Las protestas en Líbano se cobran su primera víctima mortal
Un miembro del Partido Socialista Progresista, dirigido por el líder druso Walid Jumblatt -definido como “un adversario de la guerra civil de Aoun”, el presidente del país- ha sido la primera víctima mortal de la represión policial en las manifestaciones antigubernamentales que estallaron en Líbano el pasado 17 de octubre. El hombre, que participaba en las manifestaciones en Khaldeh, al sur de Beirtut, la capital, recibió un disparo de un soldado del que no se pudo recuperar, falleciendo en el hospital a donde había sido trasladado.
El Ejército, que ha confirmado que uno de sus soldados abrió fuego contra una concentración con el objetivo de dispersarla, ha anunciado que ha detenido al autor material del disparo, al que también se le ha abierto una investigación. La violencia se volvió a recrudecer en el día de ayer tras las declaraciones del mandatario Michel Aoun. En una entrevista televisada concedida a la agencia nacional de noticias, y que ha sido retransmitida por todos los canales del país, solicitó “el regreso de los ciudadanos a sus hogares para que el ciclo de vida pueda volver a la normalidad y dejar que el gobierno trabaje en la luz y no en la oscuridad”. “El país morirá si los manifestantes permanecen en las calles, incluso si no usamos ninguna fuerza contra ellos”, advirtió el mandatario.
Sus pretensiones, lejos de convertirse en realidad, caldearon, todavía más, los ánimos del pueblo libanés, que sigue llenando las arterias de las principales ciudades de la nación exigiendo un nuevo sistema político, social y económico. Los manifestantes bloquearon las calles con neumáticos en llamas y levantaron barricadas en Beirut y sus alrededores, en la ciudad norteña de Trípoli y en la región oriental de Bekaa. También se congregaron en la sede de la Justicia en la capital tratando de impedir que los jueces y abogados fueran a trabajar, en un movimiento para reclamar un sistema judicial independiente. Las escuelas y las universidades continúan cerradas y los trabajadores de cada vez más sectores están convocando huelgas nacionales. Recientemente ha sido el turno para la plantilla de los principales operadores móviles, Alfa y Touch.
El presidente, además de pedir a la sociedad que abandone sus reivindicaciones, también lanzó otra serie de mensajes en la entrevista que prendieron de nuevo la llama de la rabia. En primer lugar, aseguró que “un gobierno puramente tecnocrático no puede decidir las políticas del país”, como así lo exigen los manifestantes, “hartos de las mismas familias que dominan las instituciones desde el final de la guerra civil en 1990”, según explica France 24. En esta línea, cabe destacar que, aunque Aoun reconoció la necesidad de que el movimiento de protesta “tenga voz en el nuevo gobierno”, sigue apostando por la figura del que fuera primer ministro, Saad Hariri -renunció el pasado 29 de octubre-, para liderar el Ejecutivo libanés. En el caso de no conseguir su compromiso -pues este se ha mostrado “vacilante”-, el presidente mostró su voluntad de “convocar a consultas parlamentarias para nombrar un nuevo primer ministro el jueves o el viernes si las partes interesadas responden positivamente a las propuestas”.
En segundo lugar, adoptó una postura conciliadora con el grupo militante iraní Hizbulá, catalogado como organización terrorista por Estados Unidos. “Nadie puede obligarme a eliminar a una parte que representa a un tercio del pueblo libanés”, aseveró el mandatario. Cabe recordar, en este punto, que la relación estratégica entre el presidente y Hizbulá, liderado por Hassan Nasrallah, se remonta al año 2006. Desde entonces, ambas partes han trabajado en la gobernanza libanesa en buena sintonía, a pesar de haber tenido discrepancias puntuales. “Líbano se ha conducido con éxito entre dos polos opuestos: una estrecha cooperación económica y militar con las naciones occidentales (Francia y Estados Unidos en particular), por un lado; y una estrecha asociación con Siria e Irán (a través de Hizbulá), por otro”, exponen desde el grupo de análisis Páginas Árabes en este sentido.
