Albert Rivera, único dueño del destino naranja
Cuenta en privado uno de los críticos que salieron de C's que su liderazgo está concebido "a prueba de terremotos"
El presidente centrista ha virado otra vez abriendo la puerta al entendimiento con el PSOE tras el 10-N
Ciudadanos fía su remontada a la imagen de Rivera para convencer a 2 millones de indecisos
Dicen los analistas que Albert Carlos Rivera Díaz (Barcelona, 1979), presidente de Ciudadanos, se la juega el próximo 10 de noviembre. Sin embargo, basta con conocer la argamasa con la que está construido el partido estos últimos años y sobre todo el carácter superviviente del líder centrista para rebajar la tensión en caso de un desenlace demasiado adverso.
En el supuesto de que los naranjas queden por debajo de la treintena de escaños y Vox les dé el sorpasso, como apuntan las encuestas, sólo Rivera será dueño de su destino y de la resiliencia naranja. «Yo nunca he tenido apego a mi sillón y vengo de trabajar fuera de la política. No necesito estar en política para vivir ni para comer», ha llegado a decir en precampaña con la boca pequeña.
Licenciado en Derecho y Máster por ESADE (1997-2002), ganó la Liga Universitaria de Debate con la Ramón Llull defendiendo la prostitución como una profesión más. También hizo cursos del doctorado en Derecho Constitucional en la Autónoma de Barcelona (2002-2004) y tiene estudios en la Universidad de Helsinki (2001) y un curso en Marketing Político en la George Washington (2009) de Estados Unidos.
Una espléndida formación para el hijo de un familia de comerciantes —padre catalán y madre andaluza— que sigue abriendo cada mañana su ferretería de Granollers pese al odio con que los lazis pintan su persiana de amenazas independentistas. La última vez, tras conocerse la sentencia del Supremo a los golpistas.
De Carreras le abandona
De 2002 a 2006 trabajó en La Caixa como asesor jurídico y fue en esta etapa en la que empezó a emerger su futuro como líder político, bajo el padrinazgo de dos destacadas figuras: su profesor en la Autónoma de Barcelona, el catedrático de Derecho Constitucional y uno de los fundadores de Ciudadanos, Francesc de Carreras, y el entonces director general de su empresa, Isidre Fainé. Con todo, en un momento inicial se interesó por las Nuevas Generaciones del PP y estuvo afiliado a UGT, sindicato que abandonó en 2018 por su apoyo a los golpistas catalanes.
Sin embargo, De Carreras le abandonó tras las elecciones generales del pasado abril rechazando la estrategia naranja de vetar a Pedro Sánchez si no se comprometía a una eventual aplicación del 155 en Cataluña. Pero Rivera ya hace tiempo que no necesita el aval moral de los creadores de Ciutadans para volar solo. De aquel grupo de intelectuales que lanzaron la plataforma anti-nacionalista en 2005 sí conserva el apoyo del dramaturgo Albert Boadella, icono de la lucha contra el soberanismo catalán.
Fue precisamente el actual presidente de Tabarnia el que reveló en su blog que «Ciutadans nace sin líder, y cuando tiene que inventárselo lo resuelve con prisas y por orden alfabético de una lista donde la singularidad (o la artimaña) hace que no sea el apellido sino el nombre el que decide la elección. Si Rivera en vez de llamarse Albert se hubiera llamado Xavier hoy no lo conocería nadie», escribió. «No nos conocían por Ciudadanos, nos afiliábamos al partido de Boadella», admitía el propio Rivera el día de la exhumación de Franco.
Fajado en el Parlament
Con una performance nudista —ideada por la otrora jefa de prensa de Sánchez, Verónica Fumanal— y un discurso contra las imposiciones soberanistas y la inmersión lingüística, Riverita salió elegido diputado en el Parlament de Cataluña en los comicios de 2006. Fueron los años en que se fajó en el escaño contra el tripartito de Montilla, el filibusterismo y las soflamas de los pre-secesionistas. Algo debió hacer bien en aquellos inicios cuando los intolerantes le enviaron una carta con una bala incrustada en la frente de una foto suya.
En 2008 concurrió por primera vez a las generales pero no consiguió llegar al Congreso, hecho que se produciría ya siete años después de que el partido diera el salto al ruedo nacional en 2013 con la plataforma Movimiento Ciudadano. Aquel lustro fue el de la travesía en el desierto, de dura oposición en Cataluña y exposición mediática en Madrid, acudiendo a la tertulia estrella de Intereconomía mucho antes que Pablo Iglesias. En esta etapa conoció a Santiago Abascal y a Pablo Casado, los mismos con los que no pudo sumar en las elecciones del 28-A para llegar al Gobierno. Con todo, pese a no repetir el hito histórico de Andalucía, obtuvo un buen resultado (57 escaños) gracias a los debates electorales y a una recta final de ensueño.
Rivera gastó una más de sus siete vidas, pero salió airoso del embate. Sin embargo, los «agoreros», como él les llama, le dejan a un paso del patíbulo político con un descalabro considerable en los pronósticos. En el cuartel general de los naranjas son conscientes de que una repetición electoral les perjudica, porque desmoviliza a su electoral, como ya se vio en 2016 pasando de 40 escaños a 32. Éste es suelo que algunos fijan a nivel interno para darle un revulsivo al partido tras el 10-N.
¿Un harakiri de Estado?
Los 57 escaños del mes de abril se lograron con el veto a Sánchez y con un programa esencialmente liberal tras dejar atrás la socialdemocracia en el cónclave de Coslada de 2017. Ahora, y después de haber sido sostén del Gobierno de Rajoy (PP) hasta la moción de censura, Rivera ha virado otra vez abriendo la puerta al entendimiento con el PSOE (tras el fallido pacto de El Abrazo) para evitar otra situación de bloqueo institucional. ¿Una jugada demasiado arriesgada? ¿Un harakiri de Estado?
Cuenta en privado uno de los críticos que salieron de C’s en su mayor crisis reciente que el liderazgo de Rivera está concebido «a prueba de terremotos». Que nadie de la dirección le discutirá si se la pega en las urnas y no consigue ser bisagra de nada. Al contrario, le animarán a que se reponga de esta caída hasta llegar al éxito. A que haga un Pedro Sánchez. Otra cosa, dice la misma fuente, es que él esté dispuesto a arrastrar al proyecto centrista hacia el sumidero de la upydización. Y añade que sólo aquí cabría que diese un paso lado en favor de Inés Arrimadas, quien ya sabe lo que es ganar unas elecciones. La resiliencia de Ciudadanos si el 10-N le depara un resultado nefasto pasa por su hiper-líder. Y por nadie más.
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