La herencia de Playbol Sánchez y el silencio de los corderos
Dicen que el anticristo, es decir, el diablo, esto es, Belcebú, es el “príncipe de la mentira”. Aunque bien podría adjudicarse ese sobrenombre, y no sé si los dos anteriores, a un Pedro Sánchez que es el sujeto más trolero que ha parido madre, el político más patrañero del universo, un sujeto de cuya boca salen los más variopintos bulos o bolas. Da igual de qué se hable, el caso es mentir patológicamente. Éste no le dice la verdad ni al médico.
Este hobby por mentir, que se va a sustanciar en 12 días y 12 noches con una trola superlativa, la de que acabaremos con los precios de la electricidad en los niveles de 2018, es de momento el más cantoso. Pero no el único. Nuestros jabatos Alfonso Egea y Alejandro Entrambasaguas han destapado esta semana el tarro de las esencias del periodismo de investigación con el descubrimiento de un episodio de corrupción presidencial que en cualquier democracia seria le habría costado un disgusto, si no la dimisión.
Hablo del hediondo caso Playbol, la entrega de 701.741 euros públicos por parte del Gobierno Sánchez a la empresa del mismo nombre que explota el negocio de sus padres, Pedro Sánchez Fernández y Magdalena Pérez-Castejón, esta última célebre porque figuró en la cabecera de ese 8-M que constituyó una auténtica bomba vírica que multiplicó exponencialmente el número de contagiados y muertos el año pasado. La irresponsabilidad del hijo casi se convierte en un disgusto trágico para la progenitora, que acabó en la UCI de Puerta de Hierro y que, afortunadamente, salvó la vida.
Playbol fue creada en 1977 y se dedica a esa industria de los plásticos que nuestro ecolojeta presidente dice combatir
Casualidades de la vida, el negocio o negociete de los Sánchez/Pérez-Castejón está situado en Paracuellos del Jarama, a escasos metros del descampado en el que los antepasados políticos del presidente asesinaron a 6.000 españoles en uno de los mayores crímenes de lesa humanidad perpetrados en esa contienda de malos contra malos que fue la Guerra Civil. Playbol fue creada en 1977 y se dedica a esa industria de los plásticos que nuestro ecolojeta presidente dice combatir. Las cosas de un faker profesional.
Del inmoral trapicheo de ayudas públicas, 701.741 euros, da cuenta el modus operandi de esta panda de desahogados. Los 88.000 euros que sumaban las dos primeras ayudas salieron de un extraño organismo que hasta ahora ni dios conocía llamado Oficina Española de Reafianzamiento. Quizá habría que rebautizarlo como Oficina Española de Reafianzamiento del patrimonio de los Sánchez/Pérez-Castejón. El resto hasta completar los 701.741 euros las otorgó el Ministerio de Nadia Calviño a través de ese Instituto de Crédito Oficial que petará más pronto que tarde por los préstamos otorgados sin ton ni son en pandemia.
La transferencia de los 611.000 euros se acometió con la excusa de “paliar los efectos del coronavirus”. Hay que ser muy golfo para vender estas autosubvenciones con este argumento. Ahora nos explicamos por qué se clausuró el Portal de Transparencia durante los meses de confinamiento. No hace falta ser Einstein para colegir que se hizo para tapar corruptelas como la que afecta al presidente y a sus papás.
Pedro Sánchez ha dado 701.741 euros a Pedro Sánchez. Todo queda en casa. De hijo a padre. Porque por mucho que hayan montado una tapadera para camuflar las brutales subvenciones que salen del bolsillo de nuestros impuestos lo cierto es que al final toda la pasta o parte de la pasta ha ido a la butxaca del padre homónimo del presidente del Gobierno. Vamos, que el inquilino de Moncloa está engordando la herencia con nuestro dinero, con parné público, en un conflicto de intereses y una malversación de caudales de manual.
