SMI: Regulación vs productividad
«La existencia de la Personalidad, la Libertad y la Propiedad, no se debe a que los hombres hayan dictado leyes. Por el contrario, la preexistencia de su personalidad, libertad y propiedad es la que determina que puedan hacer leyes los hombres», Frédéric Bastiat
Sorprendía el dato de inflación este pasado jueves, justo después de que Jerome Powell advirtiera en los medios de comunicación de cierto positivismo alrededor de la economía. – «¡No estamos en un mercado laboral sobrecalentado!», advertía el mandamás del FOMC y presidente de la FED. De hecho, lo especialmente tranquilizador para mi querido Mr. Market ha sido la inflación subyacente, puesto que venía siendo tensionada durante los primeros trimestres del año.
Pero parece que ahora dicha inflación subyacente se está moderando y está a un suspiro de que empecemos a ver un 2′ en el próximo dato (probablemente el 2,9%). ¿Y por qué es tan importante la inflación subyacente? Sin ánimo de aburrir, la subyacente es la inflación importante, la estructural. El dato de IPC digamos normal, tiene en consideración todos los precios, y como tal puede incorporar hechos coyunturales como fenómenos climatológicos o aspectos no estructurales que pueden ser transitorios.
Sin embargo, la subyacente es una inflación que se mide a más corto plazo y que excluye de la ecuación energía y alimentos no procesados, es decir, los elementos menos volátiles. Por lo que podemos decir, que la inflación subyacente es mucho más precisa para los bancos centrales, que son notablemente más proactivos a la hora de corregir la inflación subyacente (digamos la más estructural) que el IPC normal (más coyuntural).
Así pues, los mercados han devuelto los precios a zona de resistencia con cierta alegría, especialmente si de las mid & small caps del mercado americano hablamos (Rusell 2000), y eso sí, atenuando la euforia entre las 7 magníficas. ¿Volveremos a la rotación cíclica? Es probable. Lo que sí os adelanto es que el oro, volviendo a cotizar sobre sus máximos históricos en los 2.400 USD por onza, nos invita a un escenario de tipos reales negativos. Y esto, ¿es bueno o es malo? Pues como siempre, según se mire. Bienvenidos a mi tribuna semanal de opinión.
En la economía existen tres factores que son determinantes: el coste de oportunidad, los recursos escasos y la demanda agregada. Bastiat lo explicaba con la falacia de la ventana rota, ¿podría ser un niño culpable de vandalismo por romper un cristal a un panadero? Si el panadero se viera obligado a cambiar el cristal, eso sería beneficioso para el cristalero que obtendría un beneficio y compraría zapatos, que beneficiaría al zapatero, etc.
Este bucle terminaría siendo positivo para la sociedad. Sin embargo, la falacia de Bastiat consiste en entender que si bien el cristalero se vería favorecido, a lo mejor el sastre se vería penalizado, puesto que al ser los recursos escasos, supondría un coste de oportunidad para el sastre, ya que dejaría de hacer el traje que pensaba comprar el panadero antes de tener que reparar el cristal roto. En realidad, lo que pretende explicar Bastiat es que la sociedad pierde el valor de los objetos inútilmente destruidos.
Y es que muchas veces, las personas que integran esta sociedad suelen obnubilarse por los resultados a corto plazo, quedándose perplejos y convencidos acerca de lo que tienen delante de sus ojos, y esto amigos es una falacia elemental, puesto que suelen confundir necesidad con demanda, y la verdadera demanda económica no requiere únicamente de necesidad, sino también de capacidad para satisfacerla. La producción y la voluntad son sin lugar a dudas el buque insignia de la buena economía, y la capacidad adquisitiva como concepto meramente monetario es tan ridículo que cae por su propio peso. ¿Por qué? porque sino ¡bastaría con imprimir billetes! Sin embargo, lo cierto es que cuanto más dinero se crea por los bancos centrales, más desciende el valor de la unidad monetaria. Al final, el mercado monetario, como todo mercado, se regula a través de la oferta y la demanda, mediante el precio. ¡No hay más!
