El diagnóstico del cáncer de tiroides en etapas iniciales eleva la supervivencia al 90%
Un diagnóstico temprano y los avances en el tratamiento están mejorando los índices de supervivencia de esta enfermedad que afecta al 1% de la población
La prevalencia del cáncer de tiroides es cada vez mayor. El aumento de su incidencia ha sido notable en los últimos años, llegando a afectar aproximadamente a un 1% de la población. En nuestro país, de hecho, durante el año 2024 se diagnosticaron más de 6.400 nuevos casos de cáncer de tiroides, con una prevalencia casi 4 veces superior en mujeres.
Un tipo de cáncer del que queda mucho por saber y que hace esencial una detección a tiempo. Sin embargo, el diagnóstico precoz y los avances en el tratamiento están mejorando los índices de supervivencia de esta enfermedad hasta el 90%. Los especialistas de Quirónsalud nos explican los principales síntomas de estos tumores y todas sus opciones de tratamiento.
¿Cómo aparece el cáncer de tiroides?
El cáncer de tiroides se produce cuando comienzan a proliferar células malignas en la glándula tiroidea, responsable de producir las hormonas que regulan el ritmo cardíaco y la presión arterial, la temperatura del cuerpo o el peso. Sin embargo, puede que en un estado inicial, este tipo de cáncer no presente síntomas, ya que los nódulos tiroideos se encuentran presentes en hasta el 68% de las personas, aunque sólo en un 4-5% de los casos suelen ser malignos.
Las formas más frecuentes en las que se presenta el cáncer de tiroides, explica el Dr. César Canales Bedoya, jefe de Servicio de Cirugía General y Aparato Digestivo del Hospital Ruber Internacional, son el carcinoma papilar y el carcinoma folicular, dos tipos de tumores que generalmente tienen un muy buen pronóstico cuando se detectan a tiempo».
«Un diagnóstico precoz y el tratamiento adecuado de esta enfermedad permite alcanzar una alta tasa de supervivencia de hasta el 90% y reducir al mínimo las complicaciones quirúrgicas», recuerda el Dr. Canales, que subraya además que contar con un diagnóstico cuanto antes permite también «identificar la enfermedad en sus etapas más iniciales, y traducirse en una intervención más oportuna y en una mejor respuesta al tratamiento».
Detectar e identificar los síntomas
El principal síntoma que puede hacer sospechar de la existencia de este tipo de tumor es la aparición de un bulto en el cuello. Aunque puede deberse a la inflamación de un ganglio cervical, totalmente benigno, siempre es recomendable descartar que el bulto sea maligno. El dolor en el cuello, la disfonía, la ronquera y la dificultad para tragar o respirar también pueden ser un síntoma de alarma.
Ante cualquiera de ellos, el especialista recomienda acudir de inmediato a un cirujano de cuello para una evaluación clínica que realice una valoración detallada y solicite las pruebas analíticas necesarias. Entre las pruebas más utilizadas están la ecografía, la tomografía computarizada (CT), y, a PASF (biopsia) que permitirán diagnosticar correctamente la enfermedad y tratarla adecuadamente.
Las secuelas quirúrgicas de este tipo de intervenciones se minimizan mucho dependiendo de la experiencia del cirujano y los aparatos utilizados.
Tratar el cáncer de tiroides
El tratamiento del cáncer de tiroides dependerá de la agresividad, del tamaño del tumor y su extensión. En los casos de tumores pequeños o micropapilares (menores a 1 cm), explica el Dr. Canales, «la observación puede ser suficiente, especialmente si el tumor no muestra signos de agresividad». Sin embargo, advierte, «cuando el tumor es más grande o se ha diseminado a otras áreas, se requieren procedimientos quirúrgicos más complejos».
Entre los principales abordajes quirúrgicos están la lobectomía, que consiste en la extirpación de uno de los lóbulos de la glándula tiroides, común en tumores localizados que no han afectado otras áreas del tiroides, y la tiroidectomía total, que implica la extirpación completa de la glándula tiroides. Esta última se utiliza en los tumores más grandes, o en aquellos que han mostrado signos de diseminación.
Si los ganglios linfáticos están afectados pueden extirparse también (linfadenectomía). Las secuelas quirúrgicas de este tipo de intervenciones suelen ser mínimas, lo que contribuirá a la calidad de vida del paciente, aunque a medida que el tratamiento se vuelve más agresivo, las complicaciones y las secuelas pueden ser mayores, advierte el especialista.
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