La «Guerra Civil» de los restos de Franco
Vivimos momentos de contienda y enfrentamientos verbales con motivo del traslado de los restos del general Franco, quien durante 40 años dirigiera una dictadura, a la que se puso fin tras su fallecimiento hace otros cuarenta años. Se ha instalado este debate en la sociedad, promovido desde el gobierno actual, que teóricamente nació —según anunció en la presentación de la moción de censura— para convocar inmediatamente unas elecciones, lo que descartó una vez en el poder, y entre las actuaciones a las que le ha dedicado especial atención, destaca el traslado de los restos de Franco. Ocupa en estos momentos un gran espacio en los medios de comunicación, tertulias y debates políticos. Y se intenta polarizar a la sociedad o incluso etiquetar al que discrepe de la conveniencia o no, de dedicar medios económicos e inocular permanentemente con este debate, el enfrentamiento espantoso y fratricida de una Guerra Civil en la que, por cierto, los dos bandos se odiaron y cometieron atrocidades.
Esto no gusta, pero es verdad: ninguno de los dos bandos puede estar orgulloso de tantos crímenes como se cometieron. Cierto es que la legalidad republicana fue subvertida por el ejército que se levantó en armas contra la misma, como antes se intentó en 1934 pretendiéndose una revolución, o antes incluso en 1932 por otro general. Compartiendo que nunca debió efectuarse aquel levantamiento militar de 1936, bajo ningún concepto aceptaré que iniciada la Guerra Civil, no se produjeran atrocidades por ambos lados, que ejemplifican las peores miserias y aberraciones de los seres humanos. El catálogo es desgraciadamente enorme. Dicho esto, ¿es buena o mala esta firme decisión del Gobierno? ¿Obedece estrictamente a una estrategia política? ¿Servirá para recuperar la memoria de las víctimas de tan cruel enfrentamiento? ¿Permitirá una seria reflexión sobre nuestra historia del siglo XX que contribuya a educar en valores de tolerancia y respeto a la vida, a la libertad y al estado social y democrático de derecho? Ojalá sea para bien, y no sea un mero tacticismo político.
No como crítica y sí como justa aportación, diré que hay dos acontecimientos más recientes, a los que merece la pena se dediquen también tantos esfuerzos y tanta iniciativa, pues sin lugar a dudas servirá en uno de ellos para sentirnos orgullosos de una parte de nuestra historia, y en el otro para reivindicar la memoria de tantas personas brutalmente asesinadas, y que nunca jamás vuelva a ocurrir. Me refiero en el primer caso a la transición de la dictadura a la democracia, en la que políticos de Estado, hicieron superar una dictadura y una historia constitucional pendular, de dos siglos de bandazos, golpes de Estado, levantamientos e imposición de textos constitucionales, guerras y un sinfín de lamentables momentos históricos.
El espejo de la Transición
Aquellos políticos de la Transición dieron una lección ejemplar usando exclusivamente el diálogo, una extraordinaria visión de Estado y una profunda memoria histórica que entendían debía superar enfrentamientos y conducir al país por la vía en la que siempre debía haber estado, un sistema democrático de derechos y libertades. Con el consenso, por el que trabajaron incansablemente, alcanzaron por primera vez en la historia de España una Constitución pactada —no impuesta— y refrendada abrumadoramente por la población, que establecía un régimen pleno de derechos y libertades en la primera línea de las constituciones democráticas más avanzadas del mundo. Empléense esfuerzos también por poner en valor este hecho histórico y ejemplar y que permanentemente sirva para poner en valor la memoria de tantas personas que quisieron superar enfrentamientos y persecuciones y caminar por la senda de la democracia y de la paz.
También sugiero, se dediquen inmensos esfuerzos por mantener la Memoria y la Verdad de las víctimas del terrorismo independentista vasco, que masacró en las últimas décadas a la sociedad española. Esto no fue hace 80 años, ni acabó hace 40 años. Todavía miles de personas sufren en este país el dolor por la pérdida de seres queridos asesinados fríamente por quienes mantenían hacerlo por una “causa política” en nuestro estado democrático. No hay causa en el mundo que justifique privar a una persona de la vida, destrozar una familia, o reventar mediante la violencia a una sociedad. Solo la sinrazón y la irracionalidad de cerebros enfermos, pueden justificar un crimen. Por ello, aprovechando este debate sugiero también que un día en este país de los días no laborables, se dedique oficialmente a conmemorar en todas las ciudades la memoria de las víctimas del terrorismo. Servirá también para que la Memoria y la Verdad se mantengan permanentemente.
Controversia jurídica
Se abre con los restos de Franco una controversia jurídica de resultado incierto, tanto sobre las competencias para poder retirar los restos de una basílica que es de la Iglesia, como sobre el cauce legal utilizado, esto es, el decreto-ley, previsto en el artículo 86 de la Constitución sólo para los casos de “extraordinaria y urgente necesidad”, o sobre el propio alcance de la Ley 52/2007 de Memoria Histórica, entre otros. Un reciente antecedente lo protagonizó la retirada de los restos del general Sanjurjo a instancia del Ayuntamiento de Pamplona, que desembocó en un pleito que en una primera instancia judicial, ha declarado ilegal el proceder del Ayuntamiento, dándole la razón a la familia (sentencia de 27 de junio de 2018 del Juzgado Contencioso-Administrativo nº 2 de Pamplona).
El traslado de los restos de Franco y la reconversión del Valle de los Caídos nunca debería haber sido un instrumento de enfrentamiento. Más bien, provenir del acuerdo y consenso de las fuerzas políticas y sociales, en un proceso de diálogo y de muestra a toda la sociedad, que de la historia —que siempre debe conocerse— hemos de aprender no solo lo que hicieron personajes justos en bien de toda la sociedad, sino también aprender lo que nunca se debió hacer, ni haber ocurrido, para que jamás se repita. El Valle de los Caídos podría haber sido perfectamente un Museo de la Memoria y de la Verdad, de toda la tragedia de una Guerra Civil infame.
La deriva en la escenificación de los traslados de restos de personajes históricos nos podría llevar a efectuar otros muchos, entre los que cito a Fernando VII, un sátrapa en la historia de España que descansa en el Panteón Real. O por qué no, retirar monumentos de algunos emperadores romanos que no fueron ejemplo de respeto a la vida de sus ciudadanos. Así podríamos seguir sucesivamente hasta el paroxismo. Recientemente, un político de aquellos hombres de Estado que facilitaron al país la mejor Constitución nunca antes tenida, Alfonso Guerra, manifestó que a él “no le gusta boxear con los fantasmas del pasado”. Comparto este criterio.
Los dictadores, caso de estar vivos, como por ejemplo ocurre actualmente con Maduro en Venezuela y Ortega en Nicaragua, deben ser sometidos a juicio y responder ante los tribunales de justicia de los graves crímenes de lesa humanidad que por ellos se han cometido y se siguen cometiendo. En el caso de los dictadores ya fallecidos, tienen un juicio infalible y del que jamás se pueden escapar: el de la historia. Ése es el que debe hacerse el país, con el equilibrio propio de quienes trabajan día a día, y mirando al futuro, para seguir construyendo un país mejor, en el que la libertad y los derechos de los ciudadanos en los que se asienta nuestro estado social y democrático de derecho marquen siempre la convivencia y el camino de España.
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