El color del Sant Jordi fue el amarillo
Iba a ser mi primera vez y me habían avisado: el 23 de abril en Cataluña es una experiencia inolvidable. Todos mis amigos me habían generado grandes expectativas y lo cierto es que tenían razón. Amanecí en Viladecavalls, con la familia Limona. Merçé me regaló una rosa, y Marçal, libros para mi familia. Para mi, ‘Feminisme de Butxaca, kit de supervivencia’, de Bel Olid; para Carlos, el último de mi amigo Cotarelo: “España quedó atrás”; y para los peques, una edición especial de la editorial LaGalera del cuento de ‘Sant Jordi i el drac’. Todos con unas dedicatorias muy emocionantes. Yo les regale el mío, ‘No nos avergoncéis’, e intenté agradecerles en la dedicatoria el cariño con el que me han tratado, abriendo las puertas de su casa para atenderme estos días.
Café a primera hora en Sant Vicençs Dels Hors, con mi amigo Albert Noguera. Allí me esperaba con una rosa y otro libro, ‘España, capital París’, de Germà Bel. Me quedé sin libro que regalarle porque yo pensaba que habría de sobra, pero se vendieron todos e, incluso, tuvimos que hacer un listado para enviar más a los vecinos del pueblo de Oriol Junqueras. Lo mismo sucedió por la tarde en Sant Feliú de Llobregat, y antes, en Gelida y Reus. No podía imaginar el interés de los catalanes por consumir libros de este modo. Al medio día acudí al punto de encuentro de El Nacional, en el Paseo de Gracia. Era imposible avanzar entre la multitud. Cada dos pasos, saludar a tantas personas que, con besos y abrazos agradecían que a través de mis palabras luche por contar las cosas con objetividad y contrastando con la realidad.
Cada dos pasos alguien se acercaba para regalarme una flor y darme un beso. Con algunos lloré al conversar: “¿Cómo es posible que estén mintiendo de esta manera a la población española?”, me decían. “¿Cómo es posible que quieran dar de nosotros una imagen de gente violenta, egoísta y antidemocrática, si somos todo lo contrario?”. Esto es algo que me dicen continuamente en Cataluña. Y tienen razón. «¿Por qué los medios en España mienten de manera tan burda sobre lo que realmente está sucediendo allí?» Pues porque el interés de los de siempre, de los que tienen todo atado y bien atado, reside en que nadie se entere de lo que realmente sucede: que la mitad del pueblo de Cataluña quiere cambiar las cosas. Quieren república, quieren medios que informen con veracidad, quieren justicia independiente y leyes que garanticen el bienestar de toda la población, no de los cuatro que se aprovechan de todo. De eso va lo que está sucediendo. Y no hay violencia, no es verdad. Por mucho que algunos se la inventen o intenten atribuir las que aparentemente pueda haber a los Comité de Defensa de la República.
Esos “CDR” que están formados por personas de paz, de todas las edades, que aman el diálogo, la cultura y son extremadamente sensibles y cariñosos. Es aberrante ver la cantidad de mentiras que se están contando y las barbaridades que se están cometiendo. Como llegar a criminalizar el color amarillo. Caminando por el paseo de Gracia me encontré con Arrimadas. Fue un encontronazo más bien. No le gustaron mis pendientes de lazos amarillos. Y me lo dijo con una rabia contenida. Con esa rabia de los que no quieren realmente que se sepa que Cataluña se tiñe de amarillo, porque con él defiende la libertad de expresión, las urnas, y sobre todo, la no violencia y la democracia. Y como no quieren que se sepa lo que realmente sucede, se lo inventan todo. Un pueblo que ama la cultura, que regala libros y rosas es un pueblo que reflexiona, que ama y que comparte. Y eso no puede nunca ser malo. Por eso Sant Jordi también se volvió amarillo.
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