Condenado un miembro de Hezbolá por el asesinato del ex presidente de Líbano Hariri
Ya hay sentencia por el asesinato del ex primer ministro libanés Rafik Hariri. Uno de los cuatro acusados, el principal imputado, ha sido condenado, mientras que los otros tres implicados han quedado absueltos por falta de pruebas. El Tribunal Especial para Líbano (TEL) también ha determinado que no hay evidencias de que Siria y Hezbolá estuvieran implicados en el crimen.
El condenado es Salim Ayyash, el principal imputado, que estaba acusado de cometer un acto terrorista con un artefacto explosivo, de homicidio intencionado por la muerte de Hariri y las otras 21 víctimas mortales del atentado y de tentativa de homicidio intencionado por los 226 heridos. Ha sido declarado culpable de todos los cargos. En cambio, los otros tres sospechosos -Assad Sabra, Hussein Oneissi y Hassan Merhi-, procesados como cómplices, han sido absueltos. Todos han sido juzgados ‘in absentia’.
La pena concreta contra Ayyash se conocerá el próximo 21 de septiembre y la defensa cuenta con el plazo de un mes para recurrir el veredicto de este martes, de acuerdo con el medio libanés Naharnet.
El TEL había imputado a una quinta persona, un comandante de Hezbolá identificado como Mustafá Badreddine, al que describía como el ‘cerebro’ del atentado contra el ex primer ministro, pero murió en mayo de 2016 mientras combatía junto al Gobierno de Bashar al Assad en la guerra de Siria, por lo que el TEL retiró los cargos en su contra tras confirmar que había fallecido.
Además, la jueza Janet Nosworthy, una de los miembros de la Cámara de Juicio, ha contado que el Tribunal Especial no ha podido establecer la identidad del «suicida» que habría activado el coche bomba que mató a Hariri y las otras 21 personas. Solo se ha encontrado un diente suyo que ha ayudado a determinar que tenía unos 20 años. «No hay otras evidencias», ha lamentado.
Según el relato de los hechos que ha presentado el TEL durante la lectura del fallo, Hariri era objeto de un fuerte seguimiento por parte de un escuadrón de Hezbolá que usaba para ello una red de teléfonos móviles y un código de colores.
En el caso de Ayyash, el TEL ha considerado probado «más allá de toda duda» que participó en el complot porque usó un teléfono móvil que fue esencial en el atentado. En cambio, ha apuntado Nosworthy, las pruebas contra los otros tres acusados eran circunstanciales.
El Tribunal Especial ha conseguido confirmar asimismo que tanto Ayyash como los otros tres acusados eran simpatizantes de Hezbolá, pero no ha logrado establecer una vinculación directa con el partido-milicia, según recoge Al Arabiya.
Siria y Hezbolá
En la misma línea, el presidente de la Cámara de Juicio, David Re, ha declarado que, aunque «Siria y Hezbolá puede que tuvieran motivos para eliminar al señor Hariri y a algunos de sus aliados políticos», «no hay pruebas de que la cúpula de Hezbolá tuviera ninguna implicación». «Y no hay pruebas directas de la implicación siria en el mismo», ha añadido.
Re ha explicado en este sentido que, a pesar de que el TEL ha confirmado que un escuadrón de Hezbolá estaba siguiendo los movimientos de Hariri desde octubre de 2004, «no puede afirmar que toda la vigilancia fuera parte del plan de asesinato».
En cualquier caso, el TEL ha afirmado que, sin duda, el atentado contra Hariri se llevó a cabo por motivos políticos y ha considerado que los intentos de asesinato llevados a cabo por aquel entonces contra otros políticos debían haber servido de advertencia.
«Siria tenía cierta influencia en la vida política del Líbano tras concluir la guerra civil. La comunidad drusa liderada por Walid Jumblat, los cristianos y los miembros del movimiento de Hariri se oponían a la presencia militar siria y su rol en los asuntos internos», ha recordado Re, citado por la agencia de noticias Sputnik.
Nosworthy ha apostillado que todos los implicados en este atentado «debían saber que mucha gente moriría o resultaría herida independientemente de que tuvieran éxito o no matando a Hariri», de modo que el plan «estaba diseñado para desestabilizar Líbano en general».
Hariri, que fue primer ministro hasta cuatro veces, murió el 14 de febrero de 2005 por la explosión de un coche bomba en Beirut que se saldó con otros 21 muertos y más de 220 heridos. A pesar de que la autoría del atentado fue reclamada por un grupo fundamentalista hasta entonces desconocido llamado Victoria y Yihad en la Gran Siria, la acusación considera que fue una reivindicación falsa para alejar las sospechas de Siria y Hezbolá.
El entonces jefe de Gobierno se había convertido en el rostro de la reconstrucción de Líbano tras la guerra civil (1975-1990), erigiéndose como la figura suní más importante del país, por contraposición a Hezbolá, una formación chií vinculada a los regímenes chiíes de Siria e Irán. Por ello, las sospechas se dirigieron hacia el partido-milicia y el Gobierno sirio. Las fuertes protestas de esos días obligaron a la retirada de las tropas sirias de Líbano tras 29 años de hegemonía política y militar.
A la muerte de Hariri siguió una ola de asesinatos y tentativas de asesinato contra otros políticos, periodistas y activistas que reavivó el temor a un nuevo conflicto, por lo que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas decidió intervenir creando el TEL, un tribunal híbrido formado por juristas libaneses e internacionales que ha investigado lo ocurrido durante estos quince años.
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