Opinión

Las mentiras sobre los impuestos de Madrid

Tal y como decía el otro día, asistimos a lo que es un ataque en toda regla a la Comunidad de Madrid, porque los socialistas, los comunistas y los independentistas de ERC no toleran que Madrid aplique, en el margen de sus competencias, una política económica de gasto eficiente, impuestos bajos, magníficos servicios públicos, cumplimiento de déficit, deuda moderada y prosperidad. Es decir, la izquierda no quiere que Madrid tenga impuestos bajos, porque va contra sus principios.

No lo soportan, porque, como decía, esa política económica de Madrid los pone frente al espejo de su incompetencia, y quieren resolverlo a través de la aplicación de un cambio normativo que anule la posibilidad de bajar impuestos.

Ya han comenzado con la parafernalia, en este caso en forma de comisión bilateral, que no puede ir a ningún lado, porque no es ni el foro ni el instrumento jurídico para poder hacerlo, pero eso no es más que el envoltorio, porque debajo subyace el verdadero motivo: la envidia por no saber gestionar, por no gobernar en Madrid y por no conseguir los mismos resultados que la región madrileña.

Enseguida han salido al unísono Iceta, Aragonés e Iglesias para lanzar un par de mensajes: el primero, que hay que obligar a Madrid a subir los impuestos porque el resto de españoles no están para pagar la bajada de impuestos de la región madrileña, a la que llaman, con bastante desconocimiento del término, “paraíso fiscal”. El segundo, que esta armonización es para lograr la justicia fiscal. Ni lo uno ni lo otro.

Para empezar, nadie le paga nada ni a Madrid ni a los madrileños, nada, sino que son los madrileños los que pagan cuantiosas sumas para que en el resto de regiones puedan tener una sanidad, educación o servicios sociales dignos, porque sin esos fondos no podrían sostenerse en pie, y lo hacen con gusto, a diferencia de los nacionalistas. Esto es muy sencillo de demostrar: el Sistema de Financiación Autonómica (SFA) cuenta con un fondo, llamado fondo de garantía de los servicios públicos fundamentales, que es oficiosamente -porque el sistema no es finalista- el lugar que marca el importe que se aporta o recibe en neto para la cobertura de esos servicios antes citados. Pues bien, salvo una pequeña aportación de Cataluña, alguna de Baleares (en porcentaje sobre su PIB, mayor que la catalana), y en ocasiones Cantabria (sobrefinanciada por el sistema), es Madrid la que soporta las tres cuartas partes de la aportación neta a este fondo para pagar, insisto, la sanidad, educación y servicios sociales de las regiones menos prósperas. Los madrileños lo hacen, como digo, gustosamente, pero una cosa es eso y otra muy distinta decir que a los madrileños los sostiene el resto, porque no es verdad. Para que tomen nota estos señores pueden consultar los datos del SFA, pero les anticipo que Madrid aporta anualmente al fondo mencionado entre 3.000 y 4.000 millones de euros. Adicionalmente, por las trampas que se diseñaron entre el Gobierno de Zapatero y el del tripartito catalán, el Gobierno de la nación se queda cada año con entre 550 y 800 millones de euros por un tope que se puso sólo para Madrid en otro fondo, llamado de competitividad. Límite que se estableció para que Cataluña, similar a Madrid, pudiese llevarse el dinero, pero Madrid se quedase sin lo que le corresponde. Es decir, que para tener que pagar las bajadas de impuestos de los madrileños, como dicen Iceta o Aragonés, no está mal que Madrid aporte netamente hasta casi 5.000 millones al año al resto de España.

En cuanto a la justicia fiscal reclamada por Iglesias, poca habrá si triunfan en sus propósitos, porque justicia fiscal es que se pague en función de la capacidad económica, cosa que Madrid hace, y para que sirva de algo, debe distribuirse adecuadamente. Pues bien, si se empobrece a Madrid, podrá aportar menos fondos al resto de España. ¿Quién va a pagar, entonces, la sanidad, educación y servicios sociales de las regiones menos dinámicas?

