El blog de Paloma García-Pelayo

El día que Letizia quiso proteger por última vez a su hermana Érika

La trágica muerte de Érika Ortiz marcó la vida de toda su familia y en especial la de su hermana Letizia, hoy Reina de España. Aquella mañana en la que encontraron sin vida el cuerpo de su hermana pequeña, en la casa que ella había comprado con sus primeros ahorros, a Letizia se le vino el mundo encima.

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Embarazada de ocho meses de su segunda hija, la reina Letizia, entonces princesa de Asturias, recibía el mayor de los mazazos. Su hermana pequeña había muerto voluntariamente. Fue la mañana del 7 de febrero de 2007. Rápidamente se trasladó al que fue su primer piso de soltera, en el barrio de Vicálvaro, al sur de Madrid. En aquel dormitorio, que ella nunca terminó de decorar, más frío que nunca, encontró a su hermana sin vida. Rota para siempre. El dolor, demasiado grande. Muy pronto para irse: 31 años, una hija pequeña. Muy tarde para intentar entenderla. La Reina intentó proteger los detalles, entiendo que, por la propia Érika, sin embargo, el trágico final de la menor de las hermanas Ortiz se publicó sin ningún tipo cortapisa.

La reina Letizia junto a la infanta Elena en el entierro de Érika Ortiz./Gtres

La reina Letizia junto a la infanta Elena en el entierro de Érika Ortiz./Gtres

La información trascendió enseguida. Recuerdo que estaba a punto de comer cuando me llegó la llamada de un colega y buen amigo “Han encontrado muerta a Érika Ortiz”. Me impresionó profundamente. En ese momento solo pensé en su hija pequeña. La familia de la entonces Princesa de Asturias había dejado de ser anónima desde el momento que se comunicó oficialmente el compromiso del príncipe Felipe con la periodista Letizia Ortiz Rocasolano, en noviembre de 2003. Conocíamos a todos y también a la pequeña Carla. La autopsia determinó que la muerte le sobrevino a Érika tras ingerir un número no precisado de pastillas, posiblemente tranquilizantes.

Un mazazo de los que no te recuperas nunca. Algunos periodistas conocíamos que Érika llevaba un tiempo con problemas. El cambio brusco que sufrió la vida de toda la familia cuando la mayor de las hermanas se casa con el príncipe Felipe fue para algunos “insoportable”, según algunos de los miembros de la propia familia. Licenciada en Bellas Artes y con poca suerte hasta ese momento, Érika mejoró en su carrera profesional. Consiguió un trabajo mucho mejor, su hija comenzó a estudiar en un colegio privado y se mudó a casa de su hermana Letizia. Ella abandonó aquel piso, que en realidad nunca le gustó del todo, cuando se trasladó a casa de don Felipe. “Fue el que se podía permitir, pero no puso ni muebles. Solo iba a dormir y nunca invitaba a amigos”, me explicó hace tiempo alguien muy cercano a la familia.

La reina Letizia y el rey Felipe en el entierro de Érika Ortiz./Gtres

La reina Letizia y el rey Felipe en el entierro de Érika Ortiz./Gtres

Pero las nuevas oportunidades y mejoras en su vida, como hermana de princesa, eran proporcionales a la terrible presión que Érika confesaba a los suyos. Recibía muchas llamadas al orden. Separada del padre de su hija, Antonio Vigo, la joven comenzó una nueva relación con el cámara Alberto García, con quien fue fotografiada muy sonriente poco tiempo antes de su fallecimiento. En el trabajo estaba agobiada, preocupada por no dar la talla. Me contaron que en una ocasión los nervios le hicieron perder la calma de tal forma que rompió a llorar en público. Sólo ella sabía realmente cómo se sentía, aunque sí lo compartió con alguna persona. “No puedo más. No puedo con esto”, le dijo a quién poco después me lo trasladó.

Érika Ortiz en la boda de su hermana, la que por aquel entonces era princesa de Asturias./Gtres

Érika Ortiz en la boda de su hermana, la que por aquel entonces era princesa de Asturias./Gtres

Érika vivía con su hija, aunque la niña pasaba tiempo también con su abuela Paloma, sin embargo, la investigación apuntó a que esa última noche la pasó sola. Su hija Carla habría dormido en casa de una vecina. Fue su pareja de entonces quien la encontró sobre las once de la mañana. La hermana menor de la reina Letizia había estado de baja laboral mes y medio antes y el primer día que se incorporó a su trabajo -viernes-, en Globomedia, pidió los siguientes lunes y martes libre. La encontraron muerta la mañana del miércoles, 7 de febrero. El Juzgado de Instrucción número 12 de Madrid se hizo cargo de la investigación y desde el principio se barajó la hipótesis del suicidio. La joven escribió cinco cartas antes de marcharse, antes de ingerir su despedida. Una dirigida a su madre, otra a su padre, a Antonio Vigo y las restantes, a sus hermanas Telma y Letizia, según se publicó. La información seguía fluyendo y para la familia resultaba muy doloroso.

Según pude confirmar tiempo después, la entonces princesa de Asturias, afligida y preocupada, intentó controlar la información. Para ser más exactos, consultó qué se podía hacer. Los detalles de la muerte de su hermana y sus circunstancias era algo terrible para la familia y lo considerada también muy privado. Estaba nerviosa y algo alterada. Lógico. La Casa del Rey puso a su disposición a un letrado con experiencia y cercanía a la Zarzuela. Se produjo una llamada, luego otra, y en una conversación que me consta existió, se le explicó, muy poco después del terrible fallecimiento, que la trascendencia pública era tan inevitable como desgraciadamente veraz la terrible muerte voluntaria de su hermana. Don Felipe estuvo presente. Fue duro, muy duro para ella. Quizá pensaba que sí se podía controlar, que, siendo princesa, sí. Entiendo que fue la última oportunidad para proteger a su hermana.

 

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