Las amenazas del falso cura: «Otros tres muertos más no me van a quitar el sueño»

La familia Bárcenas, gracias a la valentía del hijo Guillermo, el cantante y fundador del grupo Taburete, logró frustrar con éxito un secuestro que duró una hora y cuarto y que presagiaba un desenlace traumático. Rosalía y su hijo desconocían que los cartuchos del revólver fueran de fogueo y, en todo momento, temieron por sus vidas. Aunque un disparo con el cartucho de la bola pegada podría haber causado la muerte a los retenidos.
Según comentaron después la mujer y el hijo de Bárcenas, el falso cura disponía de “unos conocimientos muy exhaustivos” de la vida familiar de todos los miembros. Ni que decir tiene que toda esa información había sido facilitada por agentes policiales. El mercenario Olivares, por ejemplo, estaba al tanto de que Guillermo Bárcenas había estudiado en Nueva York y así de lo comunicó durante la retención ilegal.
Cuando se produjo el asalto al domicilio en octubre de 2013, el chófer Sergio Ríos ya cumplía su misión de topo a cambio de 2.000 euros al mes de recompensa. El conductor y los agentes del Área de Seguimiento de la Policía seguían de cerca los pasos de la familia Bárcenas, mientras éste permanecía en la prisión de Soto del Real.
El secuestrador Enrique Olivares se mostró en todo momento como un tipo rudo y amenazante, como cuando se dirigió a los maniatados afirmando: “He estado en la guerrilla y he matado a muchas personas y otros tres muertos más no me van a quitar el sueño”.
Un vaso de agua y un lexatín
La extrema tensión y el estado nervioso de la persona de servicio dominicana provocó que Rosalía Iglesias pidiera permiso al mercenario para darle un vaso de agua y un lexatín a la doncella, que llevaba en el servicio doméstico de los Bárcenas desde hacía once años.
Según la asistenta dominicana, el delincuente manifestó que lo habían mandado –no dijo quién– y que no pensaba “hacerles daño” si se llevaba de la casa lo que había ido a buscar: la documentación y las grabaciones a altos cargos del PP, que la policía sospechaba podían hallarse en el domicilio del ex tesorero.
El sicario no sólo no logró apoderarse de los pendrives de Bárcenas sino que logró que fracasara la misión policial. Sus controladores a partir de ese momento se vieron obligados a montar otro operativo para evitar que Olivares se fuera de la lengua.
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