Ahora bien, el problema no es exactamente que prohíban bajar impuestos. Eso es el ataque a Madrid, que es terrible en sí mismo, por, además, reiterado. Lo gravísimo es que se invadan las competencias económicas y financieras: debe protegerse la libertad para que quien quiera bajar impuestos, como Madrid, los pueda bajar, y quien quiera subir impuestos, como Cataluña y Sánchez, los pueda subir. De esa manera, los españoles verán y compararán. Podrán, así, analizar los efectos de unas políticas u otras: de momento, Madrid ha sido la región que más ha crecido en los últimos diez ejercicios (de 2010 a 2019, ambos inclusive) bajando impuestos, mientras que Cataluña se queda en un crecimiento casi un 40% menor, igual que el conjunto nacional, período en el que en ambos ámbitos se subieron fuertemente impuestos. Es tan clara la diferencia de los efectos entre subir y bajar impuestos, que el año que más creció el conjunto de España fue en 2015, que fue cuando acababa de aplicarse, un año antes, la bajada de impuestos, y el que más cayó fue 2012, tras la monstruosa subida tributaria de 2011.

Para lo que no están los españoles es para pagar ni las “embajadas” de opereta de Cataluña ni el uso reiterado en el Gobierno de la nación de medios de transporte o alojamiento con cargo al presupuesto, por poco importe relativo que sea, pero es que no estamos para tirar ni un céntimo ni para que a costa del contribuyente unos horteras traten de presumir ordinariamente de lo que ellos mismos no podrían pagar porque su valía no les permitiría ganarse la vida en el sector privado. Tampoco están los españoles para que su dinero se malgaste en pactos políticos con contrapartida al apoyo presupuestario, invirtiendo sin una evaluación clara, sino porque lo exige ERC como inversión en Cataluña. Y tampoco están los españoles para el malgasto del dinero de los contribuyentes en política que se van por el sumidero, tan de gusto de Podemos.

En política económica, van perdiendo el partido y han decidido, entonces, cambiar las reglas para atarle a Madrid una mano a la espalda. Tan nacionalistas e independentistas que son, y cuando llega la hora de la verdad de ser corresponsables fiscalmente, les molesta que sus ciudadanos los compare con Madrid y vean que en Cataluña o a nivel nacional les imponen impuestos confiscatorios. Es algo parecido a cuando los independentistas catalanes se guardaron sus proclamas soberanistas para recibir, alargando la mano, todo el dinero del Fondo de Liquidez Autonómica porque las políticas de impuestos altos que aplicaban hacían que dicha región fuese, en realidad, insolvente, con su deuda en el nivel de bono basura.

Madrid no se beneficia del efecto de capitalidad, como demuestra el hecho de que antes crecía menos que Cataluña y desde 2003 crece más, y capital era en ambos momentos. Tampoco perdona los impuestos a los ricos, porque ya le gustaría a Madrid y a toda España que hubiese tres millones de ricos en Madrid.

No, la rebaja de impuestos no es a las grandes fortunas, que se benefician de ella menos que el resto de personas, pues vivimos en un sistema fiscal progresivo. Rebaja de impuestos es que un oficinista haga la declaración de la renta y compruebe que en Madrid paga en la parte autonómica trescientos euros menos que en el tramo estatal. Rebaja de impuestos es que un joven que vive alquilado pague 1.000 euros menos en la parte autonómica que en la estatal. Rebaja de impuestos es que una familia de clase media no tenga que renunciar a la casa de sus padres que reciben en herencia porque el impuesto de sucesiones -que es el gran objetivo de los que quieren armonizar, no el de patrimonio- no lo pueden pagar. Rebaja de impuestos es que una familia que se quiere comprar un piso de segunda mano en Madrid pague cuatro puntos menos de impuestos de transmisiones que en Cataluña, es decir, que pague 4.000 euros menos que en Cataluña por cada 100.000 euros que les cueste el piso. Y rebaja de impuestos es que unos jóvenes que se vayan a casar puedan recibir una donación de sus padres para empezar su vida conjunta sin que Hacienda se quede con todo ello.

ERC, Podemos y el PSOE confiscan a sus administrados y no quieren que se note, y para ello necesitan que Madrid tenga prohibido bajar los impuestos. Esto debería ser un incentivo para que el resto de regiones, de cualquier signo, se rebelasen, porque ataca las competencias propias de una región para convertirlos en una especie de protectorado de lo que dicten entre ERC y La Moncloa de Sánchez. Hoy es Madrid, pero si mañana Sánchez necesita, para intercambiar en su tómbola que le permita seguir en el poder, restringir las competencias de otra región, lo hará. Insisto: libertad total para subir o bajar impuestos y luego que los ciudadanos juzguen a la vista de los resultados, pero de eso huye la izquierda, porque saben que serían desalojados del poder.