El Real Madrid, que no fue súper en Vitoria, estuvo a punto de car ante la emboscada que le tendió el Alavés con la complicidad del colegiado. Un milagroso gol de cabeza de Lucas Vázquez en el 92 dio el triunfo a los de Ancelotti y de paso el liderato tras el pinchazo del Girona ante el Betis. El Madrid jugó más de media hora con diez por la justa expulsión de Nacho.
Ancelotti dejó las sorpresas para el amigo invisible y no para la alineación. Adivinarla era más sencillo que acertar el final de Titanic porque al entrenador del Real Madrid le queda la cera que arde y ya no da ni para una vela. Con una lista de bajas más amplia que los enchufados de Pedro Sánchez, apenas quedaban en el banquillo Ceballos y Joselu, más el recién recuperado Tchouaméni al que se le guarda como la intención de muchos de apuntarse al gimnasio: para el año que viene.
Vamos a los que jugaban. Kepa de portero, que rotaba con Lunin por última vez antes de que Ancelotti elija. La defensa era inédita y sobre el papel vulnerable: Lucas, Rüdiger, Nacho y Fran García. En el centro repetían Kroos, Valverde, Modric y Bellingham; igual que arriba volvían a formar pareja Brahim y Rodrygo. Con estos mimbres se medía el Real Madrid a un Alavés exigido por la clasificación y empujado por Mendizorroza, aunque sólo fuera por sacudirse el frío invernal de Vitoria.
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— okdiario.com (@okdiario) December 21, 2023
Había empatado el Girona, así que el Real Madrid no podía tontear si no quería pasar las Navidades mirando al resto por encima del hombro. Apretaron los locales de inicio, con ese imponente Samu Omorodion que es una suerte de Haaland de ébano. Luis Rioja avisó en el 7 con un disparo a bocajarro que sacó a la remanguillé Luis García. Los de Ancelotti, helados, no le cogían el tranquillo al partido.
Superado el susto inicial, el Real Madrid se recompuso asidos sus pies a la pelota. Apareció Bellingham y aparecieron las patadas del Alavés como único recurso para frenarle. De una de ellas nació una falta lejana que botó Kroos cuando el reloj marcaba el primer cuarto de hora. La sacó a la olla en busca de Rüdiger, que atropelló a Rafa Marín como si fuera un cadete.
Maneja el Madrid
El partido, como era previsible, no valía un pimiento. Otra falta lateral de Kroos en el 17 llevó un veneno al que le faltó lo mismo que al PP: encontrar una cabeza visible lista para hacer daño al rival. Luego se asomó al área Brahim con un disparo más desviado que las encuestas de Tezanos. Precisamente Brahim se llevó un pescozón de Duarte merecedor de amarilla que el colegiado no quiso ver ni señalar.
Pasaban los minutos y el Real Madrid era incapaz de conectarse al partido ni de intimidar al área de Sivera. El Alavés se defendía con orden y oficio. Vimos al portero local en el 37 para adornarse al sacar un disparo lejano de Fede Valverde. Un bagaje demasiado pírrico para un equipo que se jugaba el liderato ante uno de los que están en la parte de abajo.
Después de mil faltas por fin Rubén Duarte se llevó una amarilla por la patada más suave de todas las que había pegado. Con esa acción mal resuelta por el Real Madrid abrochamos una primera parte lenta, fea, sosa, aburrida, rocosa, pausada, arrítmica y tediosa. Un auténtico truño de primer tiempo. Uno de tantos de una competición a la que la fuga de talentos por una austeridad autoimpuesta y suicida ha condenado a la mediocridad.
Nacho se autoexpulsa
La segunda arrancó por los mismos derroteros que había transitado la primera. Pegaba el Alavés y se dolía el Real Madrid. El colegiado se inhibía una y otra vez. El reloj jugaba a favor de los locales… y del Girona, que se veía líder en Nochebuena. Más aún cuando Nacho Fernández sufrió un cruce de cables intolerable y pisó por detrás a Samu Omorodion, que le había superado todo el partido. El colegiado le sacó la amarilla que había perdonado dos veces en el primer tiempo a Duarte, pero el VAR le advirtió de que era roja como un piano. Lo revisó y se la sacó con tardanza y justicia.
Reaccionó Ancelotti y metió a Tchouaméni de central al lado de Rüdiger. Quitó a Modric, que tampoco había hecho nada. Al Real Madrid se le ponía el partido en japonés, igual que el liderato, pero en peores plazas han toreado los blancos y han salido a hombros. No parecía que fueran a lograrlo en Mendizorroza aunque les quedaba casi media hora por delante para enderezar el entuerto.
Bellingham se echó al Real Madrid a su espalda, o lo intentó, pero sólo recibió falta tras falta. Era un plan premeditado del Alavés, lícito, válgame Dios, pero que debió ser interrumpido por el árbitro, que fue más espectador que juez de tan triste espectáculo. Pudo marcar en el 74 Rodrygo tras una jugada individual pero llegó más fundido que el queso de una pizza y su disparo se fue arriba. Luego entró Joselu por Brahim en busca de un milagro en el otrora su campo. Recibido fue con pitos.
Al Real Madrid se le iba agotando el tiempo. Ni le sobraba gente, que tenían uno menos, ni le sobraban tampoco ganas para ir a ganar el partido. Pasaron los minutos finales, aguantaron el empate los de Ancelotti y también se conformó el Alavés. Entonces apareció en el 92 la cabeza de Lucas Vázquez, héroe por accidente, para obrar el milagro y dar un triunfo postrero al Real Madrid, que pasará las Navidades como líder de la Liga. Eso sí, con los mismos puntos del sorprendente Girona.