El Madrid ha perdido la distancia y, como consecuencia, la sonrisa. El fútbol es ganar el espacio y el tiempo, perder esa batalla merma la confianza y te mina por dentro; básicamente, castigados a perseguir a un rival que iba sobre raíles desde un método – la invasión a los medios blancos – propio del libreto de Setién. En inferioridad y sin ayudas; además, los desajustes mermaban cualquier intento del Madrid por querer mandar.
La teoría, tres contra tres en la medular. Tchouameni, Modric y Kroos contra Parejo, Coquelin y Álex Baena. Hasta ahí, todo en orden. Tras eso, la invasión. Los atacantes del Villarreal ejercían de medios, aparecían, tocaban y se iban hasta el punto de que el Madrid termino defendiendo a todo el largo. Yeremi y Gerard atormentaban a Tchouameni consiguiendo liberar a Baena mientras Chukwueze impedía que los centrales blancos pudiesen reducir la tremenda distancia entre el primer y el último defensor blanco.
Reina, Parejo y Gerard Moreno; tres en raya en la franja central. Auxiliar, recibir y cambiar la orientación del juego en dos toques castigando las piernas del oponente. El resto, a razón de cuatro por franja lateral, formando un rombo a cada lado que separaba hasta el infinito a Kroos de Modric dejando auténticos carriles interiores donde Baena, Pino y Gerard causaban estragos.
El Villarreal de Setién iba con blancas y llegaba al área con la ventaja del que se enfrenta a defensas con el rostro desencajado y que no dejaban de ser víctimas de sus errores con balón, pero también del castillo de naipes provocado por el oponente. Vinicius cambiaba el ritmo, Benzema iba al toque y una vez roto, ida y vuelta agotador, tampoco iba a ser del Madrid. Hubo jugadas y jugadores, táctica y carreras, y la evidencia de que el VAR aleja la regla de la lógica hasta el punto de que en el porvenir se está escribiendo un reglamento con un millón de excepciones y, ójala, un solo balón.