Sánchez ha tenido las santas narices de exigir explicaciones a Juan Carlos I por sus corruptelas cuando él se niega a darlas por la suya
El círculo se cierra cuando contemplamos que la sociedad de las dos personas que trajeron al mundo a Pedro Sánchez y la que teóricamente explota ahora el negocio se llaman igual: Playbol la de la familia presidencial, Playbol la del tal Francisco Albert, hermano de Ángeles, alto cargo del Ejecutivo socialcomunista en su calidad de jefa de la Real Academia de España en Roma. La única diferencia entre un Playbol y otro es que el primero es una Sociedad Anónima y el segundo una Limitada. Y encima tienen los redaños de tomarnos el pelo asegurando que “no son lo mismo”.
El cante jondo que es Playbol lo demuestra el hecho de que los padres de Sánchez alquilaron la empresa a los Albert, hermanísima incluida, al llegar el hijísimo a La Moncloa tras una apestosa moción de censura. En resumidas cuentas, que prepararon el terreno para hinchar de dinero público a la compañía sin que cantase demasiado. Pero les hemos pillado con las manos en la masa.
Tanto el Partido Popular como Vox salieron en tiempo récord al quite pidiendo explicaciones en la sesión de control del miércoles por boca de la eficaz e incisiva Cuca Gamarra y con una batería de peticiones de comparecencia que van a hacer física y metafísicamente imposible la censura ordenada por Moncloa y la autocensura de algunos que se dicen periodistas, van por la vida meando colonia y dando lecciones deontológicas a los demás. El presidente ha tenido las santas narices de exigir explicaciones a Juan Carlos I por sus corruptelas cuando él se niega a darlas por la suya.
El silencio de los corderos de buena parte de la clase mediática ante el escándalo del ‘caso Playbol’ demuestra en qué país vivimos
Por mucho que el sectario a la par que chuleta secretario de Estado de Comunicación, Francesc Vallés, haya llamado compulsivamente a los medios para silenciar el escándalo, y por mucho que de momento esta exigencia de omertà haya calado en buena parte de ellos, hay cosas en política que son imparables. Una de ellas es la corrupción. Lo dice alguien que ha publicado en rigurosa primicia la mayor parte de las mangancias de España en los últimos 10 años: el caso Marbella, el caso Atlético, Munar, Urdangarin, Pujol, los sobresueldos y la caja B de Génova 13, los sms de Rajoy a Bárcenas —“Luis, sé fuerte, hacemos lo que podemos”—, Ignacio González, Granados, el contrato secreto de Neymar que provocó la dimisión de Sandro Rosell, Cifuentes, el casoplón de Iglesias e Irena y Juan Carlos I, entre otros. Casi todos ellos echaron a andar entre la ocultación cómplice de los medios afectos al Gobierno.
El silencio de los corderos de buena parte de la clase mediática demuestra en qué país vivimos, el estado de esa libertad de expresión que es el gran termómetro de la calidad democrática y, sobre todo y por encima de todo, que España es un régimen de partido único. Como les repito de tanto en cuando, este pájaro manda con 120 diputados más que el Felipe González de los 202. Hubo medios que publicaron la noticia rebotándola del teletipo que tan profesional como ejemplarmente elaboró la agencia Europa Press y que, cuando el Vallés malo les telefoneó, la retiraron de inmediato. No apunto a nadie, pero con la Iglesia hemos topado.
¿Se imaginan el pollo que se hubiera montado si en lugar de poner en el titular la palabra Sánchez hubiera aparecido Casado y no digamos ya si la protagonista fuera la gran bestia negra del socialcomunismo, Isabel Díaz Ayuso? ¿O si el caradura por padre interpuesto fuera Santiago Abascal? No habría google, papel, ni espacio radioeléctrico suficientes para dar abasto con la cobertura de la noticia. Cosas de un mundo mediático que en un 80% largo está entregado con armas y bagaje al sanchismo. Podrán silenciar a casi todos un poco de tiempo, a pocos casi todo el tiempo, pero les vaticino que tienen imposible hacerlo con todos todo el tiempo. Nosotros ahí vamos a seguir. Se lo debemos a los españoles en general, a los contribuyentes en particular y, sobre todo y por encima de todo, a la verdad. Esa verdad que nos hace libres.
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