El presente y el futuro del mercado de petróleo: de almacenes flotantes y quiebras a subidas de precios
Desde que se extendió por el mundo la crisis del coronavirus casi cada semana se produce un nuevo hito en la historia económica. Esta semana se ha vivido una situación sin precedentes cuando el barril de petróleo West Texas, de referencia en Estados Unidos, llegó a cotizar en los -40 dólares. Es decir, que en un momento dado los inversores pagaron dinero para deshacerse del oro negro.
En la jornada de este miércoles, aunque hubo momentos de ligeras subidas, el precio del Texas seguía en el entorno a los 14 dólares y el del Brent, de referencia en Europa, entorno a los 20 dólares por barril. Niveles anormalmente bajos.
Mientras tanto, los expertos, las casas de análisis y los inversores están lanzando múltiples diagnósticos sobre cuál será el futuro del mercado de esta materia prima, y apuntan que tanto en el presente como el futuro habrá turbulencias. Por el momento, hay problemas para el almacenamiento del crudo y algunas petroleras están utilizando barcos que iban a ser jubilados para hacer almacenamientos flotantes. Lo nunca visto.
A medio plazo se avecinas quiebras y, a largo, fuertes subidas de precios que podrían ser contraproducentes para los países consumidores como España, que teóricamente son los grandes beneficiarios de las bajadas del precio de esta materia prima.
Lo que ha ocurrido es relativamente sencillo: durante bastantes días ha habido una sobreoferta brutal de petróleo y se ha ido acabando la capacidad de almacenamiento de crudo. Algunos informes hablaban de una capacidad de almacenamiento de 1.000 millones de barriles, por lo que la caída de la demanda de 29 millones de barriles diarios pronosticada por la Agencia Internacional de la Energía en abril haría inasumible mantener el stock en apenas mes y medio.
De media, se espera que la demanda mundial de petróleo caiga en unos 9,3 millones de barriles diarios en 2020 con respecto al año pasado, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), aunque en abril será de unos 29 millones de barriles diarios menos que hace un año, un nivel no visto desde 1995.
En plena crisis del coronavirus el desplome de la demanda ha sido muy fuerte, y global. Un experto explica así la razón de por qué llegó un momento en el que el precio del crudo entró en negativo: «Tenías que deshacerte del petróleo como sea, porque si no era una rémora, un lastre». De hecho, cuando la cotización del Texas se situaba en los 9 o 10 dólares, el barril físico, el real, se vendía a uno o dos dólares. La clave: que no se ha ajustado la oferta a tiempo y la escasez de almacenamiento de algunos países.
A esto se suma que muchas empresas han querido seguir produciendo para mantener su cuota de mercado. De hecho, como en muchas industrias, también en el crudo ocurre que, por cuestiones geofísicas, si paras la producción se pierde «capacidad de extracción». Esto también ha contribuido a una situación excepcional en la que, hablando sin tecnicismos, se ha pagado «para quitarse el petróleo de encima».
Mientras tanto, como ocurre cuando hay shocks inesperados, las compañías han tenido que poner a barcos petroleros al final de su vida útil a funcionar como «almacenamiento flotante».
Lo que está claro es que, con precios muy bajos durante mucho tiempo, va a haber empresas que no van a ser viables: algunas tendrán que hacer una reestructuración; otras muchas recortarán la inversión en exploración y la producción de petróleo. Esto, a medio y largo plazo, les llevará a tener menos capacidad de oferta en el mercado.
Mark Lacey, gestor de materias primas de Schroders, explica que el mayor impacto serán las quiebras: «Pese a que muchas compañías petroleras están recortando sus gastos de capital en un 50%, muchas acabarán quebrando». De hecho, no es algo nuevo. Unas 80 compañías de petróleo y gas ya suspendieron pagos en 2015 por el desplome de los precios del crudo en 2015. En su opinión, ahora nos enfrentamos a una situación peor. «La industria va a cambiar después de estos acontecimientos, ya que las quiebras no solo se van a limitar a Estados Unidos, sino que también ocurrirán en Asia, América Latina y Europa», destacó.
Los países consumidores también están preocupados, porque no solo hay que mirar al corto plazo. En circunstancias normales, una caída de los precios del petróleo sería beneficiosa para los hogares, ya que reduciría la inflación y, como consecuencia, aumentaría el poder adquisitivo de las familias. Por ejemplo, en España una reducción del coste del petróleo ayuda a tener mejores previsiones de crecimiento del Producto Interior Bruto. Pero en esta ocasión esta ventaja no se va a notar.
El confinamiento está haciendo que los ciudadanos no están usando sus vehículos y la mayoría de los negocios minoristas permanecen cerrados, por lo que hay pocas oportunidades de disfrutar de estas bajadas en los precios del crudo. A esto se suma que gran parte del precio de las gasolinas y del gasoil, prácticamente la mitad, se explica por los impuestos.
Lo que está claro es que si se pone en peligro la capacidad de producción de petróleo, a largo plazo puede haber mayores precios. El escenario más adecuado, también para los países consumidores de crudo, es que los productores tengan una especie de justiprecio, que les permita cubrir su capacidad productora y hacer inversiones.
De hecho, si se expulsa a los pequeños productores de petróleo, los grandes como Rusia o Arabia Saudí, saldrían beneficiados finalmente, pudiendo imponer más fácilmente sus condiciones. A corto plazo sí tendrían que soportar un golpe en sus finanzas públicas, pero podrían recuperarse.
La esperanza es que cada semana haya algo más de demanda y algo menos de oferta, lo que permitiría ir cerrando la brecha. Esto, partiendo de la base de un escenario en el que el virus vaya controlándose en el planeta y no haya nuevos shocks, por ejemplo, a partir del otoño próximo. Un agravamiento de la enfermedad o de las medidas para controlar el Covid-19 tendría consecuencias imprevisibles para el mercado del oro negro.
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