Deja su coche en un parking y cuando vuelve de viaje tiene una multa, un arañazo y 500 km de más
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Planear unas vacaciones debería ser sinónimo de tranquilidad y descanso. Sin embargo, para algunos viajeros, el regreso puede convertirse en una auténtica pesadilla. Eso es precisamente lo que le ocurrió a Olatz, una mujer que, tras dejar su coche en un aparcamiento cercano al aeropuerto de El Prat, descubrió que su vehículo no sólo había sufrido daños físicos, sino que también había recorrido cientos de kilómetros sin su consentimiento. Lo que prometía ser un sencillo servicio de aparcamiento terminó en una odisea de reclamaciones, indignación y una amarga sensación de impotencia.
Confiada, Olatz dejó su coche en manos de Good Parking, una empresa contratada a través de la plataforma Parkos, para disfrutar de unas merecidas vacaciones. Pero al regresar, el panorama era desolador: el interior sucio, un lateral rayado y cerca de 500 kilómetros más en el contador. Un conjunto de sorpresas indeseables que no sólo arruinaron el final de su viaje, sino que pusieron en evidencia los riesgos ocultos de confiar en determinados servicios de aparcamiento.
Un servicio de aparcamiento que salió muy caro
Todo comenzó cuando Olatz, como tantos otros viajeros, decidió reservar un servicio de «aparcamiento cómodo» para no tener que preocuparse por su coche durante sus vacaciones. La oferta era tentadora: por 43 euros, su vehículo estaría resguardado en un aparcamiento cubierto durante toda la semana. La transacción se gestionó online, de manera rápida y aparentemente segura.
El procedimiento también parecía sencillo. En el momento de su salida, un operario recogería su coche en el mismo aeropuerto y, a su regreso, se lo devolvería en el mismo punto, listo para conducir de nuevo a casa. Sin embargo, Olatz no sospechaba que esta decisión acabaría siendo el primer paso hacia una serie de acontecimientos desconcertantes.
El primer indicio de que algo no iba bien surgió en el momento de recoger el vehículo. De acuerdo con el protocolo, Olatz debía recoger su coche frente al mural de Joan Miró, uno de los lugares emblemáticos del aeropuerto de El Prat. Allí, al abrir la puerta del copiloto, notó algo extraño: una botella olvidada en el asiento y papeles de caramelos desparramados.
La verdadera sorpresa llegó al encender el motor. La aguja del depósito de gasolina se encontraba en un nivel mucho más bajo del que ella había dejado, apenas un cuarto del depósito. Este detalle la alarmó inmediatamente: sabía perfectamente cuánta gasolina había antes de su viaje, ya que, como comercial, llevaba un control estricto del kilometraje y el consumo.
Movida por la sospecha, Olatz revisó el cuentakilómetros. Lo que encontró fue aún peor: ¡su coche había recorrido 626 kilómetros! Teniendo en cuenta los desplazamientos previos al viaje, la diferencia no dejaba lugar a dudas: alguien había utilizado su coche mientras ella estaba de vacaciones.
Por si fuera poco, al revisar el exterior del vehículo, descubrió un arañazo considerable en el lateral. Lo más doloroso era que, apenas unos días antes de su viaje, había llevado su coche a pintar para dejarlo impecable. Olatz no dudó en actuar rápidamente. Contactó a los Mossos d’Esquadra para dejar constancia de los hechos. La denuncia fue el primer paso para intentar encontrar una solución, aunque pronto descubriría que el camino no iba a ser sencillo.
El misterio se resolvió unas semanas más tarde, cuando recibió una notificación de multa en su domicilio. Según la denuncia, su coche había sido captado por un radar en Viladecans el domingo 13 de octubre, a las tres de la tarde. Un dato imposible, ya que ella todavía se encontraba de vacaciones en ese momento.
Esta multa no sólo confirmaba sus sospechas, sino que además la enfrentaba a un problema mayor: debía limpiar su historial de infracciones y demostrar que no estaba al volante en ese momento. Con la multa y los daños como pruebas, Olatz acudió a Good Parking para reclamar.
La respuesta de la empresa fue, en el mejor de los casos, insuficiente: le ofrecieron 50 euros para cubrir la gasolina consumida y le proporcionaron un número de póliza de seguro. Sin embargo, su propia aseguradora se desentendió, alegando que se trataba de un problema derivado de un contrato privado entre ella y Good Parking. Ante esta falta de respaldo, Olatz encargó un peritaje independiente que tasó los daños en 970 euros.
El caso de Olatz no es un hecho aislado. Cada vez son más los usuarios que denuncian situaciones similares al confiar sus vehículos a empresas poco profesionales en aeropuertos o estaciones de transporte. Este tipo de situaciones pone de relieve la importancia de investigar bien a quién se le confía un coche, revisar opiniones de otros clientes y asegurarse de que el servicio contratado ofrece garantías reales de protección y seguridad.
En conclusión, el caso de Olatz subraya la importancia de estar alerta y proteger nuestros derechos como consumidores. Aunque la resolución puede ser compleja, es esencial luchar por una reparación justa y nunca dejarse intimidar por malas prácticas.
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