Y claro, la depreciación monetaria se mide por la inflación, ese sigiloso ladrón de guante blanco… Pero como nuestra sociedad ingenuamente valora su riqueza por los ingresos percibidos en términos monetarios en vez de por su poder adquisitivo, ¡todos están ingenuamente engañados! Así que los presuntamente buenos datos de la economía que nuestros políticos nos tratan de vender todos los días, provocan que los ciudadanos atribuyan al intervencionismo las ventajas de Papá Estado sin caer en el detalle de que el incremento del salario no ha sido causado tanto por la regulación como sí provocado por la inflación, sin comprender del todo que en términos reales ¡son bastante más pobres! Y claro, entienden que subiendo el SMI y topando los precios lograrán revertir la injusticia provocada por los malvados empresarios y los fondos buitre; pero los que sobre dicho supuesto pensaran, con error notorio, ser más ricos que antes, demostrarían su incapacidad para entender una argumentación lógica. Y es que es más fácil buscar un cabeza de turco que hacer autocrítica y reconocer su propia ignorancia.
Subir el SMI
Con este marco algunos aplauden y otros tiemblan. No se equivoquen queridos, la inflación, el déficit público, y la deuda, así como las ayudas europeas son la gasolina que impulsa la economía de España. Ni la inversión basada en el ahorro, ni la innovación más allá del tapón de rosca, ni tampoco la simplificación de la burocracia han ayudado a obtener un incremento estructural de nuestra economía. ¿Y ahora se quejan de la precariedad y precios de la vivienda? He aquí una nueva falacia y otro sofismo. – ¡Subamos el SMI!, dicen.
Vamos a ver, el principal argumento que explica el distanciamiento entre ricos y clases medias es el INTERVENCIONISMO. Primero, como consecuencia de las políticas monetarias no convencionales de los bancos centrales, con base en inflar el precio de las acciones y de la renta fija en los mercados de deuda. En segundo lugar, tendríamos a las políticas fiscales que han provocado una inflación real. Por eso decía que unos aplauden y otros tiemblan. Pero, ¿quiénes tiemblan? ¡Los gobiernos! Sin inflación no hay capacidad de pago de la deuda ni manipulación de los ciudadanos para hacerles creer que son más ricos con unos salarios que no hacen más que perder poder adquisitivo en términos reales. Y es que el salario, a fin de cuentas, no es más que un precio que determina el valor descontado de la productividad marginal y que como tal se rige como cualquier otro precio. Si tú regulas el SMI los perjuicios que generas superan sus beneficios. Pasen y vean…
El salario, en realidad, es un precio y como tal, está gobernado por los mismos principios que cualquier precio. Regular el SMI constituye un arma poco eficaz para combatir el daño derivado de los bajos salarios, ya que el posible beneficio a conseguir mediante tales leyes sólo superará el posible mal en proporción a la modestia de los objetivos a alcanzar, puesto que lo único que consigues es paro, inflación y peores productos y servicios para el consumidor. Sinceramente, no se trata de discutir si queremos un mayor bienestar para todos, esto lo doy por sentado. Más bien se trata de utilizar los medios más adecuados para conseguirlo, ¡el cielo es azul, el agua moja y NO es posible pagar más salarios de lo que se produce!
Y entonces, ¿cómo combatimos la precariedad? Simple, incrementando la productividad del trabajo mediante una mayor acumulación del capital a través de la inversión que permita innovar hacia una mejor tecnología, mejores procesos de gestión, una dirección eficaz y unos empleados formados para trabajar de manera más eficiente. Cuanto más productivo sea el trabajador, más crece la prosperidad de los diferentes agentes económicos. Mejores productos y servicios para los consumidores, mejores salarios para los trabajadores, más márgenes a la inversión, mejores beneficios para los empresarios y más recursos para el Estado. ¡Easy!
Mr. Bastiat decía que la existencia de la personalidad, la libertad y la propiedad no se debe a que los hombres hayan dictado las leyes; más bien la preexistencia de su personalidad, libertad y propiedad, es lo que ha determinado que se puedan hacer leyes. Ay, amigos estatistas… La libertad y la conciencia están despertando en los corazones de esta agotada sociedad, sociedad a la que hoy les quiero decir bien claro que los salarios reales tienen su origen en la productividad y no en los decretos del político de turno, ni tampoco en las órdenes ministeriales. Pero, ¿dejarán ustedes algún día de manipular todo aquello que gustan expoliar?
Gisela Turazzini, Blackbird Bank Founder CEO.
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