En la formación del gobierno en enero de 2009 -tras nueve meses de estancamiento político- el grupo consiguió colocar a sus afines, incluyendo al movimiento chiíta Amal, en 18 de las 30 carteras del denominado Gabinete (también conocido como Consejo de Ministros) y obtuvo tres ministerios concretos: Salud, Juventud y Deportes y el Ministerio del Estado para Asuntos Parlamentarios.
Cabe recordar, en esta línea, que a Hizbulá se le acusa de dinamitar las manifestaciones en Líbano -al igual que en Irak- a través del empleo de la violencia contra el pueblo que exige un cambio de sistema. Prueba de ello fue que el pasado 29 de octubre los simpatizantes del grupo iraní atacaron el principal campamento de protesta establecido en la Plaza de los Mártires, en el centro de Beirut, quemando y desmantelando las tiendas de los manifestantes. También golpearon con palos y tuberías a los allí congregados.
“Aunque Hizbulá nunca dominó el estado, se fusionó con él”, explica el analista Michal Kranz en Foreign Policy. Por ello, en este escenario, “el grupo se ha quedado con pocas alternativas además de respaldar el orden actual y apostar por el poder de su marca y su capacidad para dispensar violencia y amenazas para mantener a sus seguidores en línea”, apunta Kranz.
En tercer lugar, otro de los mensajes de Aoun en su entrevista que catalizó las nuevas protestas en Líbano fue la negación de la emergencia económica. “Quiero tranquilizar a todos [al pueblo] y les digo que no se apresuren a ir a los bancos, porque su dinero es seguro y resolveremos la crisis”, aseveró el presidente.
El Banco Central de Líbano y el resto de sucursales bancarias echaron el cierre la segunda quincena de octubre, tras el estallido de las protestas el día 17, y volvieron a abrir el pasado 1 de noviembre, aunque con nuevas condiciones: se impusieron limitaciones a la cantidad de dólares estadounidenses que los libaneses podían retirar de sus depósitos. Pese a ello, el presidente del país declaró que no había “escasez de dólares”. Es conveniente traer a colación que la economía libanesa está altamente dolarizada, a un nivel en el que las transacciones corrientes de la vida cotidiana se realizan tanto en dólares como en la moneda nacional, la libra libanesa, a partes iguales. Una huelga general que ha comenzado este martes ha vuelto a cerrar los bancos y, de momento, no hay expectativas de que reabran sus puertas a corto plazo.
Por ello, los manifestantes también han dirigido su rabia contra el dirigente de la entidad financiera, Riad Salameh, contra el que claman en las protestas al grito de “¡Ladrón, ladrón!”. En un discurso televisado, el presidente del Banco Central llegó a asegurar que “si no hay dólares en el mercado, no hay economía”, dando a entender que justificaba la política de retención de esta divisa en detrimento de los deseos de los depositantes.
El enviado especial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Jan Kubis, ha alertado, en este sentido, de que “la situación financiera y económica es crítica”, por lo que “el gobierno y las autoridades no pueden esperar más para comenzar a abordarla”. La agencia neoyorquina de calificación crediticia, Moody’s, anunció la semana pasada que rebajaba la nota sobre la deuda pública del país a una calificación de Caa2, que supone un elevado riesgo de impago por parte del Gobierno. Este valor ha alcanzado el 150% del producto interior bruto (PIB), esto es, 85.000 millones dólares, “como resultado de años de ineficiencia, derroche y corrupción”, como explican desde Reuters. El paro entre los menores de 35 años supera el 37%. Y el Banco Mundial ha recordado recientemente que alrededor de un tercio de los libaneses viven en la pobreza.
“Hay un gran desajuste, debido a la mala situación en el país, la falta de reformas económicas que estimulan la creación de empleo, y el hecho de que el gobierno es muy corrupto y que solo invierte en proyectos que no están orientados a la creación de empleo”, explica el profesor de Economía de la Universidad Americana de Beirut, Jad Chaaban, a The Washington Post. Para salir de este bucle y revertir el escenario económico, Líbano necesita crear 20.000 empleos al año. Actualmente, no llega a los 3.000.
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