Los héroes de Cataluña
«Atacan la carpa de una de las entidades que exige el cumplimiento de la sentencia del 25% en castellano»
«El Ayuntamiento de Vic prohíbe instalar una carpa para reclamar que se cumpla la sentencia del Tribunal Supremo y se imparta el 25% de las asignaturas en castellano por ir contra la moral, las buenas costumbres y el orden público»
«Un fanático, al grito de ´fascistas´ o ´muera España´, ataca la carpa de Escuela de Todos instalada en San Adrián del Besós´»
Estos son algunos de los titulares que dan cuenta del clima guerracivilista que hoy se respira en Cataluña. El pacto con los golpistas en diversos ayuntamientos de la CCAA, la renuncia a defender el cumplimiento de las sentencias de los Tribunales de Justicia, las mociones aprobadas en ayuntamientos gobernados por los socialistas para “avanzar hacia la inmersión en catalán para lograr UNA sola lengua, UNA sola sociedad, UN solo pueblo”, la amnistía encubierta bajo el título de indulto para quienes protagonizaron un golpe contra la democracia y se comprometen a volverlo a hacer, o la constitución de la mesa de negociación entre el Gobierno de España y el Gobierno dirigido por los golpistas catalanes en la que, suplantando al Parlamento, institución en la que está residenciada la soberanía popular, se comprometen a decidir el futuro de todos los españoles… sólo podía saldarse con un peligroso incremento del deterioro de la convivencia entre ciudadanos residentes en Cataluña. Y es que las traiciones de Sánchez a la democracia y las cesiones a sus enemigos tienen consecuencias. La realidad desvelada por estas noticias impugna de forma tajante la propaganda sobre la Cataluña normalizada de la que presumen Sánchez o su delegado Illa.
En la Cataluña de Sánchez (esa a la que hemos llegado gracias a sus pactos con los enemigos de la democracia), los gobernantes pretenden liquidar la sociedad plural propia de cualquier sistema democrático. Y por eso, aunque no lo veamos en los informativos de los medios de comunicación concertados –la mayoría de los realmente existentes en España- es muy notable el avance de la violencia contra los ciudadanos que desde esa comunidad se atreven a defender los derechos que la Constitución (que cualquier democracia normal) les reconoce. Lo que resulta un hecho “normal” teniendo en cuenta que los gobernantes, tanto autonómicos como nacionales, no sólo han renunciado a defender la ley y a proteger con ella los derechos de los ciudadanos sino que avalan –por activa y por pasiva- las tropelías de quienes atacan, incluso físicamente, a los gobernados que ejercen su libertad y no renuncian a sus derechos.
No es exagerado decir que en Cataluña se respira hoy una situación preguerracivilista que se pudo visualizar de forma clarísima en los hechos acontecidos en el Colegio de Canet del Mar cuando pudimos constatar cómo se margina y persigue a un niño y a sus padres ante la aquiescencia del Gobierno de la Generalidad –su Consejero de Educación se presentó en el colegio para apoyar a los acosadores- y el silencio cómplice del Gobierno de España. Canet del Mar sólo es un ejemplo que nos ha permitido levantar el velo y descubrir lo que llevan años sufriendo quienes se enfrentan a la tiranía nacionalista y socialista.
La violencia guerra civilista que se respira en el ambiente –primero te señalan, después te amenazan, después te expulsan…- no llegará hasta sus últimas consecuencias porque, afortunadamente, Cataluña es España y España –menos mal- forma parte de la Unión Europea. Pero este hecho tranquilizador no puede provocar que los españoles que vivimos fuera de Cataluña dejemos abandonados a nuestros compatriotas. El combate por las libertades que diariamente se libra desde Cataluña nos compete a todos. Por eso la respuesta no puede ser la mera solidaridad con quienes luchan desde tierra hostil; son nuestras libertades, las de todos los españoles, las que están en juego, aunque el campo de batalla se les antoje lejano a quienes viven en Castilla, en Madrid, en Andalucía o en cualquier otra región de España. Es nuestra lucha, aunque sean solo unos pocos españoles quienes la están librando en tierra hostil.
Urge que tomemos conciencia de que algo muy grave esta ocurriendo en una tierra en la que la gente corriente (padres, abuelos, profesores. Jóvenes estudiantes…), se ven obligados a montar una carpa para en la calle para exigir que se cumpla una sentencia de los Tribunales de Justicia.
Algo muy grave está ocurriendo cuando ciudadanos normales tienen que agruparse en distintas asociaciones (Escuela de Todos, Asamblea por una escuela bilingüe, Asociación por la Tolerancia, Profesores por el bilingüismo, S´ha Acabat…) para exigir que se cumpla la ley y que se respeten los derechos de ciudadanía que son inherentes a una sociedad plural y democrática.
Algo muy peligroso está ocurriendo cuando los gobernantes, elegidos a través de un proceso democrático, renuncian a proteger a las víctimas del discurso disgregador y rupturista y optan por ponerse del lado de los verdugos.
Algo muy malo está pasando cuando las autoridades protegen a quienes pretenden segregar en la escuela a un niño de cinco años.
Algo muy alarmante -que debiera llamar la atención de las autoridades de la Unión Europea- está ocurriendo cuando son los padres de niños en edad escolar quienes han debido batallar durante años ante los Tribunales de Justicia para doblegar la voluntad de los gobernantes y conseguir que se respeten los derechos básicos, fundamentales e innegociables de sus hijos, derechos que forman parte de la Declaración Universal de Derechos del Niño.
Las personas que desde Cataluña llevan largos años librando esta batalla por la dignidad del ser humano, por el derecho de todos los ciudadanos a vivir en una sociedad plural y democrática, por el derecho a expresarse y ser educados en la lengua materna, por el derecho a vivir en libertad y sin no someterse a la voluntad inquisitorial de los gobernantes… están siendo nuestros escudos democráticos. Ellos son gente corriente que, como tantos y tantos españoles, se levantan cada día para ir a trabajar, a estudiar, o para buscar un trabajo digno con el que sostener o complementar la economía familiar. Son conciudadanos nuestros, gente que tienen el valor de defender lo obvio, lo pre-político, lo que en una sociedad democrática nos vendría dado por el mero cumplimiento de la ley. Ellos son nuestros héroes.
Si unos seres extraordinarios, fuera de lo común, protagonizaran actos extraordinarios, no merecerían ser llamados héroes. Por eso es tan importante reconocer la heroicidad de los hombres y mujeres que mantienen en alto la bandera de la dignidad desde Cataluña, personas comunes que hacen, como si fuera lo más normal, cosas extraordinarias. Su valor les hace acreedores del calificativo de héroes y del reconocimiento y solidaridad activa de toda la gente de bien, sea cualquiera el rincón de España en que viva.
Decidnos, amigos, qué podemos hacer para sumarnos, en la práctica, a la lucha. Dadnos instrucciones y ahí estaremos, a vuestro lado, defendiendo la causa justa. Y mientras tanto y siempre: ¡gracias!. Gracias por contribuir a despertar del letargo a esa mayoría silenciosa, gracias por levantar la bandera de la decencia, gracias por no rendiros, gracias por existir.
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