Entre el Reino Unido británico y el reino ¿desunido? de España
Desde el pasado 8 de septiembre fecha de la muerte de la Reina Isabel II, y hasta el próximo lunes 19 de septiembre en que se celebrará su solemne funeral en la Abadía de Westminster en Londres, el mundo parece centrado en la personalidad de quien durante 70 años, ha ejercido con dignidad su papel de soberana de Reino Unido de Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte, además todavía, de otras 15 naciones de la Commonwealth. Lo cierto es que la prensa escrita y la programación audiovisual de gran parte del mundo, según conocemos, está protagonizada por la noticia, acompañada de la de toda la familia real, como si formara parte del círculo de amistades de la gente que ha permanecido enganchada a tanta información como se suministra. Con la perspectiva de los escasos días transcurridos, ya puede afirmarse que la monarquia británica tiene un “glamour” que parecería más propio de otras épocas, que de la actual. Podría pensarse que de existir los medios de comunicación de la actualidad, algo no muy distinto de lo que experimentan ahora los británicos, debería ser lo que el pueblo – entonces no soberano, sino súbdito- sentiría respecto de la monarquia absoluta del antiguo régimen. Basta imaginar a Luis XIV de Francia, conocido como “el Rey Sol” para imaginarlo, o con soberanos coetáneos a él en la Gran Bretaña o en España por ejemplo.
Pero esa fascinación que ejerce la Corte de Windsor es actual, en un mundo y unas sociedades occidentales donde la cultura woke causa estragos en la Historia y la Tradición, lo que provoca no poca perplejidad al observar lo que estamos viviendo. Por ello causa una cierta envidia observar el patriotismo y el orgullo nacional de los británicos, al contrastarlo con el tratamiento que damos a nuestro propio país y a sus homónimos Reyes de España, de la corte de los Borbones, emparentada también con los Windsor y con no menos ni menores títulos que aquella. Entre otras razones podríamos recordar que precisamente los Borbones vinieron a reinar en España por medio de Felipe V, nieto del Rey Sol, al morir sin descendencia Carlos II el último de los Habsburgo, y previa Guerra de Sucesión.
La referencia a dicha guerra sucesoria entre los pretendientes austracista y borbónico, nos remiten a 1714 y a los eventos que el separatismo catalán conmemora convirtiendo la Diada del 11 de septiembre en una jornada heroica de aquella inexistente guerra de “secesión”. Rafael de Casanova que murió protegido por Felipe V largos años después de aquella fecha, no luchó por república catalana alguna, sino por España y el aspirante a Rey que él consideraba con mejor derecho a la sucesión a la Corona española. Así, mientras los restos de Isabel II eran velados con todo respeto y admiración en Escocia, sus presuntos homónimos secesionistas catalanes, protagonizaban patéticamente ayer, una guerra cainita entre los seguidores de Puigdemont, Borràs, y el indultado Turull y los calificados de “traidores” republicanos de Junqueras y Aragonès, con los que curiosamente gobiernan conjuntamente la Generalitat.
A nuestro Rey Felipe VI le tienen estigmatizado por su discurso del 3 de octubre de 2017, cuando actuó cumpliendo con ejemplaridad su deber como Rey Constitucional de España, levantando el ánimo de una población que en Cataluña y en el resto de España observaba atónita y desmoralizada lo que sucedía. La política catalana vive desde 2012 instalada en el bucle del surrealismo separatista, demandando unos que Aragonés declare la independencia o convoque elecciones – como si esa declaración fuera un juego floral- y éste a Sánchez que dialogue “en la Mesa” para hacer posible un referéndum de autodeterminación “pactado con el Estado”. El declive de la Diada de este año respecto a las precedentes que culminaron en 2017, es paralelo al declive de la actual Cataluña como referencia de admiración y respeto de una gran mayoría de españoles años atrás.Similar a lo que va de la estatura física y de dignidad de Tarradellas a la clase dirigente actual. Mientras, Pedro Sánchez presidente del Gobierno, tocando la lira grabando su serie cual imitador de Isabel II.
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