. Las dos siguientes tandas aflojaron un poco (sobre todo la segunda) pero seguían dándole a su público lo que quería. Luego, a partir de la cuarta entrega, la cosa se torció.

Actores de ‘Élite’

Ningún placer debería ser culpable, así que los que consuman Élite no han de sentir vergüenza alguna. Aplaudamos los productos de evasión, son igual de necesarios que cualquier otro tipo de arte. El problema es cuando se pierde el foco y la visión. La serie creada por Carlos Montero y Darío Madrona (dos genios de la producción mainstream) arrancó con notable. Sí, era un conjunto de tópicos de instituto americano pero enganchaba por cómo estaba contado, por sus referencias y por unos personajes (y actores) carismáticos. Había evolución dramática, tensión, sorpresas y, lo más importante, coherencia.

Si alguien le exige realismo a una serie como Élite es que no ha entendido nada. Ese es un mundo que no existe. Una fantasía erótico festiva que no pretendía ser más que lo que era. Pero entretener, eso que se infravalora tanto, es algo muy difícil de conseguir. La ficción no ha de ser veraz pero sí creíble. Da igual que cuente una invasión zombie, una guerra entre magos, o la miseria de las clases trabajadoras, lo importante es que tenga coherencia, que existan personajes con los que empatizar, que estos tengan sus procesos y su evolución. Todo esto se pierde cuando en la historia pasan las cosas porque sí, cuando un personaje decide algo ahora y a los cinco minutos lo contrario sin venir a cuento- en Élite esto se traduce en pasar de cama en cama sin ton ni son-. Ninguna serie debería ser criticada desde la moral pero sí desde sus mecanismos narrativos y Élite hace mucho que los perdió.

Itzan Escamilla y Omar Ayuso, en ‘Élite’. (Foto: Netflix)

Hemos pasado de la hamburguesa rica a comida china pudriéndose en la nevera durante días. Nos venden bisutería barata como si fuese lujo y eso canta demasiado. Da igual si uno se lía con uno o con mil, si tiene que hacer un exámen después de hacer una orgía , meterse mil drogas y descubrir a un asesino en serie, lo importante es que me lo crea, que no parezca una locura. Élite hace mucho que es una marcianada y se ha despedido siéndolo.

¿Cómo es la última temporada?

Llegamos a la última temporada con hastío. Élite ya no sirve ni para reírse ante tanta locura, ni siquiera para excitarse. Su prono suave ya ha dejado de ser rompedor y morboso, parece más la fantasía erótica de sus creadores. El sexo aquí no es sólo gratuíto, es ridículo. En su despedida, la serie vuelve a los tríos, las orgías, la prostitución (se ahonda mucho en este tema graciacis al personaje de Joel) y a la barra libre de infidelidades, esas tan poco creíbles en las que dos personajes se muestran increíblemente enamorados para, en dos secuencias, ponerse los cuernos.

Pantallazo de la temporada 8 de ‘Elite’.

La trama (con algunos spoilers)

Uno de los ejes centrales de la trama en esta última temporada de Élite es la asociación de antiguos alumnos de Las Encinas, liderada por los hermanos Emilia y Héctor Krawietz, interpretados por Ane Rot y Nuno Gallego. Estos dos son los que desencadenan la acción, las nuevas intrigas y, por supuesto, el nuevo (y último) asesinato. Influyentes, poderosos y corruptos, a los hermanos no les temblará la mano para destruir la vida a los que se metan en sus asuntos. Muchos estudiantes atemorizados donde solamente uno será valiente para plantarles cara: Omar. El joven no les teme y está dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de ver caer el imperio que han creado.

Con los Alumni (que así se llama la asociación de antiguos alumnos) como excusa argumental (y prostíbulo de lujo), la pandilla vuelve a meterse en líos sexuales e ilegales, mientras que se intenta descubrir al asesino de… ¡Joel!. Sí, él es el muerto de turno, se sabe desde la escena de arranque. Luego, la trama (como en todas las temporadas) retrocede hasta encontrarse con el asesinato en el capítulo cinco (no en el último, como de costumbre).

Con la falta de medios habitual, nos intentan vender, por ejemplo, que los interrogatorios policiales se hagan dentro de la escuela, que sólo exista un restaurante o una discoteca de lujo en Madrid o que Las Encinas no haya cerrado ya por tanto crimen cometido.