La reforma laboral de 2022 empeoró la de 2012
Sánchez ha llevado a España hacia el abismo en muchos campos, sin importarle nada más que su intento de supervivencia política personal. Sólo entiende la ostentación del poder como elemento de marketing con el que captar votos y perpetuarse en el cargo, como estamos viendo en esta campaña electoral. Para ello, lo mismo introdujo a los comunistas en el Gobierno cuando cinco minutos antes decían que les quitaba el sueño, por boca de Sánchez, que trazan un acuerdo con los que fueron el brazo político de la banda asesina ETA, que tanto daño ha hecho y que tantas vidas ha segado en España. Todo ello, de salirle las cuentas, lo volverá a hacer. Por eso es esencial que nadie que quiera derogar el sanchismo se quede sin votar.
Dentro de todos los problemas generados por Sánchez se encuentra también la contrarreforma laboral de 2022. Puede parecer que no es un problema como los demás, pues la propuesta inicial del Gobierno, pactada, ni más ni menos, con Bildu, era mucho más agresiva, pero la segunda, más cosmética para poder decir que derogaban la reforma del PP, también tiene elementos nocivos.
Es comprensible que los empresarios prefiriesen una contrarreforma que tocase pocas cosas que la propuesta inicial, y por este motivo la aceptaron, pero no es una reforma que mejore nada, sino que lo empeora un poco respecto a la reforma anterior. ¿Lo empeora mucho? No, pero no lo mejora, sino que lo empeora. Por tanto, por lógica, es peor, y si una cosa es peor, habrá que modificarla para que vuelva no sólo a como era antes, sino que habrá que actualizarla para que sea todavía mejor que entonces.
Eso es lo importante, deshacer los elementos nocivos introducidos en 2022 e incorporar otros nuevos que dinamicen el mercado laboral. Diez años después, la contrarreforma de Sánchez, además de empeorar la reforma de 2012 -aunque fuese mínimamente- perdió una gran oportunidad para flexibilizar más el mercado laboral y dotar al mismo de mayor dinamismo, que es lo que necesita la economía española, en lugar de introducir distorsiones estadísticas que hacen incomparables los datos, con el perjuicio que eso genera en la fiabilidad de los mismos, todo para tratar de acabar con la temporalidad por ley, de manera artificial, al tiempo que volvía a asfixiar a las pymes al volver a la prevalencia de los convenios sectoriales en la negociación salarial, con un incremento de costes inasumible para las empresas, en general, y las pymes en particular, que, además, puede desembocar en una peligrosa espiral precios-salarios. Junto con ello, la recuperación de la ultraactividad plena, entre otras cuestiones, y el riesgo a que siempre pudiese profundizarse en dicha reforma en la mala dirección, como tantas veces intentaron miembros del Gobierno, hacía que la postura lógica a dicha contrarreforma fuese de rechazo a la misma, porque no mejoraba, sino que, aunque fuese poco frente a lo posible, empeoraba, motivo por el que hay que modificarla. Esas razones para modificar lo que se empeoró son las razones que imperaban en el momento de su votación para votar en contra.
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