El monstruo de La Palma
Juan E. Cirlot: “Lo simbólico, siendo independiente de lo histórico, no solamente no lo sustituye, sino que tiende a arraigarlo en lo real”. Así es, tal cual nos cuenta el poeta. Apolo, Cadmo, Perseo y Sigfrido vencieron al poder destructivo del dragón y bravos caballeros, como san Jorge y san Miguel, los emularon. Según interpretaciones de las leyendas, los dragones significan restos de animales antediluvianos, o monstruos gigantes sin freno que perturban la región de un país. El dragón de la isla de La Palma resucitó por tercera vez soltando fuego y lava por la boca mientras se dormía el plácido verano y despertaba el suave y peor otoño de su vida, cuando los pobladores de un edén único se vieron sorprendidos por una tragedia descomunal.
Cuando lo urgente, de verdad, sería asistir a los damnificados por el maldito fenómeno, aparece en escena otro monstruo diabólico, con apariencia humana, conocido por Sánchez, al que sólo se le ocurre hacerse una foto zampándose un plátano, para engordar su cínico e inagotable ego propagandístico. Acaricia a unas ancianas -que han visto desaparecer sus techos, recuerdos y sueños- les jura míseras ayudas que tardarán meses en llegar o que nunca llegarán y se larga por donde vino, tan ufano. Este monstruo resulta incomparablemente más dañino y peligroso que el propio volcán. El de la Moncloa no tiene tiempo libre para satisfacer promesas, ahora anda muy atareado en inflar hasta reventar los presupuestos de 2022.
Muchas personas con dos dedos de frente y dotadas con un mínimo de sensibilidad, proponen una solución que aliviaría las penurias de La Palma. Sugieren que la lluvia de millones que cae sobre inútiles ministerios, regidos por las nulas Irene Montero y Ione Belarra y el nulo Alberto Garzón, que no ha ganado batalla alguna, sean destinados a paliar los males que acosan a la isla. Tales ministerios sin sentido, que sólo sirven para inventar soplapolleces, deberían ser transformados en meras o simples direcciones generales y sus millonarios presupuestos destinados a quienes los necesitan.
En estos tiempos en que el Gobierno se ha convertido en un yonqui de la deuda pública, conviene detener el despilfarro. Los hombres de negro ya están en Madrid y nos avisan de que se acabó la barra libre. A todos esos nuevos ricos como Pablo Iglesias e Irene Montero, los definió León Felipe con este magistral verso, escrito en el exilio: “Mastines -¡perros!-, que cuando ganasteis el púlpito, dejasteis de ladrar”. Átense los cinturones, que Sánchez y sus socios han puesto rumbo a Venezuela.
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